Hace ya un par de años, conocí el trabajo de Arango, en un proyecto denominado
In Situ / El Congelador, que él realizó junto a los artistas Adriana Marmorek, Luis Carlos Tobar, el Colectivo Excusado Printsystem y la Editorial Silueta. En ese momento, Arango reflexionó plásticamente sobre lo que significa el fin de una época, materializado en el lugar que fuera su casa-taller durante muchos años, herencia familiar que por decisiones de la administración distrital, fue demolida para dar paso al proyecto de la manzana cultural en pleno centro de la ciudad entre la calle 19 y 20 con carrera 3a. Su obra enmarcada sobre el fin de las cosas, toca algo transcendente y que aparentemente son opuestos: la muerte y la vida. En un inicio su reflexión plástica estaba encaminada a develar la famosa muerte de la pintura. En un vídeo-instalación, se veía como la pintura proyectaba sobre los muros de la casa (antes de demolerse), de manera casi orgánica, cobraba movimiento al momento de su ejecución sobre un corredor; el artista lograba así generar una ambientación espacial donde el espectador hacía parte fundamental de la obra. El corredor se convierte así en un elemento fundamental para entender la obra de Arango.
Anticipación / Supervisión. 2009. Museo de Arte Universidad Nacional.
Algo similar sucedió con la vídeo-instalación
Anticipación / Supervisión, que realizó en mayo del año pasado en el Museo de Arte de la Universidad Nacional bajo mi curaduría: un túnel construido por el artista, hacía que el espectador ingresará a la sala de exposiciones donde las paredes se habían convertido en grandes “bastidores”. Las formas luminosas proyectadas sobre las paredes eran una verdadera pintura en movimiento, donde al momento de ejecutarse, parecía materializar lo que Luigi Pareyson anunció en su teoría de la formatividad: la forma formándose. Pero tal pintura no era sino una ilusión, un rastro intangible de una materialidad inexistente ya, que se mezclaba promiscuamente con la sombra del espectador quien integrando su cuerpo a la pared del recinto terminaba fusionando temporalidades distintas.
En
Maintenant (2009), obra presentada en la
Alianza Colombo-Francesa, Arango logra recoger la experiencia de sus dos anteriores instalaciones: aquí se refiere al lugar ya demolido, trayendo consigo algunos vestigios de la casa, como columnas que dispone a manera de cruz en la sala, mientras vídeos y fotografías dan cuenta del proceso de destrucción. En este caso no solamente es un lugar que se ha destruido, sino también es la intimidad que ha sido derruida. Los espacios urbanos condicionan nuestra intimidad, y por supuesto lo que afecta el espacio termina afectándo nuestra relación con él. Ya Rolf Abderhalden nos había mostrado lo que significa ser “Testigo de ruinas”.
El Centro Colombo Americano de Bogotá ha realizando desde hace ya un buen tiempo, una serie de exposiciones denominadas “Relevos”, bajo la batuta de su curador el artista Carlos Blanco. Hace un par de meses, el relevo le correspondió al artista Juan Camilo Arango, quien recientemente fue el ganador del premio otorgado por la Alianza Colombo Francesa, sobre Nuevas propuestas: artes plásticas, fotografía y nuevos medios en Colombia Echemos pues un vistazo a su más reciente obra: “Halo”.
El artista en Miércoles de Museo (2009), Museo de Arte Universidad Nacional.
Hechos urbano, como la violencia perpetrada por bandas delincuenciales de Bogotá, que han azotado lugares como el barrio La Macarena en los últimos meses, acentúo esa mirada sobre la muerte que ha venido desarrollando Juan Camilo Arango. Al ser una de las víctimas de atraco a mano armada hace algunos meses y, sobrevivir al hecho, le llevó a modificar parcialmente la obra que tenía prevista para el Centro Colombo Americano.
Halo es una prueba de supervivencia tal como lo muestra un papel firmado en una notaría de Bogotá por el propio artista; huella que da fe de estar aquí y ahora.
