Vistazo Crítico Transversal 9: El mito del daimon y sus metamorfosis o la literatura como reconstrucción ética
por Julio Olaciregui*
(Texto leído en octubre de 1999 en la cátedra de filosofía "Julio Enrique Blanco", dirigida por Numas Armando Gil Olivera, de la Universidad del Atlántico, Barranquilla-Colombia.)
El mito del daimon, mito platónico del nacimiento de la subjetividad protectora, llamada también conciencia o razón, registrado con sus conexiones a la divinidad en la persona de Sócrates, me servirá de guía en esta búsqueda ética que emprendo gracias a la filiación con mi ciudad, que me dio el saber primero, y con ustedes, la gente del pensamiento, encargados de perfeccionar las almas (1).
Un sueño que tuve me hizo ver que al igual que Sócrates, descrito por Rabelais como un hazmerreír, el mito del daimon podría prestarse a risa aunque fuera tan grave la metamorfosis que ha sufrido hasta nuestros días, como me doy cuenta al leer el periódico de ayer. Hegel, ya lo sabemos, decía que leer el periódico por la mañana "es una bendición realista temprana", y por eso no vacilo en citar aquí el diario Libération del 28 de septiembre de 1999, que titula en la primera página de su sección de cultura, UN DEMON ALLEMAND, para hablar del intelectual alemán Peter Sloterdijk, quien en un discurso titulado "Reglas para la manada humana" pronunciado el pasado mes de julio durante un seminario consagrado a Heidegger, ante un eminente público de filósofos y teólogos, describe a la humanidad como una vasta "manada humana" que sólo se diferencia del rebaño animal porque el hombre se cuida a sí mismo.Y lo cito:
"La característica de la época técnica y antropotécnica es que los hombres se encuentran cada vez más del lado de la selección activa o subjetiva, aun cuando no hayan querido imponerse en el papel del seleccionador (…) debemos apoderarnos del juego de manera activa y formular un código de las antropotécnicas (…) Pregunto ¿una futura antropotecnología llevará a una planificación explícita de los caracteres? ¿ Podrá toda la especie humana lograr pasar del fatalismo del nacimiento al nacimiento opcional y a la selección prenatal?
" El texto de Sloterdijk, publicado sin la menor advertencia acerca de los peligros de esta "selección", recordó de inmediato en Alemania las experiencias y proyectos nazis de creación de una raza aria superior. El filósofo Jurgen Habermas intervino en la prensa para advertir que Sloterdijk, nacido en 1947, "le echa tierra en los ojos a la gente cuando se presenta como un simple biomoralista inofensivo".Y le advierte que no debe olvidar lo ocurrido a la generación precedente.
Podríamos decir que estas son las últimas noticias acerca del debate ético en Europa, y en particular en uno de los países con una de las tecnologías más desarrolladas de la tierra. En Francia, un filósofo, Dominique Lecourt, echa mano de las figuras míticas de Prometeo, Fausto y Frankenstein, para analizar "los fundamentos imaginarios de la ética", el temor de que los descubrimientos de la biología moderna nos lleven a una suerte de "Hiroshima celular", con las sombrías manipulaciones que podemos imaginar. Prometeo, Fausto y Frankenstein aparecerían como encarnaciones de la desmesura humana. Lecourt nos regala de paso una bella definición de la realidad mítica como constituida por el conjunto de relatos que ponen en juego, y a prueba, las soluciones que el hombre, enfrentado con los grandes enigmas de su condición, debe inventar sin cesar para seguir viviendo.
En el caso nuestro, en quienes nos dedicamos a leer y a escribir para ganarnos "el pan coger", es evidente que las múltiples voces que nos hablan desde el fondo de los tiempos, no sólo en los libros sagrados sino en los textos literarios, terminan por unirse en un único murmullo que es nuestra persona, nuestro fuero interno, el ser que nos habita y nos guía tanto en la vida cotidiana como en la búsqueda, en este resolver enigmas que es la vida.
