Miguel Sopó (Zipaquirá 1918 – Bogotá 2014)
Por Christian Padilla
Entre 2007 y
2011 frecuenté al maestro Miguel Sopó para una serie de investigaciones que
tomarían la forma de un capítulo en el libro “La llamada de la tierra: el
nacionalismo en la escultura colombiana” y el documental dirigido por Mario
Opazo “Miguel Sopó: el hombre americano es
de América”. Durante estas visitas
en la casa del escultor, nos atendió a sus 90 años para contarnos sus memorias
de una manera muy lucida, con nombres, detalles y fechas específicas. Sin duda,
fue el mismo oficio de la talla el que permitió una longevidad saludable como
la del artista, siempre firme como un roble.
Con Opazo lo llevamos a
las profundidades de la Catedral de Sal de Zipaquirá para que nos rememorara
sus pasos y los pormenores de la creación. Obstinado y orgulloso, no nos confesó
que casi le da un patatús sino hasta cuando salimos del interior de las minas.
Ese mismo tono obstinado y orgulloso es el que se evidencia en el texto que
presentó a continuación, un texto inédito y aparentemente inacabado que recibí
de su confianza para que lo revisara y corrigiera. Se trata de un documento
impreso de 5 páginas que Sopó debió dictarle a algún asistente entre esos
mismos años. Es decir las memorias de un hombre de 90 años. Al tratarse de un dictado, el documento tenía
numerosas redundacias y errores de redacción que el maestro confiaba en que yo
pudiera solventar. Sin embargo, perdimos contacto y el documento quedó perdido
en un libro hasta ayer cuando recibí la noticia de su muerte por parte de su
hija Carolina Sopó, quien ha recopilado el trabajo de su padre en la página http://www.esculturas-miguelsopoduque.com/.
El documento
aparecía con el título “Esculturas talladas en piedra”, y aunque se ve que es
su especial interés señalar la particularidad de su técnica con respecto a los
escultores contemporáneos suyos, también habla de la pintura y de su vida. Por
eso prefiero simplemente presentarlo hoy como Sopó visto por Sopó.
Christian
Padilla
Sopó visto por Sopó
Talla directa es
el proceso que utilizó Miguel Ángel en su famoso David de cinco metros de
altura que hoy decora la Galería de la Academia en Florencia. Este sistema
consiste esencialmente en que el escultor coge el cincel y la maceta, y
habiendo previamente concebido en su mente la figura que el bloque de mármol
contiene, y sin otros instrumentos como pantógrafos u obreros auxiliares, crea
una escultura que siempre está dentro de la piedra. Este proceso de la talla
directa tiene sus compromisos técnicos pues al final de su realización no le
debe faltar un centímetro o sobrar algo del bloque total. En otras palabras, el
escultor de la talla directa sobre el bloque de mármol o piedra conoce a
profundidad los detalles de su oficio.
Este duro y
abnegado sistema de trabajo ha sido abandonado en su totalidad en los últimos
cien años en cualquier parte del mundo. Hoy el escultor realiza un boceto de
veinte centímetros, lo entrega a los obreros que multiplican por diez sus
dimensiones, luego lo tallan o lo funden sin ninguna intervención del escultor
que creó el original. El escultor Miguel Sopó, con un poco de locura y otro de
cariño a su oficio y al material dado, ha resuelto tallar en forma directa un número
considerable de esculturas, por ejemplo “La maternidad” que hoy se encuentra en
el Museo Nacional, de un tamaño bastante mayor que el natural[1].
En el Hospital de la Hortúa se encuentra una estatua tallada en forma directa
sobre un bloque de mármol de Colombia, de mayor dureza que el de Carrara. Esta
figura –que de pararse tendría tres metros y medio de alta- fue una obra
realizada con paciencia y tenacidad durante un año. Aquí no se vieron
pantógrafos ni obreros auxiliares que disminuyeran la fatiga.