Halo está íntimamente ligada a sus anteriores fragmentos, podríamos decir que es una especie de sumatoria de los últimos años: con su
exposición Anticipación / Supervisión (2009), se evidencia una vez más el túnel y las sombras de los espectadores, conviertiéndose en elementos fundamentales de percepción. Esa huella”pictórica” se convierte en un halo de lo que ya no está, de lo que desaparece, de lo que no perdura. Esta obra que anticipaba quizá lo que todos sabemos que un día llegará a nuestra existencia: la muerte. Esa imagen que nos muestra un ir de un lado a otro, resultado de atravesar un túnel, de dejar estar aquí y ahora (
maintenant) por unos instantes, vuelve a convertir la muerte y la vida en el sustento de la obra de Arango, pero esta vez con mayor fuerza recordándonos que en verdad estamos de paso.
Halo. Fragmento. 2010.
Al entrar a la sala del
Colomboamericano para experimentar la obra
Halo, nos encontrábamos con una instalación donde había un documento de supervivencia, tres fotografías y una máquina de aire acondicionado que mantenía unos tubos congelados, los cuales dibujaban geométricamente una especie de laberinto sobre tierra dispuesta en el suelo, cuidadosamente dispersa a manera de tapete y generando una abstracción de los pulmones. La tierra había sido utilizada por Arango cuando había desarrollado una acción plástica denominada “
Anticipación”, donde él vestido de negro y acostado sobre la tierra es roseado de cal. Su cuerpo emerge de la superficie terrosa y levantándose deja una huella sobre el suelo: su cuerpo siluetado en cal es un halo luminoso que habla de una ausencia. Hay una referencia crística en esta obra sin lugar a dudas, pues Arango mantiene los brazos abiertos a la manera de un crucifijo. ¿Visión mística? En ninguna de nuestras conversaciones el artista ha aludido a tal misticismo religioso; sin embargo, al tratar temas como este, si podemos creer que tal aspecto esta evocado. Y si vemos su firma en la prueba de supervivencia, el alude a esta postura recreando su propia imagen semejante a un calvario.
Halo.
El tubo de congelación tiene en uno de los extremos levantado al cielo, un corazón verdadero. Órgano vital que ya no late, pero que se mantiene sin descomponerse a la espera (quizá) de volver a latir, o como último vestigio de lo que fue la existencia humana de un cuerpo ya ausente. ¿Qué significa congelar el corazón? Hay que pensar con la cabeza fría, se escucha con frecuencia al referirse a los pensamientos racionales, pero ¿qué significaría tener el corazón congelado o sentir con el corazón frío? Ningún sentimiento de tal frialdad podría salir. Muy lejos de intentar responder a estas dos preguntas nada transcendentes, nosotros espectadores nos volteamos a una de las paredes y veíamos un rostro en una fotografía. Este rostro apenas nos muestra sus ojos y parte del cráneo; la sangre chorrea mojando el rostro. Pero esta vez no hay
Manto de la Verónica, ni tampoco corona de espinas. Esta imagen parece real y familiar, pues se puede reconocer el rostro del artista. En este momento el corazón congelado parece latir, sólo en mi imaginación. Luego en conversación con Juan Camilo sé que la imagen es tomada por él mismo, antes de ser intervenido de urgencias luego de haber sido víctima de un atraco en un restaurante.
Prueba de supervivencia.
Al dirigirnos a otra pared veíamos una imagen fotográfica en blanco y negro enmarcada en aluminio de forma similar a la anterior. Pero esta vez alcanzábamos a reconocer la figura de Arango con los brazos abiertos en un paisaje selvático. Su cuerpo se funde con el follaje del lugar. Imagen enigmática que nos impide entrar más allá de lo que vemos, aunque se percibe una cierta serenidad y silencio propios de la meditación.
Anticipación. Halo.
Finalmente en la pared opuesta, veíamos una foto del performance “
Anticipación” al momento donde el artista se levantaba de su “cama” de tierra, dejando tras de sí la silueta de su cuerpo dibujada en cal, convertida en un espectro luminoso. Esta fotografía puesta sobre aluminio, se referencia el
Halo que es en verdad una reflexión luminosa, sobre lo que significa estar
Aquí y
Ahora, la evocación de una lejanía tan próxima esté ella y lo que significa el sobrevivir en un contexto tan violento como el nuestro. La reflexión plástica de la muerte de la pintura, que el artista inicia en Londres hace ya varios años, se transforma poco a poco, por diferentes circunstancias, en una reflexión plástica sobre la leve frontera que separa (o une) la vida y la muerte.
Ricardo Arcos-Palma. Bogotá 11 de agosto del 2010.
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Xavier Jordana