Centro Cultural y
Educativo Español “Reyes Católicos”.
Es
una apuesta importante realizar una exposición sobre el asunto de la gráfica,
sobre todo cuando entendemos por esa palabra una técnica que se ha emparentado
tradicionalmente al grabado. Pero en esta ocasión esta exposición curada por
Anne-Marie Blondeau, reúne cinco artistas que asumen la gráfica particularmente
en el dibujo pero sobre diferentes soportes: pedazos de pintura de pared
(García), hojas cuadriculadas de cuadernillos de notas (Cubides), fotografía
(Jurado), tela (Aguirre) y papel (Esquivia-Zapata). Sobre este aspecto Blondeau
afirma:
“De
un grafismo se intuye inextricablemente un soporte, con una salvedad: la real
complejidad se encuentra en el entendimiento sobre si la primera línea, ese
desplazamiento del punto, fue proyectada primero sobre una superficie o se
proyectó inicialmente en la imaginación del artífice. El huevo o la gallina.”
En
efecto tal como lo afirma la curadora, el soporte es fundamental para ese
grafismo que se instaura como un trazo que da consistencia a una idea; parte
fundamental de toda aventura estética. Cinco artistas con cinco obras de
calidades formales y conceptuales muy diversas y desiguales, pero creo que un proceso curatorial de esta envergadura, la
igualdad es lo que menos se busca. Como se trata de realizar un vistazo crítico
que rinda honor a esta aventura estética, resaltaré algunas obras más que
otras; pero no sin antes anotar, que el CUEE Reyes Católicos, logra ya inscribirse
dentro del circuito de las artes en Bogotá, con excelentes exposiciones que
poco a poco hacen de este lugar un sitio obligado para el amante de las artes y
sobre todo porque la exposición tiene una sala muy bella que en esta ocasión se
ha sabido explotar.
Comencemos
entonces por una de las obras que a mi juicio es de las mejores de la muestra
“Escombros” (2015) de la artista Lía García. La artista realiza unos sutiles
dibujos de casas que conforman esa arquitectura informal de las periferias de
nuestras ciudades. Una arquitectura irregular que se va edificando poco a poco
sin control urbanístico alguno generando una estética de la precariedad que en
ocasiones son demolidas pues son construidas sin ninguna norma de seguridad y
por instalarse en las laderas con peligro de deslizamiento. La artista ha
escogido como soporte de sus obras, el desprendimiento de la pintura que cubría
las fachadas de dichas construcciones. Capas sobre capas de pintura han creado
un “territorio” plástico que la artista sabe explotar, configurando una imagen
poco usual dentro del dibujo e insistiendo en la fragilidad de las construcciones
e incluso del dibujo. Así cada pieza irregular rompe con “la promesa del
recuadro”, bella expresión acuñada por mi colega Pablo Acosta, convirtiéndose
en una especie de isla o mapa sobre el cual emergen esas construcciones.
“ En
esta obras –dice la artista-, se hace referencia a esa arquitectura que se sale
de la planeación urbana, para muchos indebida y desordenada, pero que
constituye nuestro horizonte, que baña las montañas de una geometría no euclidiana, y que rodea los grandes
edificios capitalinos constituyendo el marco y los límites de la ciudad, como
un organismo vivo y creciente.”
Esta
reflexión viene reforzada con una experiencia donde el espectador podía
construir su propia ciudad a partir de un sello donde la matriz de la
estructura lineal de esas casas se agolpa poco a poco llenando la superficie de
una hoja en blanco dispuesta sobre una mesa. La hoja el espectador podía llevársela
o dejarla pegada en la pared. Esta obra tiene una fuerza conceptual y formal en
este tipo de experiencias donde la gráfica se reduce a un virtuosismo sin
fundamento; por fortuna este no es el caso y logra darle la exposición de entrada mucha fuerza.
Jorge Jurado, Serie Memorias Imaginadas II, (2013)
La
siguiente obra que destaco es “Serie Memorias Imaginadas II” (2013) de Jorge
Jurado. Fotografías en blanco y negro de
su archivo personal, sirven al artista para realizar con acrílico una serie de
siluetas que reactualizan la imagen. Reconocemos la Cartagena de los años
setenta del siglo pasado como escenario de esas fotos en las que surgen una
silueta de un individuo y otras formas dentro del universo pop, en la que los
colores planos contrastan con la imagen fotográfica de la ciudad que terminan
configurando la nueva imagen. Jurado nos dice sobre su obra lo siguiente:
“Siempre
han estado presente las composiciones contrastantes, yuxtapuestas, en una clara
confrontación de imágenes y colores; esa característica plurivalente que
conforma la vida del hombre de hoy. Una sección de colores reminiscentes del
arte pop refleja la influencia que tuvo el mundo de los comics durante la
infancia. Convirtiéndose aquellos en protagonistas de una actitud de situación
importante dentro de la composición”.
La
memoria entonces se reactualiza mediante un procedimiento sencillo pero eficaz
generando una nueva vida a esas imágenes que en ocasiones podrían quedarse en
el olvido. Así adquieren una nueva vida y además posibilitan al espectador un
referente formal para construir su propia historia, que si bien es abierta
logra abrir imágenes diferentes a las del punto de partida.
Santiago Cubides, "Cuaderno-Bitácora de Seres Improvisados, (2011-2012)
Santiago
Cubides Gutiérrez y su obra “Cuaderno-Bitácora de Seres Improvisados”
(2011-2012) es otra de las destaco.
