Vistazo Crítico 46: Deribera Bluebox


“HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE” O EL MATRIMONIO COMO UN ACTO ESTÉTICO.

Por Ricardo Arcos-Palma

Entremos en el corazón de la cuestión. Mi tarea, pienso,

debe tener por objeto dos cosas sobre todo: mostrar

la importancia estética del matrimonio e indicar

como la estética, pese a los múltiples obstáculos

de la vida, se deja mantener”.

Sören Kierkegaard. La legitimidad estética del matrimonio.

En estos tiempos donde los rituales de orden religioso como el matrimonio tienden a desaparecer o más bien, a perecer por el resquebrajamiento de los convencionalismos sociales, como cuando las comunidades gay y lesbiana acuden al altar para legitimar su condición de ciudadanos, como en el caso español, pese a la ira del Vaticano, los artistas intentan darle un golpe de gracia a este sacro ritual. Durante el mes de octubre del año pasado, se llevó a cabo la V Bienal Internacional SIART en La Paz Bolivia en la que participé como jurado. Durante el evento hubo en particular un performance que acaparó la atención de los medios por el escándalo que generó: la obra “Hasta que la muerte nos separe” de Deribera Bluebox. Esta obra creó conmoción en la opinión pública al servirse de uno de los actos litúrgicos más sagrados de la Iglesia Católica: el matrimonio. Pero el asunto que va más allá del escándalo, es sumamente importante para preguntarse, así esta obra no haya ganado ninguna mención, ¿Por qué dos artistas deciden casarse y hacer de este acto “una obra de arte?”.



La obra se desarrolló como toda ceremonia: invitados a el sacro recinto, la iglesia de Santa Rosa de la Florida, en una de las zonas más prestigiosas de La Paz, los padrinos e invitados pertenecían al mundo del arte. La iglesia estaba atiborrada, y uno que otro feligrés, que no se pierde un solo evento religioso, estaba apostado curioseando a los alrededores. La ceremonia se celebró como de costumbre: los novios Deribera Bluebox ( el arquitecto y artista boliviano Eduardo Rivera Salvatierra) y Daniela Meneses (artista chilena), que habían realizado el curso prematrimonial, escuchaban atentamente al padre. Los padrinos los curadores Cecilia Bayá y José Bedoya, fueron los encargados de entregar a los novios. Luego de la comunión de la cual varios de nosotros participamos, el padre les dice que si se aceptan por esposos. Ante la afirmativa de los novios, el sacerdote les da la bendición declarándolos marido y mujer. Ellos se besan apasionadamente y los aplausos no se hicieron esperar. El arroz y las flores llovieron a la salida de la iglesia; los novios montaron en la limosina y se dirigieron a la fiesta de recepción que se desarrolló en el Museo de Arte donde esperaban ansiosos la comunidad artística paceña.




En el trayecto hacia el museo, entablamos una discusión entre Ramiro Garavito el curador de la bienal y Marco Tonelli el historiador y crítico de arte italiano quien también fue parte del jurado. Pese a que nos une una enorme amistad con Marco, tuvimos una discusión bastante acalorada sobre si ese performance era una obra de arte o no. Marco fue bastante radical al afirmar “si eso es una obra de arte yo dejo de hacer lo que hago y me retiro del mundo del arte”. En la discusión estaba el asunto de aceptar que todo es arte como lo ha dicho sin tapujos Arthur Danto. Si esto es así decía Marco Tonelli, “un artista podría asesinar a alguien y argumentar en efecto que el crimen es una de las artes”. Garavito sostenía que en el ambiente local era importante una obra como esa, pues no sólo cuestionaba la institución religiosa sino además las formas como ella impide que personas del mismo sexo se casen. Claro los novios eran hombre y mujer, “pero él es gay y ella lesbiana” decía Garavito. La discusión en última instancia estaba girando sobre la ética. Yo intenté y aún lo intento, comprender el por qué de esta obra. Pues el asunto no es saber si es o no una obra de arte – y aquí te pido escusas estimado Marco por nuestra diferencia -, pues la esfera del arte local así lo dictaminó, sino más bien preguntarse el ¿Por qué los artistas deciden asumir un acto de esta magnitud como un acto estético?




Así decido mirar hacia atrás en la historia del arte no para referenciar las obras de arte como haría un historiador tradicional, sino para hacerlas hablar desde un presente. Así al menos lo plantearon Carl Einstein, Aby Warburg y Walter Benjamin, como bien nos lo mostró Didi-Huberman y, por supuesto yo comparto ese método. Veamos primero la pintura del artista flamenco Jan Van Eyck titulada “El matrimonio de los Arnolfini” de 1434 donde vemos a Giovanni Arnolfini comerciante italiano y a su esposa Jeanne de Chenany. Claro esto está lejos del performance del artista paceño, podríamos pensar, pero es en realidad una representación del acto litúrgico así los personajes ya se hayan casado. En este momento podríamos pensar la pareja ingresa a la esfera del arte en un contexto como el de los países bajos, donde las diferentes comunidades conviven gracias a la actividad mercantil. El comerciante hace hace gala de su condición al hacerse retratar con sus más preciados e íntimos bienes: los tapices, el espejo, el sofá, la cama, en suma la alcoba nupcial. Su esposa hace parte de este inventario que incluye el perro. Pero la incursión del artista en el matrimonio como un acto estético en esta época lo hace con una inscripción sobre el espejo del fondo del cuarto : “Johanes de Eyck fuit hic” (Jan van Eyck estuvo aquí). Podríamos pensar que más que una firma de autor es una verdadera incursión en el ámbiente privado de la unión conyugal. Y de ahí podremos deducir que el matrimonio como un acto estético más que una obra de arte en sí es ante todo, un señalamiento, una huella en un determinado contexto un verdadero perfomance.




