LA COMEDIA DE DIOS, DE JOÂO CÉSAR MONTEIRO.
Hay momentos tan afortunados como el que acabo de vivir gracias a mi amiga Céline Ruivo, Directora de colecciones de películas de la Cinemateca Francesa; gracias a su invitación he realizado el encuentro con una de las películas más bellas, divertidas y entretenidas que he visto en los últimos tiempos. Muy poco sabemos del cine portugués a parte del prestigioso Manoel De Oliveira. Bueno me refiero a los amateurs del cine, a los no especialistas, a los espectadores ocasionales como yo, que vamos a cine o vemos una película, la disfrutamos sin luego recordar quienes eran los protagonistas y menos el director. Pero con películas como La comedia de Dios (1995) de Joâo César Monteiro, tan raras y hermosas, como no dedicarle un vistazo crítico, antes de que se me esfume la emoción, y por supuesto no olvidarla como no olvidamos las grandes películas.
Esta película tiene mucho de George Bataille, de Balthus, de Pierre Klossowski, de Maurice Blanchot, es decir de ese universo erótico que tanto me apasiona. Sí yo encontré en ella, muchos referentes literarios y por supuesto algunos cinematográficos como los de la Nouvelle Vague, a quien Monteiro le adeuda enormemente. La historia la protagoniza el mismo Monteiro, quien encarna un personaje que él se inventó en los años ochenta: Juan de Dios. Este antiguo vagabundo experto en la seducción, es el gerente del "Paraíso de los Helados", lugar que se ha hecho famoso por sus helados que tienen nombres tan exóticos como sugerentes. Juan de Dios es muy exigente con la higiene: sus empleadas en su mayoría muy jóvenes, son sometidas a diario a un escrupuloso examen de lavado de manos, de vestimenta y peinados. La preferida de sus empleadas es la recién llegada, Rosarihno, quien es rápidamente iniciada a la degustación de los helados, y al placer del servicio: "No olvides, cuando vendas un helado, siempre ten presente que vas a ser madre algún día", insistía Juan de Dios a todas sus empleadas, tocándoles y besándoles las manos delicadamente.
Hay varias escenas magistrales, como por ejemplo aquella donde Juan de Dios espera fumando, elegantemente vestido delante una mesa sobre la cual hay un colchón rojo de aire. Hay dos ventanas que dejan entrar una luz tenue. Una música de fondo, creo que es "Mild un leise wie er lächelt" de Tristan e Isolda de Richard Wagner. Cuando de golpe Rosarihno entra en traje de baño. Sube unos pocos peldaños que están dispuestos al lado de la mesa y se acuesta boca a bajo simulando nadar. En ese momento Juan de Dios parece seguir sus movimientos en el agua, y danza alrededor de ella. Luego la toma entre sus brazos la voltea tiernamente de espaldas y vuelve a incitarla a que siga "nadando". El ritmo se vuelve frenético. Las manos largas y delgadas de Juan de Dios, se acercan y parecen tocar el cuerpo sin tocarlo. Luego sus manos toman sus pies y aceleran el pataleo. Rosarihno termina días después sorprendida por el viejo, en uno de los baños de la heladería.
Otra de las escenas, es cuando el viejo Juan en su soledad nocturna, muy cerca de la chimenea, comienza a ojear "El libro de los pensamientos". Un libro bellamente empastado, donde él guarda preciosamente pelos de pubis de las jóvenes seducidas. Al lado de esos delicados pelos, Juan de Dios, escribe algunas frases referentes al encuentro con sus jóvenes amantes.
El drama de la película, que hasta ahora está llena de sutileza erótica y humor, llega en el momento cuando la joven hija del carnicero, Virginia va a visitarlo a la heladería. Ella quiere probar el famoso helado "El paraíso", pero no hay. En su lugar Juan de Dios le da a probar otro y le promete que la próxima vez probará ese helado y que puede visitarlo cuando quiera. Pero la chica impaciente, le insiste que esa noche su padre y sus hermanas no estarán en casa y que ella podría irle a ver a su casa. El viejo acepta la invitación con cierto pudor. Finalmente la espera como ha hecho con sus otras amantes. Pero esta vez, la tensión aumenta por lo prohibido de la relación. Casi un ritual. Llega la hora esperada, diez de la noche, suena el reloj y a los pocos segundo el timbre de la puerta. Ella le ha llevado cola de vaca que tanto le gusta al viejo.
