Vistazo Crítico 83: FELIZA BURSZTYN. Parte II.



La artista Feliza Bursztyn (1933-1982), es una de las más importantes del contexto colombiano. Pero paradójicamente su obra es bastante desconocida en nuestro medio. En los últimos meses se han realizado dos homenajes importantes a su obra. El primero de ellos en la Universidad Nacional de Colombia, con la realización del Monumento a Alfonso López Pumarejo en noviembre de este año; monumento que vio la luz después de más de cuarenta años de haberse anulado su realización, pues la incomprensión de varios personajes de la época, impidió que la obra se construyera en 1967, tras haber sido seleccionada como ganadora del concurso.

El segundo homenaje lo realiza el Museo Nacional con la exposición retrospectiva “El elogio de la chatarra”. Esta exposición tiene la virtud de poner al alcance del público una selección de obras de la artista, que reposaban en su gran mayoría en colecciones de arte de los principales museos del país, así como de colecciones privadas y por supuesto las obras que reposaban en el taller de la misma artista, que celosamente fue guardada por su compañero sentimental Pablo Leyva. Existen aún en nuestro medio, mucho desconocimiento sobre esta artista y su obra, pese al esfuerzo de investigadores como la historiadora Carmen María Jaramillo y Julia Buenaventura, quienes con el apoyo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño realizaron el año pasado un exposición con obras de la artista. Desde este punto de vista la exposición logra generar curiosidad en el público visitante para meterse de lleno en la obra y vida de esta artista, desconocida en buena parte, hasta por el contexto del arte local, valga la pena decirlo. El Museo Nacional así abre sus puertas a una artista bastante controvertida en su tiempo (1).



Tal desconocimiento no es de extrañarse, pues la artista fue expulsada del país, como lo fueron en su momento varios trabajadores de la cultura como Gabriel García Marquez, Marta Traba, entre otros por el hecho de no haber ocultado su posición política. Es conocido, desafortunadamente no por todos, su simpatía con las ideas de la izquierda, de una izquierda no panfletaria sino progresista y crítica de cierta ortodoxia. Bursztyn ya había salido del país en la década de los cincuenta cuando Rojas Pinilla llega al poder por la Alianza del Frente Nacional entre conservadores y liberales. En esos años ella convive con Jorge Gaitán Durán, uno de los fundadores de la revista “Mito”, que desde París, tenía gran influencia de la revista socialista “Tiempos modernos” fundada por Sartre, de Beauvoir y Merlau-Ponty. Su cercanía con el intelectual y poeta colombiano, también en el exilio por aquella época, le dio un rigor y una postura política que ella no iba a dejar. Su amistad con personajes como Santiago García y Patricia Ariza del Teatro de la Candelaria atestiguan de esta posición, que era la de buena parte de la intelectualidad de la época, pues como ella misma decía en una entrevista concedida a una periodista en 1973:

“ ¿Cree que una artista debe crear siempre en función crítica?

-Necesariamente. Siempre ha sido así. Simplemente con hablar de algo o alguien, tú das ya una opinión, que es crítica. Lo mismo le sucede al artista. Cuando plasma algo de lo que ve, le da su propia interpretación crítica, sea cual fuere su objetivo…político, social, etc.

¿Cuál es el suyo?

-Social y político.

¿Le interesa la política?

-Muchísimo. Porque creo que la política es lo que hace una sociedad básicamente. No se puede vivir sin ella sin tomar una actitud política.

¿Cuál es la suya?

-¡La extrema izquierda!”(2)

Quizá, esta postura política es la que contribuyó a que se la echara al olvido, en un país amnésico y conservador como el nuestro, además de su prematura muerte en el exilio, cuando tuvo que pedir asilo político en la Embajada de México y luego viajó a Francia en esos años ochenta, pues luego del interrogatorio que duró dos días en las famosas caballerizas, los militares apoyados en el Estatuto de Seguridad impuesto por el presidente Liberal Turbay Ayala, la habían acusado de simpatizante de la subversión. Por eso y, por la aún escasa bibliografía sobre su obra, la exposición en su homenaje es trascendente. De manera que este vistazo crítico se concentrará en esta importante exposición: el “Elogio de la chatarra”.

La escultura de Feliza Bursztyn, aún enmarcada dentro de los presupuestos modernos y muy a tono con esa nueva vanguardia francesa de los años sesenta, que se manifestó en la literatura “La Nueva Novela”, en el cine “La Nueva Ola” y en la plástica “Los Nuevos Realistas”, hace de los materiales industriales particularmente los desechos y chatarras, el pretextos perfecto para la obra. Esta influencia francesa es importante recalcarla pues ella no solamente se formó en este país, sino que también tenía estrechas coincidencias formales y conceptuales con les Nouveaux Realistes, como el escultor César a quien la artista le realiza un homenaje en 1973. La escultora ya no utilizaba el bronce, ni el mármol, como materiales para hacer obra, sino más bien el hierro, el acero, y otros materiales no considerados como nobles por la academia ortodoxa.