El daimon de Sócrates posee esa particularidad del mito que es el producir más lenguaje, nuevas interpretaciones. Ese "hijo bastardo" de la divinidad, cruce amoroso entre el dios y las madres, vendría a ser, según algunos estudiosos, "una deificación del instinto moral", "el fuero interno considerado como el santuario de la divinidad y el órgano de sus oráculos" o bien "un fenómeno interno que ocurre en la parte más noble de la razón, y la ilumina como una chispa de la razón divina".
Según Platon, el daimon, que en griego significa originalmente "la divinidad", "la potencia divina ", era el signo que advertía a Sócrates cuando iba a hacer algo malo. "Pero ese signo divino no era una cosa extraordinaria en la religión griega, puesto que se admitía que los dioses advertían a quienes ellos querían mediante oráculos, encuentros, augurios o de cualquier manera que les gustara", señala el profesor francés Emile Chambry, traductor de los diálogos. El diccionario griego nos informa que además de ser "la voluntad de los dioses", el daimon también podía definirse como "la suerte", "la fortuna", "el azar", "el destino". Y por extensión el alma, el espíritu, el genio de cada quien.
Cicerón (106 a.dC--46) de su lado, acepta la posibilidad de que los dioses hagan revelaciones a ciertas personas sobre las cosas futuras. "Aquel que se entrega al reposo con un espíritu bien dispuesto para la meditación y que sigue un régimen conveniente puede ver, en sus sueños, presagios verdaderos y de un efecto seguro; el hombre despierto, si cuida su alma, puede también hallar la verdad (…) es lo que repite Sócrates : esse divinum quiddam, quod Daemonium appellat, cui semper ipse paruerit, numquam impellenti, saepe revocanti".
Plutarco (46-125) y Apuleyo (125-170) creen aún el daimon de Sócrates. "La palabra, vehículo del pensamiento humano, actúa sobre los pensamientos del otro, pero de una manera oscura, mientras que el pensamiento del daimon, luminoso, actúa rápido y profundo en nuestras almas; todos los hombres pueden oír esas palabras silenciosas, esas palabras mudas", dice Plutarco.
Apuleyo, el autor del "Asno de oro", escribió un opúsculo en latín llamado "De deo Socratis", que es la más bella apología de este sol interior que nos alumbra. "Entre los diferentes daimons tenemos el Amor y el Sueño, el uno nos mantiene despiertos y el otro nos hace dormir (…) A esa categoría de eminentes daimons pertenece, según Platon, el testigo y guardián atribuido a cada uno de nosotros durante su vida, un juez inseparable, un testigo inevitable (…) Si le acordamos toda la atención que requiere, si buscamos de todo corazón conocerlo y honrarlo piadosamente como Sócrates lo honró con un espíritu de justicia e inocencia, el daimon nos ofrecerá su previsión, su protección en el peligro, mediante sueños, u otros signos, e inclusive con su presencia cuando se necesita, para desviar el mal, hacer triunfar el bien, levantar lo que está por los suelos, sostener lo que vacila, aclarar lo que está oscuro, dirigir la buena Suerte, corregir la mala". Ni más ni menos ¿qué hermoso programa ético, cierto?
El demonio en una flor
Sócrates fue acusado de innovar en materia religiosa. Y aquí se me ocurre decir que todo asesinato es una guerra de religiones. El historiador francés Michelet en su libro "La sorcière" (La bruja) nos cuenta acerca de la muerte de los dioses griegos decretada por los llamados padres de la Iglesia, entre ellos Tertuliano (s. II) y Cipriano (s. III). "Ciertos autores nos aseguran que poco tiempo antes de la victoria del cristianismo, una voz misteriosa corría por las orillas del mar Egeo, diciendo: el gran dios Pan, el gran dios universal de la naturaleza, ha muerto (…) Al consultar los primeros monumentos cristianos encontramos en cada línea la esperanza de que la Naturaleza va a desaparecer, la vida apagarse, que por fin se acerca el fin del mundo (…) Los primeros cristianos maldecían la Naturaleza, la condenaban hasta ver el mal encarnado, el demonio en una flor".
