CARLOS GARAICOA:
FIN DE SILENCIO.
Una evento artístico como la Bienal de la
Habana, es tan difícil para que un crítico de arte pueda elaborar una mirada
acertada, dado su dimensión. Por ello, es mejor asumir la visión del curador y
escoger una que otra obra para poder hablar de la bienal sin pretender agotar
el tema. Pero bueno ¿acaso esto no es propio de la crítica de arte, escoger y
hacer visible? Así pues, sin temor a usurpar terrenos del curador, haremos una
escogencia de algunas obras para hablar de ellas, si el tiempo y el entusiasmo
nos alcanza. Por ahora dedicaré este vistazo crítico a una obra en particular,
porque logró conmoverme y hacerme confiar de nuevo en el arte contemporáneo,
pues dado la cantidad de obras que hoy se han vuelto a la fuerza “prácticas
relacionales”, sobre todo en nuestro contexto colombiano, hemos visto reducido
el arte a simple plotters, fotografías de muy mala calidad pegadas en la pared,
de lo que fue un proceso. El arte parece demasiado confiar en los procesos y lo
que nos expone solo son tristes y desafortunadas imágenes de lo que fue eso. Ojalá
varios de nuestros jóvenes artistas pudieran ver obras como la de Garaicoa,
para que puedan ver que el arte aún se puede hacer con calidad.
Al ver y experimentar la obra “Fin de
silencio” del artista cubano Carlos Garaicoa, sentí que el arte y la materia
seguían diciendo algo. Pero ese seguir diciendo algo, no solamente a los
expertos, al crítico por ejemplo o a un artista como Germán Arrubla quien me
acompañó en el recorrido de la exposición, sino también a un profano como
nuestra querida hostelera habanera, Bárbara Urquiza Ramírez quien también se
sitió conmovida por la exposición. Pero ¿por qué razón esta exposición nos
conmovió y nos emocionó a los tres y quizá a muchos más? Sin más preámbulos
echemos un vistazo crítico a esa obra que desde mi punto de vista fue la mejor
de la bienal.
En el segundo piso del
Centro Wifredo Lam, en una de sus salas, entramos al lugar en penumbra y se nos
indica que debemos quitarnos los zapatos. Vemos inicialmente una proyección
video en blanco en negro que filma en cámara lenta unos paseantes en
contrapicado. Solamente sus pies. En la imagen-vídeo podemos reconocer algunos
nombres comerciales en el suelo. Luego vemos una gran imagen como si el artista
hubiese tomado un pedazo de suelo de la calle. Se puede ver el deterioro de la
calle, las letras dispuestas y, el color grisáceo y envejecido de la calle. Pensé
que Garaicoa había reproducido tal cual con granito esos fragmentos de la
calle. Pero a nuestra gran sorpresa al caminar sobre ellos, el material era muy
suave: al tocarlo descubrimos que eran tapices, a la manera de los antiguos
gobelinos. Nuestra sombra se mescla con las sombras tejidas en los tapices. El
diálogo de la obra con el espectador es bastante sencillo gracias a la
iluminación y la disposición de los tapetes y videos. Eso fue realmente
emocionante. El tromp-oeil una vez
más volvía a maravillarnos en el arte. Pero ese artilugio técnico realizado
solamente por expertas máquinas y operarios (sin duda no fue el artista quien
los hizo), no es todo lo que nos sorprende. Más allá de la excelente factura,
lo que sorprende es la carga conceptual
que se convierten en un dispositivo plástico-crítico.
La instalación está
conformada por vídeos que nos muestran los nombres de esos antiguos almacenes y
varios tapices de gran formato que están dispuestos sobre el suelo; cada uno de
ellos, hace referencia a algunas de firmas de antiguos locales comerciales de
La Habana, que estaban escritos sobre granito. Pero tales nombres han sido
reemplazados (aunque guardando la misma tipografía), por otra frases que tienen
una gran carga simbólica: El Volcán Estallará Iluminados Esperamos, La Lucha, Fin de Silencio, Sin Rival-Sin Miedo, Pensamiento, Sin rival y Reina.
Estos textos, como pudimos comprobarlo, hablan particularmente al habitante de
la habanero, pues él, como en el caso de “Bárbarita”, reconocía inmediatamente
la calle y sobre todo creaba un vínculo con la nueva frase. Sin embargo está
obra es universal. El artista al escribir la La lucha es de todos, hace
referencia a ese viejo lema que es ya ideológico en sí mismo y que vuelve a
poner en evidencia la idea de la utopía del pueblo como vestigio y ruina,
elementos estos característicos en la obra de Garaicoa.
Fin de silencio, alude al nombre de un almacén que se
llamaba Fin de siglo. Aquél almacén de marca que ya no existe en La
Habana, se hace referencia a la comunicación. ¿Cuál silencio? ¿Qué se dice? ¿Se
escucha algo? Son preguntas que surgen entre otras para complejizar esta obra. Con
la misma tipografía, el artista logra mostrarnos la continuación de una serie de trabajos que comenzó en 2006 donde el espacio
público y la urbano arquitectural fue el pre-texto para la intervención sobre
fotografías de rótulos y suelos de calles y plazas de la ciudad habanera. Esta
instalación nos habla de un contexto particular, donde el comercio privado ya
no existe como antes en una economía frágil como la cubana esperanzada
desafortunadamente en el turismo a causa del bloqueo económico, donde la
política se emparenta a la arquitectura, que se restaura, se edifica, se
arrasa, se conserva o simplemente se deteriora y cae en ruina. Esta obra de
Carlos Garaicoa, es sin lugar a dudas una de sus obras magistrales. Es lo mejor
que yo he visto en estos últimos tiempos, no solamente por su factura (insisto
en ello) sino también por su sugerente carga conceptual.
Ricardo Arcos-Palma.
La Habana. Mayo del
2012.
fotos: Archivo Arcos-Palma.
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