Hablemos de otro
tipo de escultura que está en la glorieta norte de Tunja como “Monumento a la
raza aborigen”. Allí hay una composición formada por dos figuras; un hombre y
una mujer de cinco metros de altura, cuya realización se llevó a cabo en el
lugar donde están hoy las estatuas. La obra fue realizada talla en forma
directa de la piedra, o sea que el escultor valiéndose de un cincel y una
maceta, quitó un poquito del sobrante de esos enormes bloques de piedra.
En la Catedral de Sal de
Zipaquirá hay varias obras talladas en piedra con el mismo sistema. Es el caso
de la escultura de aproximadamente seis toneladas de peso y dos metros de
altura. El proceso de esta obra se realizó en un noventa por ciento en la cantera
donde estaba el bloque original. En la misma catedral hay un relieve en piedra
que representa a los obreros tallando el cerro o modelando la obra escultórica
más grande de la humanidad. Esa obra tiene en mi concepto la originalidad, o
sea, que no es copia ni tiene semejanza con ninguna otra obra creada con
anterioridad en ningún lugar del mundo.
A la entrada del
parque de salinas de la Catedral de Sal hay un relieve tallado en piedra, de un
tamaño de diez centímetros por dos metros y veinte centímetros de altura,
decorando el arco de ingreso. Esta obra fue la primera escultura tallada en
forma directa y sin guía de moldes, sin maquinaria u obreros. Se realizó en
homenaje a los mineros primitivos que elaboraron la mina de Zipaquirá a tajo
abierto, es decir que encontraron la sal sobre las rocas de piedra del macizo
que hoy es la base de la antigua y nueva Catedral de Sal.
En Italia tallé
en mármol de Carrara varias esculturas que iban con destino a una importante
galería de Roma, pero que las circunstancias llevaron a representar a Colombia
en la Internacional de Venecia en 1957. Todos los escultores hemos luchado por
exhibir una escultura en la Bienal de Venecia, y allí fueron exhibidas en dos
grandes salones dedicados a Colombia las obras que fueron talladas en mi
estudio.
En el curso de
los años he tallado otras esculturas, especialmente en Estados Unidos donde
gané el primer premio de escultura del Museo de Detroit, participando con los
escultores de Michigan. También gané el primer premio el en el 12° Salón
Nacional de Cerámica y Escultura de los Estados Unidos con la obra “El viento”[2].
Además gané el premio internacional de la Guggenheim Foundation en competencia
con los escultores, pintores e intelectuales de América Latina[3].
Aprovechando este premio, entre otras creaciones, realicé en talla directa en
madera una escultura que representa a un minero primitivo, un indio. La
característica que tiene la figura en general es de vigor, de poder, de fuerza.
Sus brazos son símbolo de fortaleza, no de gordura. Con esta escultura aspiraba
a presentar en Colombia una nueva forma que rompiera la tradición rutinaria
española de la cruda copia al natural o el muralismo traído de México por los
grandes pintores colombianos, pero infortunadamente esta obra quedó bajo la
custodia del Museo Nacional durante los años que duré en Europa. Allí fue
exhibida libremente y aprovechando el concepto vigoroso, original para la
escultura nueva en Colombia fue retomado por el pintor Fernando Botero que en
ese entonces estaba haciendo sus primeros pinos. No quiero decir que Botero
haya copiado la escultura, pero aprovechó la composición revolucionaria
presentada aquí para lanzar las famosas gordas.
