La entrevista
fue realizada en París en enero del 2012 y se encuentra en vídeo al final de la
transcripción.
Ricardo
Arcos-Palma: Nicolas
Bourriaud actual Director de la Escuela Superior Nacional de Bellas Artes de
París. Nicolas, es la ocasión de hablar un poco de tu trabajo como intelectual
y, que nos digas al mismo tiempo ¿cómo ves en general la cuestión de
la producción artística? Un primer interrogante es: cuando comenzaste a hablar
en tu libro Radicante, de la idea del Exota, de aquél que no es necesariamente
un desraizado, que no tiene en cuenta necesariamente las raíces y, que
contempla la idea del viaje como la esencia de su existencia, podemos decirlo
de esta manera, que tú encuentras un paralelo con el artista contemporáneo.
Esta idea del Exota, digamos puede continuar en esta época ya entrado el siglo
XXI. ¿Cómo ves tu esta idea, no de un viajero banal, pues esta figura que es
muy importante, y diferente del artista-turista, pues el exota es aquél que se
desplaza de un lado a otro resignificándolo y que concibe un mundo quizá sin
fronteras?
Nicolas
Bourriaud: Bueno la primera cosa, yo creo que esta
figura del exota, sería incomprensible, sino la re-situamos en el
marco general, de un trabajo crítico que he realizado desde la Estética
Relacional, en el campo del arte contemporáneo para pensar el arte, más
allá de la cuestión del origen. Esta cuestión del origen, es más importante de
lo que parece y es para mi el punto central del postmodernismo. Es a la vez la
cuestión postmoderna por excelencia, es decir, "¿de dónde vienes
tú?" "¿cuál es tu contexto, sexual, social o geográfico?" Y esta
cuestión del origen determina en efecto de manera general la significación que
otorgamos a las obras de arte hoy.
Son estas
cuestiones que me parecen problemáticas. El origen para mí es una especie de
superstición teórica; bien sea para una persona: "¿cuál es su origen?
¿cuál es mi origen?" En efecto en psicoanálisis, el trabajo mismo de un
psicoanálisis es precisamente de re-escribir la narración originaria. No
venimos de donde pensamos que venimos. Un análisis es re-visitar la narración
de su propia existencia de manera a desplazar precisamente, los puntos de
origen. Creemos venir de un lugar determinado, pero no necesariamente.
Construímos una narración, y esta narración identitaria es aquella que hoy es
el habitáculo, el agente de todos los fundamentalismos, nacionalismos de todas
las tensiones ideológicas, de todos los ensimismamientos. Entonces para una
persona o un colectivo, la cuestión del origen es un punto de fijación, una
asignación a una residencia: "les asignamos tal o tal contexto y no tienen
derecho a salir". Y peor aún, como en Síndrome de Estocolmo,
"A usted le gusta que le digan que ha sido asignado a este lugar".
Aprendemos a amar a su secuestrado interior. El origen es un secuestro
interior.
Me parece que
podemos pensar de otra manera, la cuestión de las obras de arte, volvamos sobre
el plano artístico, no en función de su origen mítico, mitologizado, sino más
bien en función de su destinación [destino], pues esa cuestión de la
destinación, "¿dónde vamos?" es la cuestión moderna por excelencia.
Es finalmente un modo de pensamiento, en efecto una figura que produce en cada
época, una modernidad no solamente en el siglo XIX, ha existido modernidades
sucesivas en la historia; y ellas han sido siempre el producto de un éxodo, de
una partida. Tomamos lo que podemos tomar consigo, quitamos el pesado aparato
de dónde provenimos y atravesamos un desierto sea el que sea. Y es al interior
de ese desierto que se producen acontecimientos, llevamos a quienes podemos
aún, siempre hay un pequeño grupo aún, al interior de ese desierto, de esa
travesía que yo califico de "gesto moderno".
R
A-P: Esta idea del desierto, te interrumpo
Nicolas, es muy interesante, pues me hace pensar en el título de un texto:
Bienvenidos al desierto de lo Real, de Slavoj Zizek, ¿encuentras tu un paralelo
con esta idea de la travesía del desierto con relación a la realidad?
N B: Sí claro, Bienvenidos al desierto de lo real, es una frase
que viene de la película Matrix, en el momento donde se muestra
a Neo, lo que es la Realidad. No la ilusión en la que él creía
existir y en ese momento le dicen: "Bienvenido al desierto de lo real".