En pleno siglo XX, la boda del artista francés Yves Klein y su novia también artista Rotraut Klein-Moquay fue considerada por él mismo como un performance: perteneciente a la cofradía de los Rosa Cruz, el artista hizo de esa ceremonia un acto trascendente; de hecho este mismo rasgo lo encontramos en toda su obra: una búsqueda constante hacia la espiritualidad que termina dejando de lado lo material. Existe un vídeo de esta ceremonia, el cual pude presenciar en la retrospectiva que se le consagró a Klein en el George Pompidou en diciembre del 2006 en París. Este vídeo nos da un ejemplo claro del carácter estético de la obra donde la realidad hace parte del arte o dicho de otra manera el arte y la vida se confunden generando una sola instancia.




En la segunda mitad del siglo XX, el artista norteamericano Jef Koons, representante del neo-pop, decide hacer del matrimonio un hecho estético, pero insistiendo en el escándalo a diferencia de los dos ejemplos anteriores. Para ello contrae matrimonio con la pornostar Ilona Anna Staller (Cicciolina). De su matrimonio se desprenden una serie de trabajos que van desde la escultura hasta el filme: una serie de figurillas y esculturas de gran talla, al mejor estilo kischt, y una película porno hacen parte de esta obra.

En Colombia solamente ha existido algunas referencias al matrimonio como un acto estético. La primera de ellas es el performance de Guillermo Marín, quien vestido de novia, asume el rol del ausente novio. Su condición homosexual se acentúa en esta acción donde el ritual se ve suprimido por una “ceremonia” más amplia, alenjandose de acto litúrgico cristiano, y más bien cayendo en un cierto paganismo. Otro caso esta vez realizado no por un artista, fue el del ex-alcalde de Bogotá Antanas Mockus, quien con su novia a mediados de los noventas, decide casarse bajo la carpa de un circo. Encerrados en una jaula y con los únicos (testigos) siete tigres de bengala, los novios se aceptaron como marido y mujer. La ceremonia fue realizada por el padre De Roux. Hasta donde sabemos, hoy siguen felizmente casados, pese al espectáculo circense.

Volvamos al contexto boliviano la artista María Galindo, feminista y anarcoactivista, fundadora de el colectivo mujeres creando, realiza la primera boda estética, contrayendo matrimonio con una lesbiana, antes que las reivindicaciones internacionales pretendan hacer de este hecho una ley como en España o en Francia donde se ha llevado una campaña enorme para lograr esto. Otra boda célebre de la que tengamos conocimiento es la de dos jóvenes artistas Joaquín Sanchez (paraguayo-boliviano) y Narda Alvarado (boliviana) que dicen asumir roles de superhéroes conmemorando los atentados del 11 de septiembre pero desde un punto de vista irónico. La boda se realiza en un apartamento de La Paz.

La obra de Deribera Bluebox y de Daniela Meneses es sin duda alguna un ejemplo más del matrimonio considerado como una obra de arte. Pero aún así hay que evaluar esta obra. Sin lugar a dudas, es un referente importante para el arte contemporáneo boliviano, pero días después cuando el artista, frente a las críticas de la Iglesia, se ve en la obligación de aclarar el hecho en una carta dirigida al arzobispo de La Paz, afirmando que “Yo soy Arquitecto y Artista contemporáneo, siento que la vida es una construcción y como artista vivo mi vida como un performance”, su obra pierde intensidad. Frente a esta aclaración y otras como “Daniela y yo somos cristianos” etc, dejan serias dudas sobre la efectividad de la obra y su contundencia estética. Claro, esta obra no fue una burla al parecer aunque la iglesia boliviana así lo tomó; yo lo entendí como una postura crítica frente al sacro ritual, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia sexual de los novios; pero para el artista al parecer no fue así aunque valga la pena decirlo, está lejos, muy lejos de tener la intensidad y claridad de la obra de Yves Klein que entre otras cosas quedó en un plano extra-estético y se posó en un cierto misticismo. La obra a mi parecer hubiese terminado cuando los novios salieron de la iglesia y tomaron la limocina. La retransmisión en directo del recorrido del auto-nupcial por toda la capital, en la pantalla del patio principal del Museo de Arte, más el vals de los novios fue verdaderamente excesivo. Un verdadero espectáculo, un show que despojó a la obra de su carga irónica. Lo que faltó fue que distribuyeran pastel a todos los invitados. Por fortuna eso nunca sucedió. Creo que a Bluebox le faltó medir el cuando terminaba la obra. Un poco más y nos hacen asistir a la primera noche nupcial, a la mejor manera de Koons, aunque eso sí hubiese sido muy interesante y entretenido. Parecía la obra ganadora de uno de los premios de la bienal, así varios nos lo hicieron saber luego del veredicto, pero por suerte, el arte contemporáneo hoy, ya está lejos del escándalo y el espectáculo, o más bien, eso a nadie hoy le sorprende y por lo tanto pierde todo interés.

Bogotá, 7 de enero del 2008.

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