Resumiendo, podría decirse que el daimon, la divinidad, pasó entonces a ser demonio cuando la Iglesia alzó la espada para defender su concepción del mundo. Como la historia de las religiones forma parte de la filosofía analizar, así sea por encima, la metamorfosis que sufrió el daimon socrático en "demonio" o ángel caído --según las visiones de los llamados "padres de la Iglesia"-- servirá para iluminar nuestro sincretismo, nuestra forma de ser en el mundo.
El daimón socrático, cruce de sueño, mito, religiosidad, voz de la conciencia, se transformará en el "demonio", que es la pesadilla, la razón monstruosa, la negación de lo humano, la incestuosidad mortuoria de la guerra.
Mito e historia, hermanos siameses
Mejor mitos que discursos --poiein mythos áll'oú lógous-- se le oye decir a Sócrates en el Fedón, y a partir de ahí nace ahora este deseo de echar un cuento acerca del saber y el devenir -- somos y ya no vamos siendo… ¿ somos o no somos? Somos! Como lograron convencerse los esclavos congos cuando comenzaron a liberarse y echar raíces, inventando nuevas costumbres, resistiendo, amando a las indias, adaptándose, perdonando, olvidando, para fundar nuevos pueblos mestizos en América, una nueva memoria de la humanidad, nosotros, en estas tierras de la Utopía, pese a que sus vidas no valían nada y estaban fuera del concepto de la Historia tal como lo expresaba Hegel en 1822 en La razón y la Historia : " hemos podido observar que el hombre africano ha sido siempre y es un salvaje y un bárbaro (…) el negro representa al hombre natural en toda su barbarie y su ausencia de disciplina (…) Los negros tienen un desprecio total por el hombre, y es ese desprecio lo que del punto de vista jurídico y ético, constituye su principal característica (…) la esclavitud ha contribuido a despertar un mayor sentido de la humanidad entre los negros (…) la esclavitud es en si misma un momento del progreso con respecto a la pura existencia aislada y sensible, un momento de la educación, una suerte de participación en una vida ética y cultural superior".
Tal vez en estas frases de uno de los más venerados pensadores alemanes se justifique la actitud esclavista del continente europeo de cuya filosofía nos nutrimos hasta ahora. Estudiar y " hacer " filosofía en América implica ir conociendo el " cronotopo " desde el cual pensamos y hablamos. Ahora existe el concepto de " bioética ", del cual seguro podremos discutir, como una protección contra las manipulaciones genéticas, pero ante la persistencia de la Guerra.
Mi iniciación al estudio de la ética comienza con la reinvención del daimon, inspirándome en esas visiones y voces que impedían a Sócrates realizar todos sus deseos, le impedían dejarse ir a la desmesura humana, a la " hybris" que la ética griega condenaba. Ese mito me sedujo y por eso le seguí la pista un poco, buscando lo que se dice sobre él hasta en el periódico de ayer. Una frase del Timeo inspiró el método y el mapa invisible de esta búsqueda : " es normal que hablemos un poco aquí al azar puesto que en buena medida nosotros mismos somos productos del azar ".
Como necesitamos esa reconstrucción, ese consuelo ético que nos depara conocer el pasado, la historia del mundo, para entender y superar nuestras neurosis, depresiones, fracasos, taras y errores, debemos saber también que para Hegel el Espíritu es sinónimo de " europeo ", gente que tiene una concepción superior de sí misma, y por eso las civilizaciones autóctonas en América " se derrumbaron al primer contacto con el Espíritu ". Los emigrantes aportaron a los indios, dice, " el tesoro de la cultura y el individualismo europeo ".