La obra de la artista, hoy nos sorprende enormemente, pese a la distancia en el tiempo en que fue concebida, pues logra de una manera magistral, cuestionar críticamente el papel de una sociedad industrializada que produce en exceso para propiciar el consumo y la acumulación. Su obra, al igual que la de su homólogo César, exalta de una u otra manera el mundo industrial, pero no haciendo una apología, sino cuestionándolo. Sus máquinas nos hablan de una cierta nostalgia de lo humano y de la naturaleza. Sus máquinas no producen nada, sino sólo, movimientos espasmódicos como en “Las Histéricas” (1968), o “La baila mecánica” (1979) presentada por primera vez en la galería Garcés Velásquez, están emparentadas quizá a esos flujos de deseos como dirían en la misma época los pensadores Félix Guattari y Gilles Deleuze, en su famoso texto, “Las máquinas deseantes”(3). Estas máquinas deseantes, en efecto logran generar en el espectador, un cierto desconcierto pues ellas comienzan a moverse cuando el espectador menos lo espera, como en sus “Camas” (1974), que semejan parejas copulando bajo una sábanas de tela satinada: azul, rojo, amarillo y púrpura.


Clitemnestra 1963.

En la exposición encontramos varias piezas catalogadas así: Chatarras, Minimáquinas, Histéricas, Camas y La baila que encabeza la muestra a la entrada de la sala. Las Histéricas, aluden directamente a una cierta patología que cae sobre la mujer: “hystera” es la palabra de origen griego que se refiere al útero. La psicología hace de la histeria una enfermedad propia de las mujeres. Los estudios de Charcot en el Hospital de la Salpetrière son muy famosos, pues de ahí se desprende una serie de fotografías que los Surrealistas van a explotar a comienzos del siglo XX. Feliza Bursztyn feminista a cabalidad, se oponía a la idea de ver la patología particularmente sobre la mujer, y sus histéricas, al igual que lo que hizo la revista la Revolución Surrealista, mostraba otra faceta de esta “patología” en clara oposición a los preceptos psiquiátricos, que veían un matiz de la locura en ello. Quizá por ello, Marta Traba se refería a estas obras en términos halagadores en un texto titulado “Elogio de la locura”. Estas máquinas que reposan sobre una mesa de madera están realizadas en aluminio, crean un movimiento espasmódico gracias a un motor rompiendo con su estatismo. Por unos instantes cobran vida, y luego vuelven a su mutismo inicial.


Flexidra 1964.

Las Chatarras están realizadas en su mayoría con partes de automóviles, soldadas entre sí, las formas en ocasiones son completamente abstractas, en otras hay referencias formales sobre todo cuando estas piezas están soldadas con metal y hierro como en “Clitemnestra” (1963) que alude indudablemente a la heroína griega. Esta escultura parece la abstracción de un árbol, pero al mismo parece la forma que surge de luego de explosión nuclear como la que cayó en Hiroshima. Otra escultura de esta serie es la que se parece a una corona de espinas: un atado de alambre de púas, como los que se encuentran en el campo, antes de usarse para el cercado, adquiere una connotación religiosa. ¿Qué diferencia puede haber entre una cerca de de alambre de púas y una corona de espinas? Ninguna parece decirnos la artista con esta obra.

Las Minimáquinas, son piezas de muy pequeño formato, “esculturas de bolsillo” las llamaba la artista, que el espectador podía recomponer a su antojo, pues varias de sus piezas no estaban soldadas. La mayoría de estas esculturas están realizadas con piezas de máquinas de escribir, o piezas de otras máquinas y herramientas. En esta serie es imposible no acordarse de las máquinas de los dadaístas principalmente las que pintaba Francis Picabia.

Las Camas, están cercanas a las histéricas: un dispositivo maquínico logra un movimiento espasmódico de vez en cuando. La lectura evidentemente es erótica o “ambigú-sexual” como la denominó Marta Traba, pues las telas satinadas de colores, parecen cubrir cuerpos copulando. Sobre esta obra se generó un fuerte debate escrito entre Álvaro Medina y Marta Traba, pues el primero insistía que Bursztyn había plagiado a la artista Irene Krugman, quien había expuesto en New York una obra similar.


Camas, 1974.

La Baila, hace parte de un ballet de máquinas, que se presentó en 1974; las piezas cubiertas por telas de diferentes colores, se asemejan a un individuo. Estas piezas que generan movimientos arrítmicos, están realizadas por piezas de desechos de aviones de la Fuerza Área Colombiana. La obra de Bursztyn sin duda impregnada de valores modernos, logró crear una ruptura con su tiempo, y con ciertos valores academicistas. Si bien, su obra dista formalmente de la de otros artistas políticos de la década de los setenta como Pedro Alcántara y Carlos Granada, podemos afirmar que era evidentemente política. Varios de sus homenajes escultóricos eran para personajes que de una u otra forma habían sido claves para la historia política y artística: Gandhi, Camilo (el cura guerrillero), Alfonso López Pumarejo (ex-presidente liberal progresista), César (el escultor francés), entre otros.

En suma “Feliza Bursztyn, Elogio de la chatarra” logra reunir una serie de obras desconocidas por la gran mayoría del público y rinde un justo homenaje a una de las artistas colombianas más importantes.

Ricardo Arcos-Palma. Bogotá, 14 de diciembre del 2009.

(1) http://www.museonacional.gov.co/sites/Feliza/galeria_obras/index.html

(2) Vidal, Margarita. “Feliza Bursztyn”, en Vanidades, Bogotá, agosto 21 de 1973.

(3) Gilles Deleuze, Y Félix Guattari. L’Anti-Œdipe. Paris : Minuit. 1972.

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