Y efectivamente lo real, esta noción lacaniana (y la palabra de Zizek está muy
influenciada por Lacan, él es un gran comentador de Lacan tú lo sabes), lo real
en definitiva es efectivamente lo que se escapa. Es lo que no podemos atrapar
verdaderamente. Entonces Bienvenido al desierto de lo real, es también
una figura extremadamente política. Esto es lo que Zizek señala. Él no habla
propiamente de Althusser, pero debemos hablar de él, pues para Althusser no hay
gesto político el que sea, si no consideramos lo real como un vacío, como un
desierto. El punto de partida de toda acción política, es precisamente el
desierto, es el vacío. Es considerar la Realidad donde debemos intervenir como
estando vacía, es decir como si fuera la nada. Althusser toma el ejemplo de
Maquiavelo, quien para el Princípe insiste sobre el hecho que hay que partir de
la nada prácticamente, del grado cero de lo político. Y partir de esa nada, a
partir de algunos principios, a partir de una idea, es ahí donde va a
constituirse verdaderamente un Estado, que no existe aún. Es eso en efecto el
desierto metafórico del cuál yo hablaba. Es a la vez, el gesto moderno y el
principio mismo de la acción política.
No podemos hoy
donde experimentamos enormemente problemas justamente a poner en marcha una
acción política global, pues ella está muy sectorizada, muy limitada en el
espacio y en el tiempo, porque precisamente tenemos problemas a anular la
realidad en la que nosotros vivimos. La consideramos como demasiado llena. Y
todo el trabajo de los aparatos ideológicos del Estado, es precisamente de
hacernos creer que la realidad, como en Matrix, está llena y, que ella no
reposa sobre ningún desierto. Pues, la realidad en la que nosotros
vivimos, bien sea en Bogotá o en París, es un amontonamiento de
escenarios, de instituciones, de rituales, que se hacen pasar por
indestructibles de alguna manera. Intentan hacernos creer que la realidad es lo
que es, pero para nada es eso. Ella no se sitúa sino en potencias de ilusiones,
lo que hoy está desconectada y cien veces multiplicadas por las técnicas contemporáneas.
Entonces hay que volver a encontrar un punto donde podamos encontrar un
desierto al exterior de esta realidad.
R
A-P: Espectacular. Ya que hablamos de la
cuestión de la modernidad, Nicolas, es algo que en tus propósitos y
notablemente cuando estabas a la cabeza de la Tate Britain, tu diste forma a
esa noción de la Altermodernidad, que particularmente en la America Latina, ha
creado una especie de puerta abierta, de debate muy interesante para situarnos
en frente de la postmodernidad, debemos por supuesto ver tu manifiesto y leer
lo que has escrito al respecto, pero yo quisiera escucharte ¿cómo concebir hoy
la cuestión de la modernidad, esa otra-modernidad? que tu evocas en tu
pensamiento y en la cual pareces encontrar un cierto eco en algunas obras de
artistas. ¿Estamos aún en una cierta modernidad? ¿no hemos aún quitado la
modernidad? ¿qué especie de rostro tenemos hoy de esa modernidad?
N
B: El pasaje postmoderno en su aspecto vago, es a
la vez una prolongación de la modernidad y al mismo tiempo su renuncia de
cierta manera. Es una modernidad que renuncia. Yo pienso que el continente
sudamericano tiene una suerte histórica extraordinaria, y es la de poder pasar
por encima de la postmodernidad. Acceder directamente a nueva modernidad, donde
no sería solamente el receptáculo lo pasivo, sino un agente productivo
extremadamente fuerte. Y si existe hoy una suerte histórica, es la poder
constituir una modernidad global en su principio en efecto, lo que no era la
modernidad del siglo XX, lo que no fue el modernismo, lo que no fueron las
vanguardias del siglo XX, que estaban enraizadas en una determinación siempre
muy europea o americana.
Entonces hoy,
puede desplegarse precisamente lo que yo llamo una altermodernidad,
es decir una modernidad no continental (europea), que no sea en el
universalismo vago del principio del modernismo, sino que sea el fruto del
diálogo y de la traducción. Es este ejercicio del diálogo de lo
intercultural, y para nada lo multicultural, pues lo multicultural es el encerramiento
aún de anclajes identitarios. Y es precisamente esa trampa que hay que evitar.
Yo estoy contra el multiculturalismo, yo estoy a favor del interculturalismo.
Yo creo que la verdad, el interés de este conjunto de procedimientos, de gestos
y de producción que se llama la cultura nacional, tiene sentido sino la ponemos
en movimiento y en diálogo, si la traducimos y si ella deviene un receptáculo
de traducción de lo que viene del exterior. A partir de ese momento, hay
justamente una posibilidad de la constitución de una nueva modernidad, que no
sea basada en una ilusión de progreso, de una ilusión de universalismo como era
el caso, sino verdaderamente de ese roce cultural, de esa producción de
singularidad; pues la traducción produce una singularidad.