Existe un rigor del científico y el desenfado del niño. Una serie de dibujos
(808) realizados, sobre una libreta de apuntes de hojas cuadriculadas, concienzudamente
durante todos los días desde el 11 de noviembre del 2011 hasta el 5 de octubre
del 2012. Cada hoja viene sellada con la fecha en que se realizó este diario
ilustrado poblado por seres irreales y fantasiosos propios del mundo de los
comics. Cada hoja es un universo donde
aparece un personaje que se convierte en
el gran protagonista de una historia aún por escribir. Cada dibujo está
enmarcado y dispuesto uno al lado del otro, uno sobre otro, generando un muro-ventana
donde se puede observar una cantidad de personajillos que tocan en ocasiones lo
caricaturesco. El artista nos cuenta lo siguiente sobre su obra:
“…
el oficio del dibujante que registra los datos de lo acontecido durante las
“guardias” en el periplo habitual de cada día (el dibujante protagoniza al
guardián, al testigo, al reportero, al cómplice, al observador que con ojo
místico lo ve “todo” desde una óptica convulsa pero no irreal digna de la
ficción que envuelve al artista). Partiendo de esa mecánica, el dibujante se
propone registrar el entorno que le rodea haciendo el cuaderno de bitácora de
un trip delirante por ese lugar fantástico que se resigna al nombre de
“cotidiano””.
Es
así como este diario se transforma poco a poco en un bestiario donde esos seres
dan paso a un universo donde el día a día se mezcla promiscuamente con la irrealidad,
con la fantasía. Así el diario insiste en lo habitual como un habitaculum que según el artista acentúa
una relación distinta con la temporalidad y el hecho de ocupar un lugar en este
caso, el del plano de representación.
Carlos Aguirre, Reconstruir el tiempo, (2015)
“Reconstruir
el tiempo” (2015) de Carlos Aguirre, son dibujos de mediano formato de
carboncillo sobre lienzo. Aquí aparecen algunos personajes tomados del universo
Facebook donde las selfies, de sus
“amigos” le dan pie para realizar unos retratos que recuerdan extrañamente retratos
de otras épocas. No solamente porque esos retratos parecen ser de personajes
que se han detenido en el tiempo: un personaje con un sombrero a lo Gardel y
otra mujer que emerge de las sombras a la manera de un tenebrismo que parece una diva del cine en blanco y negro. Aguirre nos
dice al respecto:
“Cuando
pienso en cercanías y distancias, es inevitable pensar en los amigos como
receptores del afecto y de la manera como ejercemos la amistad y hasta qué
punto pensarlos es luchar contra el olvido. El ejercicio de rehacerlos mediante
el retrato es, entonces, reconstruirlos desde el recuerdo y el afecto.
Utilizar
sus selfies de redes sociales, me lleva al punto de leerlos como prefieren
mostrarse, a través de sus máscaras y de sus distancias, y al mismo tiempo
construir desde la memoria de las historias compartidas el efecto edificado
durante años y de la difícil manera de ejercer esa cercanía en el día a día.
Ese día a día que desdibuja y disuelve la imagen en mi memoria, que reconstruyo
a fuerza de fragmentos.”
Si
bien la parte conceptual es aceptable, no podemos decir lo mismo de la parte
formal, que cae desafortunadamente en un virtuosismo que no aporta en nada al
asunto del retrato. Carlos Aguirre es un dibujante excepcional pero en
ocasiones su maestría le ata al oficio dejando de lado algo que a mi juicio es
importante: la técnica al servicio de las ideas. Hoy el asunto del retrato es
tratado de mil maneras y Aguirre decidió asumir la más conocida, la más
sencilla y la menos problemática. ¿Y me pregunto por qué razón? ¿Quizá ese “reconstruir el tiempo” se ata inevitablemente
a una nostalgia por un pasado representacional que ya no emociona hoy en día?
Si bien sus retratos están supremamente “bien hechos” hace falta algo que lleve
sus obras a una conceptualización, ejemplo de eso es el trabajo de Oscar Muñoz quien
trascendió el virtuosismo del dibujo para problematizar el arte o más
recientemente Carlos Alarcón quien usa el dibujo con una técnica impecable o quizá Eduard Moreno quien también es un excelente dibujante. Carlos Aguirre con la amistad que ma ata a él, y espero lo entienda de esa manera objetiva y nada personal, tiene con qué hacer excelentes obras y esperamos verlas pronto.
Daniel Esquiva-Zapata, Pamela, (2015)
Algo
similar, pero menos afortunado, incluso en la técnica, es el caso de Daniel
Esquivia-Zapata quien apoyado en un dibujo de muy cuestionable factura, intenta
representar un asunto de la intimidad: “Pamela” (2015) es una obra realizada
con grafito donde la correspondencia sirve de soporte a una orquídeas que
emergen de un follaje realizado con cierta artificialidad. Claro esta imagen
romántica es algo mejor lograda donde antes veíamos a un personaje, cuyas
extremidades y manos dejan ver un cierto grado de falta de oficio. Sin embargo
para no ser tan severo con este joven artista, se le abona el hecho de intentar
construir una historia, de tratar de narrar algo, pero la técnica se le
convirtió en un obstáculo. Es decir, lo que le sobra
a Aguirre le hace falta a Esquiva-Zapata.
Resta
aplaudir el interés de su curadora por actualizar la práctica de la gráfica y
atreverse a ponerla a dialogar con el exigente contexto del arte contemporáneo.
Bravo por ella y por los artistas que de una u otra manera asumieron el reto.
Ricardo
Arcos-Palma.
Bogotá,
solsticio de luna, 9 de diciembre 2015.
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