El consuelo ético que nos depara el estudio --como saber, por ejemplo, que Voltaire y Montesquieu fueron unos intelectuales progresistas, dos moralistas franceses del siglo de las luces, pero con intereses financieros en el tráfico de esclavos africanos hacia las Antillas-nos lleva a imaginarnos nuestra cultura presente como el producto de una violencia forjadora, esas dos corrientes antagónicas de pensamiento, el Espíritu de la razón civilizadora, conquistadora y aventurera de occidente, con sus espadas, sus evangelios, sus impuestos, y las astucias de los pueblos naturales, indios y negros sin Historia, para sufrirlos, adaptarse, amarlos, superar la negación y pretender ser y durar en nosotros, que nos percibimos como inacabados, con un progreso discontinuo, insatisfechos, en proceso, en devenir, con una esperanza no realizada aún… No sé si a nivel continental es válida esa ilusión de América como tierra de la Utopía que trataban de validar en los años 3O Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, pero si es seguro que el poderoso desarrollo de las comunicaciones -atributos del dios Hermes-ha hecho que nuestra conciencia, nuestra concepción del mundo, estalle, se agigante y se fragmente, sacando fuerza y creatividad de nuestra particularidad de seres hechos al azar, inacabados, gratuitos, que aspiran a vivir en comunidad…
Según el filósofo francés Paul Ricoeur hay una crisis de la tradición y una crisis de la utopía. Pienso que él habla desde su historia, desde sus años, porque los jóvenes creadores, los pintores, las bailarinas, los escritores, los cineastas, los filósofos políticos que, en nuestro país, para dar un ejemplo, han pasado a la acción -renunciando de alguna manera al sueño-tratan de construir ese lugar futuro en el que deseamos vivir. Toda aldea en paz , donde la gente ha logrado crear una comunidad armoniosa, realiza la utopía de la ética, de Aristóteles a Spinoza.
La filosofía, dicen, es mezcla de ciencia y poesía, es esta búsqueda compartida del sentido de la vida, de la razón de ser, aquí y ahora, en una contingencia que contiene lo absoluto y su búsqueda, lo infinito, lo innombrable, la utopía, las creencias en la chispa sagrada que nos sirve de motor , como lo demuestra el que inovoquemos al daimon socrático tantos siglos después, igual que si frotarámos la lámpara de Aladino para atraer a nuestro genio tutelar, al mensajero invisible que nos sopla las reflexiones, el que refleja en sus alas especulares el poder de la naturaleza en el trance de reconocerse y nombrarse, de transformarse en mito y en logos…
Irme tras ese personaje del daimon me sirve de hilo conductor, pues mi vocación me ha llevado a buscar más el mito que el concepto, más los cuentos que los discursos, más la poesía que la ciencia. La historia de la literatura, la historia del mito, es tan vasta como la de la filosofía, y muchas veces están entrelazadas. Si existe ese alfabeto mítico que permite redactar los diálogos platónicos, como un summun del poder de la escritura en el mundo, existe esa otra vertiente del saber callejero, empírico, oral, popular, no escrito, desaparecido, que está en las máscaras, en los bailes, en los rezos, en los proverbios, en los colores, en las leyendas, toda una tradición ancestral de vida más allá del reinado del padre incestuoso de la guerra.
Al comienzo de la Odisea se nos aclara que si Ulises puede retornar a su casa después de tantos años de guerra y errancia es porque Poseidón --que lo llevaba en su ceño fruncido, entre ceja y ceja lo tenía, no le perdonaba que hubiese dejado ciego de dolor a su hijo el Cíclope, y lo había estado persiguiendo para vengarse-Poseidon se había ido al Africa, a Etiopía, al país de los rostros quemados, a banquetear, relajándose y olvidando su venganza. Se nos cuenta entonces que aprovechando su viaje hacia el país de los negros los otros dioses decidieron el retorno del viajero a Itaca. Occidente se funda entonces con la mitología de la guerra de Troya, como lo demostrará James Joyce en 1921, tantos siglos y guerras después, con su novela sobre el espíritu del héroe viajero, el hombre mismo, el descubridor, el soñador, el investigador de la vida cotidiana, la voz hecha mito y discurso, filosofía platónica y callejera, necesidad de amar, de durar.
Del viaje de Poseidón a Etiopía sólo se sabe ahora lo que ocurrió, la descendencia que dejó, el legado festivo que nos transmitió, sin textos, como un gran silencio, una oscuridad primigenia, una fuerte permanencia del ser después que el padre de la guerra se duerme ahíto tras su banquete civilizador. Es decir : " La Iliada " y " La Odisea " podrían verse como el supremo mito europeo, el libro de la naturaleza conquistadora y aventurera del Espíritu, el colonizador que busca retornar a la paz, a la casa, a Itaca después de haber navegado, pillado, incendiado, derrocado las estatuas de los santos ajenos en Troya. El ser busca perdurar, atravesar los mares del tiempo, haciéndose símbolo, dejándose guiar por un instinto todopoderoso, musical, coreográfico. Los grandes bailes en las sabanas y las plazas de los pueblos son la réplica dialéctica de las guerras pasadas. Nada tan universal, sin embargo, como las armas. No sólo muchos países africanos padecen ahora la endemia de la guerra sino que nosotros mismos la tenemos ahí al lado, en los montes y en el centro de las ciudades.