Luego de todo un ritual, la copa de champagne, los dulces, la chica que se llama Virginia, se prepara al baño. Pero es un baño que Juan de Dios a preparado previamente con varios litros de leche. De ahí saldrá, le dice, mientras le baña su cuerpo, uno de los mejores helados perfumados que su heladería haya vendido. La escena logra aumentar la tensión del espectador a medida que los dos comienzan a jugar con la leche.
Luego al otro día, Juan de Dios es interpelado por el Carnicero, el padre de ya no virginal Virginia. El contraste de los cuerpos: el carnicero gordo y corpulento frente al enjuto y delgado cuerpo de Juan de Dios hace prever un desenlace nefasto. Juan de Dios es llevado mal herido directo al hospital.
Luego mucho tiempo después, suponemos él regresa recuperado a la heladería donde trabajaba. Ya ha sido tomada por lo ice cream de los americanos. La dueña Judite al verlo, quien era la misma que lo había contratado antes como gerente, lo hecha no sin antes gritarle a la cara, lo mal que se portó con ella, al seducir a todas sus empleadas, y lo peor al escandalizar a todo el pueblo con el famoso helado, hecho con los aromas del baño de leche con la joven Victoria.
Juan de Dios regresa a su apartamento, que está todo destruido y plagado de palomas; hay insultos a manera de graffitis y el símbolo nazi en una de las paredes. Él se acerca a la chimenea y encuentra los restos de su "Libro de los pensamientos" que ha sido incinerado. El abandona el lugar y la película que duró 163 minutos termina. El público de la sala, que reía divertido durante buena parte de la película, salió en silencio con un cierto sabor amargo.
Joâo César Monteiro realizó este homenaje a la cultura francesa a través del helado. La crítica a la industria cinematografía americana (a una parte de ella por supuesto), es evidente a su reacción y crítica con el ice cream, que es según él, banal y sin sentido. Varios guiños a la cinematografía francesa se ven en su película como cuando lo visita un afamado heladero francés, Antoine Doinel, mítico personaje inventado por François Truffaut. El "actor" que representa a Doinel es el crítico de cine Jean Douchet, y quién le grita al probar uno de sus helados "Este helado señor, es una mierda!!!". La película con bastante humor y una fuerte dosis de erotismo, nos recuerda a uno de los más grandes de la vanguardia cinematográfica portuguesa. Solamente Monteiro es capaz de hacer películas que tocan el escándalo como una de sus últimas "Branca de neves" (2000), donde no se ve practicamente nada solo un fondo negro y uno que otro flash de un cielo durante toda la película. Pero se oye un diálogo. Película donde no hay nada que ver, "un excelente film para invidentes" dijo en su momento Monteiro, quien fue acusado de malversar fondos del estado. Al respecto Manoel De Oliveira dijo: "La polémica pública no me interesa. Sólo me interesa el aspecto cinematográfico y artístico. Y sobre eso puedo decir que es el mejor filme de Joâo César Monteiro. Es una obra extremadamente valiente y un fortísimo golpe al charco de esa vieja manía de que el cine es movimiento (...) Con esta película, el cine portugués da un nuevo paso de vanguardia".
Resta recomendar a este autor, sus películas y en particular esta que acabo de narrar brevemente, pues son unas verdaderas joyas que hay que ver una y otra vez. Incluso aquella donde no hay nada que ver.
Ricardo Arcos-Palma
París, 20 de diciembre del 2013.
Comentarios
Quiero indicar con lo anterior que me sorprende la crítica tan negativa que merece esta película del portugués Joao César Monteiro, para una bitácora tan celebrada como "Filmaffinity". Y es la única crítica que aparece de esta cinta. Y es demoledora.
Pero el caso es que a mí me parece una buena película. Llena de sugerencias, de matices, de muy bellas secuencias, etcétera.