Cuando
traducimos un texto, de Shakespeare en otra lengua, cuando traducimos un texto
de Borges en islandés, vamos también a producir de singularidad a la base; la
traducción es una máquina que produce singularidad. Y el paso hoy que
operan muchos artistas, entre la música a las formas plásticas, de las formas
plásticas a la arquitectura, la arquitectura y el texto, pasa también por una
traducción y que produce la singularidad creando encadenamientos. Hay una forma
específica para mí de altermodernidad que es el rechazo del estatismo. Las
obras que me más interesan hoy, son sin duda, son aquellas que se presentan
como encadenamientos, como constelaciones, como archipiélagos de pensamiento,
que corresponden a elementos a veces distantes en el espacio tiempo. ¿Cuál es
el desarrollo común entre un archipiélago y una constelación? Es que son dos
formas que no existen, hay que identificarlas como tales. Vemos las estrellas
en el cielo, y vamos a producir una constelación, a partir de algunas
estrellas, vamos a constituir una figura, y eso es el trabajo de un artista. Es
lo que yo llamé desde finales de los años noventa, el artista semionauta, es
decir aquel que produce recorridos a partir de los signos culturales; para mí
las raíces de esta altermodernidad está ahí; las formas los principios, y las
figuras de la altermodernidad existen ya, están en el aire, en una especie de
errancia... y esta errancia es la que me interesa.
R
A-P: Soberbio. Última
pregunta. Es una constatación que he realizado cuando me he sumergido en tus
libros: la figura de Walter Benjamin, ocupa un lugar importante osaría decir,
no se si central, en todo caso muy importante en tu pensamiento, ¿qué nos puedes decir al respecto?
N B: Precisamente lo que estaba diciendo sobre la idea de una
constelación, pues precisamente hay un pensamiento de la constelación en Walter
Benjamin, me parece por supuesto absolutamente productiva hoy. Él explica
precisamente que... cómo decirlo, que..... la constelación, cuando diferentes
elementos se combinan, para producir una forma que nos ponen en contacto con el
pasado, es lo que Benjamin llama la cristalización, en todo caso la imagen
dialéctica. La imagen dialéctica es la que precisamente va a conectar dos
espacio-tiempo diferentes y, es ese tipo de forma que me parece, donde Benjamin
tuvo la intuición y son extremadamente importantes en la producción
contemporánea.
R
A-P: Bueno yo te había dicho que te haría la
última pregunta, pero esta si es la última. ¿Qué significa estar a la cabeza de
la Escuela Superior Nacional de Bellas Artes de Paris, pues con anterioridad tu
fuiste el gestor de grandes proyectos en el Palais de Tokyo (junto a Gerôme
Sans), en la Tate Britain, en este nuevo reto, dicho de otra manera, qué es lo
que tienes pensado hacer en este lugar tan importante? Aquí donde varios
artistas relevantes como Christian Boltanski, Guiseppe Penone, Annette
Messager, entre otros que están aquí trabajando. ¿Podrías avanzarnos algo, en
este laboratorio de creación, lo que está por venir? lo veremos por supuesto pero cuéntanos.
N
B: De hecho, yo pienso sacar partido de la
situación absolutamente única de este lugar, y a la vez abrir un lugar de
exposición, con un centro de arte extremadamente interesante; me refiero por su
volumen y su espacio; impulsar las ediciones, la pedagogía, la multiplicidad de
producción que se desarrolla en este espacio de dos hectáreas en el medio de
París, e intentar concebir un lugar que no sea únicamente una escuela, que sea
un ecosistema formador y, es preservando cada una de las partes de este
ecosistema, que podemos hacer de la Escuela de Bellas Artes, un lugar
verdaderamente único en el mundo. Pues, a la vez este es un sitio histórico con
colecciones que remontan al siglo XVI, tenemos 500.000 obras de las cuales
70.000 fotografías en la colección, lo que es absolutamente enorme. Hay muchas
a cosas a desarrollar alrededor de esto. Y lo que me interesa aquí
particularmente, es lograr hacer el vínculo entre el arte del pasado y el arte
del futuro de cierta manera. Lo que sería imposible en otro lugar, pero aquí
absolutamente posible. Y finalmente que el proyecto pedagógico de esta escuela,
sea basado en esta especie de bagaje que hace un ecosistema único en el mundo.
Entrevista a Nicolas Bourriaud en Vistazos Críticos.
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