Sócrates nos aparece como el arquetipo del filósofo, del viejo sabio, del intelectual, del hombre a la hora de la verdad que prefiere la muerte a escaparse de la cárcel, como se lo pide Critias, porque de hacerlo desobedecería a la ley. Lo condenaron a morir por no reconocer los dioses del Estado, por introducir nuevas divinidades y seducir a los jóvenes con las nuevas y peligrosas doctrinas. Se le acusaba también de buscar con una indiscreta curiosidad las causas de los fenómenos que ocurren bajo la tierra y en el cielo.
El prefiere cumplir con la ley, fundamento de la vida en sociedad, que salvar su pellejo, así se lo aconsejó su daimon, y él le obedece a esa voz divina que anida bajo su vientre, esa barriga que él, como lo dice Xenofon en su Banquete, trata de no dejar crecer practicando la danza día a día. " ¿Soy vuestro hazmerreír porque quiero mejorar mi salud mediante el ejercicio o encontrar mayor placer en comer y en dormir ? ¿Se burlan ustedes porque siendo tan barrigón, quiero rebajar ? " En esos momentos fatales, antes de que amanezca y deje que su alma se escape con el canto del gallo para Asclepios, Sócrates se presenta como un poeta. " Alguien que de verdad quiere ser un poeta debe componer ficciones (mythos) y no discursos ", dice.
Y en eso estamos, les quiero hablar con la voz de mi daimon, quiero recordarles ese cuento, convencerlos de su existencia, pretendo hablar aquí como " hacedor " de ficciones que ha leído a Platón más que como filósofo profesional, aunque Montaigne nos recuerda, citando a Cicerón, que filosofar es aprender a morir , y diríamos aprender a vivir, que es de lo que trata la ética, las costumbres del vivir en sociedad, la ciencia de las costumbres vitales, del individuo a la ciudad, el experimento de tratar al otro como si fueras tu mismo…
Cuantas veces, al despedirse de nosotros, la persona amada nos mira a los ojos y nos dice : " ! cuídate ! ", que significa : oh dios, oh Alá, que vuelva, deseo volver a gozar con su regreso, deseo volver a mirarme en sus ojos. Son lazos sutiles… Sócrates nos advierte, casi como si estuviera en una cafetería de la universidad Nacional o la de Antioquia, " nadie que con valentía y firmeza quiera impedir en su ciudad las injusticias y lo contrario a la ley, puede salvarse. De modo que quien en verdad pretenda luchar por la justicia y conservar su vida, aunque sólo sea por poco tiempo, tiene que llevar una existencia exclusivamente privada y no intervenir en los negocios públicos " (Apología, 31d -32a). Ni más ni menos, a cuidarse.
La Etica a Eudeme de Aristóteles comienza con una predicción del Oráculo de Delfos, " lo bello es lo más justo, la salud lo mejor, obtener lo que se ama es la más dulce prenda para el corazón ". Es un mensaje que busca propiciar la buena suerte, es ya una voz razonable, para hombres que están fundando un pueblo, que son capaces de permanecer en libertad, de luchar por lo que desean ser, que son fuertes para poder defenderse. " El bien del individuo y el de la ciudad es el mismo ", nos recuerda Aristóteles…
Con lo de la salud defiendo lo del baile, que es lo contrario de la guerra, una actividad que propicia, de manera mágica , el encuentro entre hombres y mujeres, para la vida… por ello un Nietzche dionisiaco se niega a creer en un dios al que no le guste bailar ; Montaigne escribe en 1580 un ensayo elogioso sobre las costumbres de los indios Karib, los caníbales de las tierras recién descubiertas por Americo Vespucci, " todo los días se la pasan bailando ", aunque hay que reconocer que no les sirvió de mucho pues les impusieron otras costumbres…
El estudio del mundo griego nos ha hecho atender los mitos de pueblos más cercanos a nosotros en el tiempo. El alfabeto es modelo del orden, Grecia es el paradigma, ya se sabe que el mito es el lenguaje, la voz que se encarna y vibra en la duración, en la leyenda. Habrán algunos reconocido el título del libro del poeta de San Onofre (Sucre) Giovanni Quessep. Duración y Leyenda, donde algunos poemas logran el cometido de hacer hablar el ser, que es memoria, desde el olvido, desde la disolución del alfabeto. Digamos que una tarde el ruiseñor cantó sobre esta piedra porque al tocarla el tiempo no nos hiere, no todo es tuyo olvido.
