Vistazo Crítico 78: Las máscaras en Esfera Pública.




De replicantes, sustitutos, heterónimos, seudónimos y otras mascaradas en Esfera Pública.

¿Con quién estoy hablando? ¿Cómo sé que estoy hablando con aquel que se dice llamar tal y pascual si no veo su rostro? El diálogo, si acaso este existe en una “comunidad” en la Internet (Esfera Pública es un ejemplo), se ve opacado en ocasiones por la máscara de uno de los interlocutores. Encapuchados los llama Jorge Peñuela con mucha desconfianza y lo comprendo. Su desconfianza se fundamenta, intuyo, por la falta de garantías que existe en un país como el nuestro donde múltiples crímenes y atropellos se han cometido bajo una máscara. Pero al mismo tiempo, y aquí encontramos una paradoja en este asunto, la máscara o la capucha protege. ¿De qué? Me preguntarán ustedes. De los sectarismos, de la censura, de las exclusiones, etc. Así parezca extraña esta afirmación, debemos tener en cuenta que en ocasiones el medio es implacable con los que se atreven a opinar con voz y rostro propio. De ahí que condenar al encapuchado, como lo demanda Peñuela puede también ser peligroso. Recordemos la denuncia que hizo en su momento la Senadora por el partido Uribista Gina Parody sobre la supuesta complicidad de las directivas de la Universidad Distrital al tolerar encapuchados en su universidad. Recuerdo las palabras del Rector Carlos Ossa, insistiendo en la falta de garantías para los que protestaban, en un país donde precisamente hablar con el rostro descubierto no solamente era un acto de valentía sino también asumir con certeza el ser un posible blanco de la intolerancia. En estos términos el asunto es muy complejo de resolver. Un célebre encapuchado es el “Sub-comandante Marcos” del cual sabemos que no es un sólo individuo.




¿Qué legitimidad tiene la voz de aquél que se esconde, oculta o se hace invisible tras un alter ego? Esto está aún por verse. Para contribuir a pensar el asunto veamos lo siguiente: En el campo de la literatura y la filosofía, estas máscaras, tienen una función distinta: entre los más relevantes encontramos a Jorge Luis Borges, Bioy Casares y antes de ellos a Fernando Pessoa (Ricardo Reis, Álvaro De Campos) y sus innumerables heterónimos, a Sören Kierkegaard (Víctor Eremita) al mismo Friedrich Nietzsche (El Anti Cristo, Dionisos, El Crucificado), Walter Benjamin (Agesilaus Santander), François Marie Arouet más conocido como Voltaire, entre muchos otros.




Ahora bien, en el caso que nos ocupa, podemos afirmar que existe algo de dramaturgia en los diálogos y debates de Esfera Pública; ya Carolina Cerón lo enunció en Magazine 2 (1): se asumen poses y posturas, se utilizan falsas voces como un buen ventrílocuo, se asumen roles y papeles al mejor estilo teatral, en ocasiones de personajes secundarios y en otras principales. Todo esto haría parte de una nueva escena comunicacional donde –ya Walter Benjamin lo presentía en los años treinta del siglo pasado-, el palabrerío (bavardage) terminaría dando consistencia o inconsistencia a la comedia comunicacional. Como último reflejo nos queda la risa. Pero la risa también es excelente, no hay que olvidarlo, así la filosofía en un principio haya intentado condenarla al silencio. Por lo tanto toda condena a esos nombres sin rostro es irrelevante. Muchas veces he discutido eso tras bambalinas, con el mismo Jorge Peñuela y con Pablo Batelli. ¿Quién es quién en esfera Pública? Nos improvisamos en detectives y a veces atinamos; por ejemplo supimos que Gina Panzarowsky no es ella sino él. Pero interesante dialogar con esta seudónimo, tal vez no lo sería dialogar o debatir con su verdadera identidad. Varios seudónimos y alter ego en Esfera Pública han contribuido al diálogo y al debate, aunque en muchas otras lo han obstaculizado: Paquita la del Barrio a quien extrañamos mucho, Pedro Falguer, improvisado y fugaz teórico de la comunicación que intentaba dar cátedra y Jonás el Ballenero, no perdón, este apareció solamente en Columna de Arena, entre muchos otros.



Magritte.


A veces pienso que estos personajes, amparados en el anonimato que proporciona el computador, logran ser unos teloneros importantísimos. Por ejemplo en el reciente debate Sin título (17 de septiembre 2009)(2) le dan de nuevo la palabra aquel quien ha sido silenciado por censuras legibles(3). Estos teloneros, lejos de tener toda legitimidad logran ser unos interlocutores ideales para poder seguir conversando: “Jorge, espero sepa asimilar este “cáustico” proceder. A pesar del medido veneno y de las amplias diferencias con su forma de pensar y escribir, hay interés por alentar el diálogo, no silenciarlo.”(4) Las identidades son bastante engorrosas, pero sin duda dan rostro a la palabra y las máscaras logran generar diálogo allí donde los que tenían voz propia lo habían entorpecido. Por eso comprendo el enfado y el llamado de Jorge Peñuela. Sin embargo, creo debemos garantizar aún el anonimato, pues en ocasiones este logra generar una reflexión como en el caso de Peñuela y el Televidente Triple A.



