Vistazo Crítico 33: Martín Roa .



Vistazo Critico 33: Martin Roa o las huellas del vuelo

Pocas veces, la fotografía contemporánea revela (1) aquello que merece ser visto y guardado en la memoria colectiva. Pocas veces, por no decir casi nunca, el artista contemporáneo se compromete con una causa: este es el caso de Martín Roa, artista colombiano, quién realiza una obra bastante interesante. Su producción artística, que se enmarca dentro lo que podemos denominar arte de la tierra (2), (variante del arte de corte ecologísta), se desarrolla desde hace varios años. Su trabajo ampliamente reconocido hasta hace poco a nivel nacional, (pronto estará en Caracas-Venezuela) merece ahora una apertura, pues es digno de las obras de Guiseppe Penone y Frans Krajcberg. Martín Roa, es un artista comprometido con la Naturaleza y con sus habitantes. Qué puede hacer un artista que se compromete con la naturaleza. Ejemplos como el de Joseph Beuys (quién hiciera parte activa del Partido de los Verdes) o el de Frans Krajcberg quién hizo frente a los colonos en la Amazonía brasileña para évitar su deforestacion indiscriminada, son buena muestra de lo que puede el arte y el artista, en casos complejos como estos. El caso de Martín es algo complejo, cierto, pero tal complejidad podremos asirla gracias a su obra. Al inicio puramente pictórica y gráfica, se transformó con el tiempo en fotografía e instalación.
Este vistazo crítico será consagrado entonces a la fotografía, sin por ello restarle importancia al resto de su obra. De manera que podemos comenzar con su obra titulada "Nidos en el árbol" (1996), expuesta inicialmente en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño en Bogotá. Esta obra está compuesta por una serie de textos e imágenes fotográficas, que envian al espectador a un lugar determinado: las selvas del Amazonas y del Putumayo en el sur de Colombia. El árbol es la figura central de esta obra, así como buena parte del proceso artístico de Roa. Bien sabemos lo que el árbol significó para el desarrollo del imaginario colectivo de la Humanidad: en la tradición cristiana por ejemplo, el árbol fue simbolo del bien y del mal (Génesis). En la Edad Media, la Stultifera Navis (Barca de los locos), tenía un árbol por mástil. Cosme (El barón rampante) decidió subir desde niño a los árboles y nunca bajó de ellos, por desdeño de la razón humana que tenía los pies sobre la tierra, según Italo Calvino. El árbol como símbolo de sabiduría, y metáfora del reposo, pues su sombra nos protege de la lluvia y las inclemencias del tiempo. Arbol-refugio, árbol-casa, árbol-libro, donde está escrita e inscrita la historia entera de la Humanidad.
En 1996 la crítica Maria Elvira Ardila (curadora actual del Museo de Arte Moderno de Bogotá), escribía a propósito "...Su obra se acerca a un ritual con la naturaleza, ve su que hacer artístico como algo sacro; en la historia de la humanidad siempre ha existido esa adoración y el culto animista por los árboles y Martín es uno de ellos. Observa la selva como un santuario donde el árbol es un todo, es espíritu, es hogar de los pequeños animales, es leña, es maloca, en fin un universo" (3).
En Nidos en el árbol, la referencia al hogar es evidente: las frases que se repiten y las imágenes tan lejanas y extrañas para el espectador de la ciudad, comienzan a anidar en la memoria: "Fluir, Savia, Sabia...Levantan su mirada al cielo, tal vez intentanto penetrar con su brazos en alto la inmensidad, erguidos y firmes van vestidos de verde, cubiertos de vida, dejando fluir en su interior la sangre-savia que va y viene con el palpitar de la creación (...)". Imágenes fotográficas que nos llevan a un lugar desconocido, luminoso, verde, entramado: "Habitar, Savia, Sabia....De repente reposan su cuerpo sobre la tierra, ceden su espacio azul y perpetuan la interminable unión sobre ella, exploran la superficie, anidan seres y esperan la señal para saber el camino a seguir, pueden retornar a las entrañas y continuar el ciclo vital (...)". "Titilar, Savia, Sabia...Pueden permitir con un canto oración que su cuerpo se deslice entre los dedos de una mano con sangre india, sangre que se confunde con su savia en la multiplicidad de ser puerta, leña o maloca, de cualquier manera siempre estan ahi vivos, anidando en sus nuevas formas diversidad de seres..." (4). Esta obra es una especie de diario, donde la palabra (texto) alterna con la imagen fotográfica. De hecho esta próximidad ya estaba anunciada por Roland Barthes cuando insistía en que "una fotografía no es una fotografía sino un texto". Diario de encuentro entre el artista y ese espacio natural donde el ser humano parece estar en armonía, aunque lo de la actualidad política nos hace pensar en lo contrario.