El ser quiere durar y sólo la poesía alcanza a jugar con esa inmensidad, con esa eternidad de lo olvidado. La memoria y el olvido aparecen entrelazados, así como la vida y la muerte, el mito y la historia ; de sus interacciones, de su dialéctica, somos nosotros el resultado, lo que vamos siendo.
En el mito del daimon socrático aparece la voz de la conciencia, según algunos ; cada quien habla con su daimon porque éste se lo propone, lo habita, lo visita en sueños, lo guía, le va mostrando cómo vivir, cómo actuar, le va llenando las hojas en blanco para dejar trazas, huellas, muestras de su paso por esta tierra experimental, por este mundo historial , inmediato, donde se cometen errores mortales día a día, y en el que los filósofos tratan de mostrarnos el camino hacia " el cielo de la verdad " (lo Absoluto).
Vamos recordando esas voces, oyéndolas mediante el estudio, mediante la lectura, escapando a la era de la prosa, la era del dinero, gracias al arte, a la música, a la literatura. En una nota llamada " La supersticiosa ética del lector " Jorge Luis Borges nos aclara porqué nos gusta tanto ese mundo mítico de la literatura : " la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin ". Aquí reencontramos ese meneo dialéctico entre el deseo de recordar, de aprender, y el olvido, que nos es propio. Ese filosofar que es un aprender a morir surge como un desafío en una era como la nuestra -habitamos en el tiempo, somos la historia-dominada por el monicongo hambriento, el golem colombino, la sombra del progreso, los demonios del dinero-- de quienes en lugar de vivir con " el otro " prefieren arrancarle la vida, hablo de los asesinos que pretenden gobernar, de quienes matan campesinos y profesores, de quienes acaban con la vida de los defensores de los derechos humanos. Muchos son hijos de una ética putañera, quiero decir, del sin sentido que impera en la Historia como una culebra dormida entre los libros de leyes. Como en la Atenas del siglo IV antes de Cristo impera en nuestro mundo la injusticia, el deterioro de las costumbres de la vida en común, y en muchos lugares la no observancia o la violación impune de las leyes.
En muchos pueblos del mundo la gente sabe que tiene que sobrevivir como sea, " !como sea ! Y eso está cambiando la ética de la gente ", como dice de su país el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez.
Los estados europeos democráticos , avanzados en tecnologías, sufrieron ya sus grandes crisis guerreras y por eso ahora trabajan en prolongar la esperanza de vida, crean comités de bioética o apoyan la defensa de los derechos humanos, aunque siguen vendiendo armas a los estados esclavizados. Tienen una prensa libre y raras veces mandan a matar o encarcelan a alguien por una opinión.
Y sin embargo en Francia, hace un siglo, el novelista Emile Zola tuvo que exiliarse en Inglaterra porque lo iban a poner preso tras redactar su célebre carta " Yo acuso " defendiendo a un oficial del ejército francés, Alfred Dreyfus, de familia judía, encarcelado en la Isla del Diablo tras haber sido acusado de manera injusta y calumniosa de traición. " Qué pánico nos da la luz terrible que arroja el caso Dreyfus, ese sacrificio humano de un desgraciado, de un 'sucio judío'. Cuánta locura y estupidez, cuánta loca imaginación y prácticas de policía rastrera, de costumbres de inquisición y de tiranía se agitan en este caso (…) Es un crimen explotar el patriotismo con obras de odio, y es también un crimen hacer del sable el dios moderno, cuando toda la ciencia humana trabaja en pro de la verdad y la justicia ", dice Zola en su documento acusando al ejército francés, publicado el 13 de enero de 1898, fecha que puede considerarse como la primera " arma intelectual ", el primer manifiesto de protesta moderno publicado en un diario.
