Vistazo Crítico Transversal 20: Treinta segundos. Un vídeo de Claudia Salamanca.



Treinta segundos

Un vídeo de Claudia Salamanca


Por: Ricardo Rivadeneira
Profesor Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional de Colombia


Un poco más de treinta segundos fue el tiempo que tuvo Hernáldo Díaz, alcalde del Municipio de El Roble (Sucre), para explicarle al Presidente Alvaro Uribe Vélez el plan que habían tejido los políticos de su región para quitarle la vida. Generalmente las intervenciones en los “encuentros comunales” se limitan a dos minutos, sin embargo el Alcalde del Roble se alargó un poco más buscando aferrarse al poco tiempo que le quedaba de vida.

La situación se dio en medio del desconcierto del equipo de gobierno que acompañaba al Presidente de la República. Según la descripción de Juan Devis: “Hay conmoción en la sala, la delegación presidencial le ordena callarse, pero él insiste que si no le ayudan y le prometen algún tipo de seguridad, sus días están contados. Treinta días después de su denuncia, el alcalde de El Roble, Hernaldo Díaz es asesinado”[1].

Sin duda, el vídeo que Claudia Salamanca nos propone es algo más que un simple ejercicio visual hecho a partir de un registro que fue televisado en directo[2]. No es precisamente un poema visual como los de Bill Viola ó un regodeo experimental como los realizados por Nam June Paik; no pretende utilizar la imagen religiosa como forma de expresión a lo José Alejandro Restrepo, tampoco se trata de avivar la llama del acontecimiento escénico en la perspectiva de Rolf Abderhalden.

La obra 30 segundos no busca parecerse a muchas obras que hemos visto en la Galería Santa Fe del Planetario Distrital y que tienen en común ese deseo por jugar con la representación como forma de trabajo plástico. Si bien la obra 30 segundos no es pura presentación, sí se acerca mucho a ella.

La idea contemporánea que tenemos de la muerte es como la vida misma: rápida. Y es que treinta segundos es el tiempo justo para insinuar la presencia de la muerte, esa compañía que aparece sin avisar mucho y nos lleva fuera de este mundo. 30 segundos es el tiempo suficiente para recibir una llamada telefónica ó para leer un texto que nos amenaza, 30 segundos dura el comercial de licor o cigarrillos que nos convence de morir, 30 segundos es el momento que alcanzamos a recordar de una prueba de supervivencia de algún secuestrado, 30 segundos tardó Luis Carlos Galán en subir a la tarima en Soacha o Jorge Eliecer Gaitán en salir del Edificio Nieto Caballero, 30 segundos es el tiempo que calculamos para cruzar una avenida que nunca sorteamos; en 30 segundos transcurre la última grabación de la caja negra de un avión, aquel que se dirigía hacia un edificio que tardó casi 30 segundos en caer; 30 segundos dura el último sueño matutino, aquel donde logramos escuchar la voz del muerto que nunca nos abandona. De esta manera la muerte se parece a esa ficción que producen los noticieros a través de la edición y que nos motiva a cambiar constantemente de canales; desafortunadamente la misma ficción terrorista en la que viven mi madre, mi suegra y en general todos los miembros de la familia Colombia que comen en compañía de un noticiero[3].

Lo que nos produce pánico en el registro del alcalde Tito es que la realidad se mezcla de una manera tan certera y macabra con la ficción, pues ya habíamos leído Crónica de una muerte anunciada e incluso visto una serie de películas donde los rascacielos de Manhattan caían en medio del polvo y el desconcierto[4]; sin embargo, en un país mudo y altamente mediatizado como el nuestro, escuchar a un condenado a muerte se convierte en un acto de soberbia incredulidad. Tan acostumbrados estamos a la muerte que ya no la reconocemos cuando aparece... ¡Caramba, eso si ya es algo muy triste¡

Como a tres cuadras de la esquina mortal del Roble podemos escuchar una grabación en la que Ruben Blades canta: “Un carro pasa muy despacito por la avenida, no tiene marcas, pero todos saben que es …….Y créanme gente que aunque hubo ruido nadie salió, no hubo curiosos, no hubo preguntas, nadie lloró” [5]. La canción deja de sonar, sopla el viento cálido de las tierras del Departamento de Sucre, aquel que le rinde homenaje a un prócer muerto también en una emboscada. Nos tenemos que ir, no sin pensar que Colombia tiene en el alcalde Tito a un mártir y en la obra de Salamanca su único evangelio.



[1] JUAN DEVIS, Net Art Colombia: Es feo y no le gusta el cursor. http://www.artenlared.org/sccs/textocuratorial.pdf

[2] El vídeo se puede ver en: http://www.laclau.templeofmessages.com/pages/titospa.html, además en: http://www.perpetualartmachine.com/component/option,com_gallery2/
Itemid,50/lang,en/?g2_view=core.ShowItem&g2_itemId=83923

[3] La idea hace alusión al texto: “¡Perdón¡, pero alguien gritó, alguien lloró, realidad o ficción…No podrás cenar sin tu noticiero, no podrás hacer tu digestión…” de la canción “Sin sobresaltos” de GUSTAVO CERATI y HÉCTOR BOSIO, en, Signos, CBS, 1986.

[4] Esta idea pertenece al profesor Guillermo Santos y se explica mejor en su texto “Sobre la fotografía como una forma de predicción: una visión de la medusa”, en, Reflexiones, III Exposición y ensayos de profesores del Departamento de Artes Visuales, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2005, págs. 155-171.

[5] WILLIE COLÓN & RUBEN BLADES, “Pedro navaja”, en, Siembra, Fania Records, 1978.

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