El Santo y Blue Demon.



BatMan


Los enmascarados han crecido con nosotros querámoslo o no. El imaginario colectivo está lleno de súper-héroes enmascarados y de villanos sin máscaras: desde el Zorro, hasta el enmascarado de Plata (El Santo), pasando por Clark Kent (SúperMan), Bruce Wayne (BatMan). Si yo fuera psicoanalista encontraría una perlita en más de un caso en Esfera Pública. Pero como no lo soy me limito a pensar que la influencia del comic americano en nuestro contexto es increíblemente grande, terriblemente grande, pero ¿Cómo evitar tal influencia si crecimos con esos comic? Si seguimos de cerca la iconografía de uno de nuestros grandes artistas: Pedro Manrique Figueroa, encontraremos en sus collages, una gran coincidencia con estas imágenes de la cultura popular. De hecho el artista Álvaro Barrios parece haberse inspirado indudablemente en él para sus collages.


Figueroa.



Barrios.

Ahora bien sorprende como “termina” el diálogo entre Jorge Peñuela y Televidente Triple A: alguien bajo el nombre del administrador de Esfera Pública Jaime Iregui, (será en verdad él) publica un fragmento de la película “Identidad sustituta”, donde se plantea las bondades que esto conlleva en un mundo donde pasamos gran parte de nuestra existencia pegados a la pantalla del computador. Y ahora que escribo esto, me pregunto qué diablos estoy haciendo, intentando pensar lo impensable, perdiendo el tiempo – o quizá sea el tiempo el que me pierde-, como un náufrago en la sociedad de las comunicaciones. Pero qué importa ya lo hemos hecho. Busco en google identidad sustituta de Jonathan Mostow y me encuentro con una página de la que extraigo lo siguiente:

“El tema fundamental que plantea Identidad sustituta se centra en cómo conservar nuestra humanidad en este mundo cada vez más implacablemente tecnológico en el que vivimos”, señala Mostow. “La tecnología es maravillosa. Idealizamos la tecnología y creemos que ésta nos libera y nos permite ser más creativos, productivos y hacer todas estas cosas magníficas. Pero la otra cara de la historia es que en cierta forma acabamos siendo esclavos de ésta. Estamos atados a nuestros teléfonos celulares, a nuestras Blackberries. Es maravilloso tener un correo electrónico, pero cuando nos pasamos horas respondiendo mensajes, éste se convierte en una obligación. De modo que estas nuevas oportunidades y posibilidades que nos abre la tecnología también de alguna manera nos coartan”.”(5)




En efecto, el imaginario colectivo de la literatura, el arte y el cine nos sugieren verdades ineluctables sobre nuestra condición humana, nuestras contradicciones y tensiones. Tener una capucha y no tenerla, ¿quién puede afirmar que lo uno y lo otro es mejor o peor? Lo que si podemos afirmar es que hay enmascarados de enmascarados y las acciones y sus palabras nos pueden dar luces sobre qué tipo de individuo se oculta tras de ella. El niño con perplejidad ve como el Père Nöel, se quita la barba y la falsa barriga y con sorpresa descubre que aquél que le deslizaba los regalos bajo la cama era su propio padre. El encanto se acabó, él parece ya no creer en la navidad, sin embargo, ya adulto, sigue esperando que ese enmascarado le deslice bajo su cama así sea un murmullo. Creer o no en las máscara es sumamente complejo, pero el gusto por las máscaras, por las disfraces es muy humano. En ese sentido la Esfera Pública es pura comedia, quizá tragedia, esfera pública dramática, en el sentido estricto de la palabra, pero ¿qué parte de la condición humana no lo es? Resta saber si todo este dispositivo dramático contribuye en algo al desarrollo de un pensamiento crítico. Amanecerá y veremos.

Ricardo Arcos-Palma. Bogotá, 10 de noviembre del 2009.

notas:
(1)http://esferapublica.org/magazine/index.php?option=com_content&view=article&id=56:del-teatro-la-pagina-o-el-coro&catid=36:la-mirada-del-lector

(2) http://esferapublica.org/nfblog/?p=6167#comment-29080

(3) Las censuras legibles provienen de aquellos participantes en esfera pública, que amparados en la libertad de expresión, bombardean constantemente los diálogos y debates, transformándose en verdaderas interferencias, en puro ruido gramatical, sin aportar nada al terreno de las ideas y las discusiones.

(4) Televidente Triple A: http://esferapublica.org/nfblog/?p=6167#comment-29080

(5) http://porqueyolodiga.blogspot.com/2009/09/identidad-sustituta-la-nueva-de-bruce.html

Comentarios

Camilo Zambrano dijo…
A propósito del vistazo crítico, el domingo publiqué un comentario en la video-guia de la Decana Springer sobre "La violencia en colombia segun botero", y al parecer a los administradores no les gustó mucho y habían omitido su publicación hasta minutos después de comentar que me estaban vetando... no solo son las máscaras que usan los enmascarados para comentar lo comentado y opinar sobre tal o cual asunto... sino también lo que el Gran Hermano de esferapublica decida arbitrariamente qué se publica y qué no...

camilo zambrano