Etica reconstructiva
La mediación del concepto nos reposa de lo inmediato, nos permite vivir más allá de la contingencia, de los mensajes pervertidos que echan a perder los experimentos vitales de los dioses, esas fuerzas bautizadas en cada era o puñado de generaciones por los poetas con nombres diferentes.
Los lazos entre el mito (poesía, teatro, literatura), las creencias religiosas y la filosofía son los cimientos de esta reflexión sobre la ética aquí y ahora, sobre el ser histórico heredero de las mil y una enciclopedias del saber que pueden consultarse en aras de seguir inventando las leyes morales necesarias para que no desaparezca la vida en sociedad. Saber de dónde venimos nos ayuda.
La antropología, ciencia que tiene menos de un siglo, logra, en tanto que estudio de las costumbres de sociedades no europeas, darle un corpus diferente, sin libros, a la " cabezona " filosofía redactada por europeos durante siglos. No pienso establecer una clasificación filosófica por continentes, pero lo cierto es que cuando se habla de filosofía se dice " la filosofía de Occidente ", y el novelista y filósofo colombiano Freddy Téllez da en el clavo cuando habla del intelectual que sólo es cabeza. " Ese problema del cabezón es el de la desmistificación o la crítica a una cierta filosofía que no ha hecho sino tomar la cabeza en serio y dejar el cuerpo. También la reflexión de la escritura como respondiendo al cuerpo y no sólo a la cabeza ; es un intento por desmistificar la cabeza ", dice Téllez, identificándose con los escépticos griegos, los sofistas, Montaigne, Nietzsche…
El fracaso de la razón es la guerra. Y en este siglo la segunda guerra mundial, y en especial el episodio de Heidegger durante su rectoría y sus ideas nacionalsocialistas. Sin embargo la misma razón busca siempre la paz y la justicia y ahora Europa…
Las aldeas que viven en paz inventan las nuevas teorías éticas, descubren los nuevos conceptos filosóficos para la leyenda de la duración. Ahora hay comités de bioética, etc…
Paul Ricoeur, ha dado paso a una corriente muy productiva llamada " la ética reconstructiva " que se basa en el interés por la historia, un interés de conocimiento, como medio de introducir la noción de reconstrucción en tanto que operación intelectual. Ese interés nos inicia a la necesidad de un proceso, entender nuestro destino, saber si tenemos sentido, razones de ser. " En la tradición de la Estética clásica, de Aristóteles a Hegel, esa necesidad sería la del destino. El interés por el conocimiento o la comprensión del destino anima también, fundamentalmente, la práctica psicoanalítica ".
Se trata de comprender, mediante la narración o la argumentación, nuestro destino, tal como ocurre en la práctica sicoanalítica. " La reconstrucción posee un valor ético en la medida en que está interesada prácticamente en comprender la causalidad de un destino, causalidad fatal de la vida herida, que se erige ella misma en una fuerza hostil ", dice Jean-Marc Ferry, uno de los discípulos de Ricoeur, quien cita a su vez a Nietzche señalando que para éste la única historia es la historia crítica, única instancia contra el peso del pasado, " un correctivo para lo que he llamado deuda hacia los muertos ", afirmando la vida por encima de todo, revelándose " contra esa tela de araña muy funeraria y anticuada que viene del pasado ". El hombre es un ser destinado a vivir en sociedad, sí, pero la guerra es su padre, qué mito tan poderoso nos enrostra Heráclito :
" La guerra es padre y rey de todas las cosas, a unos los hace dioses, a otros hombres, a unos esclavos, a otros hombres libres "
El ser nuestro, la filosofía de occidente -nosotros en América somos el extremo occidente-fracasó en Alemania con la segunda guerra ; la filosofía, las razones del ser, tuvieron que luchar para reconstruir el tejido vital, la dialéctica busca la paz. Esa segunda guerra mundial abrió el telón a nuestra era, o lo desgarró, y televisión y prensa, en el desayuno hegeliano, nos muestran ahora un escenario abierto a las tremendas fuerzas que obran día a día para encarnarse e imponer un espíritu, el conflicto productor , el vendedor de armas, el gran consumidor.