El árbol es pues, materia y soporte de la obra de Roa. La fotografía se convierte en testigo, mas que en documento, de una acción. La acción de Roa, es transformar la imagen del árbol, con una intervención pictural que desaparece con el tiempo. El artista vuelve una y otra vez con la cámara, luego de la intervención, para fijar el paso del tiempo y la transformación de la imagen que hace cuerpo con el árbol. En efecto existe un movimiento como todo aquello que vive en la selva, pues el movimiento es vida y muerte al mismo tiempo. En la serie "Seres" (2000), el artista realiza una serie de intervenciones in situ, que hacen referencia a esos seres que siguen habitando la selva. Anaconda es una intervención de uno de los árboles de la chagra del Taita Francisco (Pacho) Piaguajé su esposa Isolina Yaigaujé y su familia de la comunidad Siona del Putumayo. Gracias a la sabiduría del taita Pacho, el artista pudo confrontarse consigo mismo para mejor entender en qué consiste el ciclo de la vida y la muerte; la chagra es eso, una porción de tierra que se "destruye" para cultivar, pero que luego de la recolta, de deja en "reposo", para que vuelva a surgir en ella la vida. En ese ciclo, de profundo respeto de la naturaleza, la imagen que papel juega? Primero las intervenciones son éfimeras, pues se adaptan al medio y segundo la fotografía prentende peremnizar esos momentos de transformación. Roa de esta manera prentende acercarnos a esos Seres que habitan ese espacio. Esta obra expuesta por primera vez en el Centro Colombo-Américano de Bogotá en el 2000, me hizo preguntarme en quél entonces: "Cuál es el lugar que ocupa la Naturaleza dentro del mundo de la cybercultura y de la tecnocracia? La obra de M. Roa nos da sin duda alguna la respuesta. Con SERES, Roa no pretende oponerse al desarrollo tecnológico, como suele suceder en este tipo de propuestas. Al contrario el artista nos muestra una serie de imágenes que evocan un lugar que debería ser ante nuestros ojos algo natural. Pero sucede todo lo contrario, la extrañeza se manifiesta frente al desconocimiento"(5).
Efectivamente, el árbol es una manera de vincular lo celeste y lo terrestre. Las hojas en las que se escribe la historia de los pueblos y las raíces que se convierten en su memoria. En la serie "Pan-Coger", se ve una suceción de imágenes fotográficas que nos muestran un ciclo. El ciclo del día, que comienza con el Alba y termina con el Ocaso, títulos de sus obras. Aquí una vez más la intervención del artista, nos hace pensar en la intervención de la Naturaleza y de aquél que la habita con respeto, donde existe una especie de diálogo más que una imposición de la voluntad del colono. Diálogo, porque hay escucha. El verdadero habitante de la Naturaleza dialoga con ella, no la maltrata. Eso parece decirnos las imágenes silenciosas de Roa. Silenciosas pues lo único que se escucha es el murmullo de un mundo tan distante, desconocido pese a nuestra proximidad. En efecto, estas imágenes nos revelan un mundo completamente desconocido. Imágenes que se tranforman en testigos vitales de ese rincón del planeta, que padece la locura de los hombres. Sin embargo bien sabemos que no solamente el árbol hace parte de esos "seres" habitantes de la Naturaleza. El artista, aprovecha cuando las aguas de los ríos descienden, para dibujar en sus playas de arena. Una serie de animales se dibujan poco a poco gracias a las incisiones que hace el artista ayudado de una rama de árbol, como un niño que juega con la arena, dejando unas huellas, que se borraran con el paso del agua a medida que el río crece. Esta obra nos revela la esencia esencial de la obra de Roa: La huella. Pero la huella que deja el artista (al igual que aquél que trabaja la chagra), es una huella casi imperceptible. No es una huella de elefante, sino más bien de un ave. Cuál es la huella que dejan las aves en su vuelo? Su obra es una huella que en realidad no deja rastro en el sitio donde se concibió. Solamente paso por allí. La fotografía entonces deviene una especie de residuo de aquello que es verdaderamente esencial. Un despojo de algo profundamente espiritual. El resto es de actualidad: qué pasará con ese rincón del país, luego de que terminen las fumigaciones inventadas por los "sabios" del norte?

Ricardo Arcos-Palma.
Paris 21 de febrero del 2004.
Archivos Vistazos Críticos.

Notas:
(1). Revelar es propio de la técnica fotográfica. También significa poner en evidencia un secreto que permanecía oculto: "sacarlo a la luz". En este sentido, la obra de Roa es una verdadera revelación, pues pone de manifiesto, ese rincón del país, olvidado por todos salvo por aquellos que hoy le hacen daño por sus interéses económicos.
(2). Land Art, o Arte de la Tierra. La obra de Roa se inscribe dentro del arte de corte ecológico.
(3). Maria Elvira Ardila. Propósitos extraídos del catálogo de la exposición. Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Alcadía Mayor de Bogotá. 1996.
(4). Martín Roa. Propósitos extraídos de la exposición y del catálogo. Nidos en el Aire. Fundación Gilberto Alzate Avendaño. Alcadía Mayor de Bogotá. 1996.
(5). Ricardo Arcos-Palma. Propósitos extraídos del catálogo de la exposición. Seres. Centro Colombo-Américano. Bogotá. 2000.












Comentarios