Tengo un gran
respeto y reconocimiento por los profesores que en la Escuela de Bellas Artes
se esforzaron al máximo por darnos algunas bases, pero citemos este caso: “La
angustia”, obra tallada en piedra caliza que se encuentra en el Museo Nacional
representando a mi gran amigo y profesor, José Domingo Rodríguez, fue modelada
en arcilla, pasada a yeso y finalmente pasada a la piedra por un hábil
tallador. No conozco de mi profesor ninguna obra tallada en forma directa por
él, solamente unas pequeñas piezas en madera. De Carlos Reyes Gutiérrez, que
figuraba como un profesor muy valioso llegado de Italia con una gran sapiencia,
no oí una palabra que se refiriera al quehacer o cómo hacer en mi obra. Tampoco
conocí en el ambiente colombiano una obra de gran valía hecha por él. En otras
palabras, quiero explicar que con todo el respeto que merecen los escultores de
Colombia, ninguno que yo sepa y conozca ha tenido el coraje de realizar
esculturas en la forma en la que yo las he realizado; esto en Colombia, pero me
atrevo a decir casi con seguridad, y con un poquito de pedantería que no
encuentro escultor en competencia en los últimos 50 años ni en América ni en
Europa por una simple razón: porque se cambiaron los sistemas de trabajo y los
escultores han tomado el camino fácil de la realización.
En el campo de
la pintura debo decir que soy absolutamente autodidacta. Hago dibujo con el
propósito de hacer escultura y en muchas ocasiones le adiciono color sin que
tenga la vanidad de decir que soy pintor. Realicé un mural de dos metros por
cuatro que está en la alcaldía de Zipaquirá y que es homenaje a los mineros que
tallaron la Catedral de Sal. Con todos los elogios que ha recibido esta obra,
no considero que sea una obra maestra del mural. Sin embargo, la realicé recién
llegue con el conocimiento de la pintura
mural hecha en Italia, en la iglesia de Francisco de Asís, con colores
minerales y arena, a la manera de los antiguos albañiles que pintaban sus casas
con estas técnicas que recogieron Giotto y Cimabue.
Llegué a
Colombia con la ilusión de hacer algo en la pintura mural después de ver la
obra de Giotto. El gran entusiasmo me hizo dictarles unas charlas a mis amigos
en Zipaquirá y en conjunto resolvimos que haríamos unos murales enormes para
decorar el gran jardín de las salinas. Hice dibujos, acuarelas, proyectos a
escala y lo presente a los dirigentes que tenían que ver con el desarrollo y
trabajos de la sal que entonces estaba a cargo del IFI[4].
Allí exhibí los proyectos y dicté una charla a los directivos de esta entidad y
todos estuvieron de acuerdo en que se realizara la totalidad de estos murales.
Infortunadamente, la ambiciosa tarea de decorar las salinas con quince grandes
obras murales no se realizó. Recogí esos dibujos y con ellos decoré un libro
que se titula “Historia de la sal de Zipaquirá”.
Otra parte de mi
obra podría llamarse “Los Cristos de Miguel Sopó”. Hay uno en bronce de cuatro
metros de alto que decora el ámbito de la capilla de la Ciudad Universitaria.
Esa figura ha sido profusamente elogiada, por su vigorosa anatomía. Otro Cristo
monumental está en el mural de la fachada de la misma capilla, que si se
pusiera de pie mediría siete metros. También el Cristo de la Iglesia del Pilar
en cerámica, de tamaño mayor del natural. En la Catedral de Sal de Zipaquirá,
el descendimiento de la cruz tallado en un bloque de piedra de seis toneladas
de peso, con tres figuras de dos metros con veinte centímetros de alto. Otro
Cristo está en la Catedral de Zipaquirá, en el centro de la ciudad; una
escultura de cuatro metros fundida en bronce que representa la figura de Jesús
en un simplísima expresión de ascensión. El Cristo de la ciudad de Cúcuta
representa la figura de Jesús en su momento glorioso de la resurrección. En mi
estudio se encuentra el original de una figura de Cristo que decora una iglesia
en Ohio, Estados Unidos.
En términos
generales quiero decir que todo cuanto he hecho lo he hecho con gran afecto y
con algo que creo fue el don que la naturaleza me dio: que nací escultor.
Miguel Sopó
Comentarios