Ese gran monstruo engendrado por Europa, el continente de la razón, pudo ser la trata de negros para poblar América, o el nazismo, donde " el otro " , fue cosificado, quemado. El ser que pervive y desea vivir después de ese gran fracaso es producto de fuerzas : voluntad secreta y sagrada de nacer, creatividad y lógica del mestizo, hijo del conquistador vasco y la princesa mandinga, memoria, adaptación, resistencia, olvido, memoria…
Primo Levi, en su libro " Si ésto es un hombre ", cuenta que en el campo de concentración donde lo encerraron los nazis los que más sufrían eran los intelectuales " porque no sabían hacer nada con las manos ".
Spinoza, que pulía vidrios para telescopios en el s. XVIII, nos recomienda ejercer un oficio práctico para ser independientes. Los actores, por ejemplo, se ganan la vida con sus cuerpos. Esquilo llegó a "plantear" su Prometeo meditando muy a fondo acerca de las tradiciones de su tierra, en Macedonia y la actual península de los Balcanes, como nos lo recuerda Ismail Kadaré en su libro "Esquilo, el gran perdedor"; lo llama así porque se perdieron otras decenas de obras suyas y sólo nos quedaron las siete que conocemos. El saber se comparte. Buscamos, junto a los otros, aprender a convencernos de la inmortalidad del alma, la manera de saber permanecer en vida, de ser conscientes, de créer que vale la pena fundar pueblos, tener hijos, evitar la guerra, las enfermedades. Queremos contribuir a calmar los espíritus, entonces nos viene, se nos aparece el poético concepto del daimon, una fuerza que nos cohesiona, que nos permite crear, el genio que guía nuestros pasos, una chispa divina, una voluntad de música, de darnos la mano en las encrucijadas.
Refugiados en las academias, a veces los aires malsanos de los apestados por la sangre derramada, las Erinias bebedoras de sangre, llegan hasta nosotros para recordarnos que la vida en comunidad, en sociedad, en la polis, está amenazada siempre por la desmesura, estamos amenazados por el caos, y por eso educamos a nuestro daimon para que no use el fuego sólo como arma para quemar a su hermano vecino.
*Julio Olaciregui nació en Barranquilla en 1951, ha publicado Vestido de Bestia (poemas en prosa), Los domingos de Charito (novela) y Trapos al sol (relatos) entre otros.
por Julio Olaciregui*
(Texto leído en octubre de 1999 en la cátedra de filosofía "Julio Enrique Blanco", dirigida por Numas Armando Gil Olivera, de la Universidad del Atlántico, Barranquilla-Colombia.)
El mito del daimon, mito platónico del nacimiento de la subjetividad protectora, llamada también conciencia o razón, registrado con sus conexiones a la divinidad en la persona de Sócrates, me servirá de guía en esta búsqueda ética que emprendo gracias a la filiación con mi ciudad, que me dio el saber primero, y con ustedes, la gente del pensamiento, encargados de perfeccionar las almas (1).
Un sueño que tuve me hizo ver que al igual que Sócrates, descrito por Rabelais como un hazmerreír, el mito del daimon podría prestarse a risa aunque fuera tan grave la metamorfosis que ha sufrido hasta nuestros días, como me doy cuenta al leer el periódico de ayer. Hegel, ya lo sabemos, decía que leer el periódico por la mañana "es una bendición realista temprana", y por eso no vacilo en citar aquí el diario Libération del 28 de septiembre de 1999, que titula en la primera página de su sección de cultura, UN DEMON ALLEMAND, para hablar del intelectual alemán Peter Sloterdijk, quien en un discurso titulado "Reglas para la manada humana" pronunciado el pasado mes de julio durante un seminario consagrado a Heidegger, ante un eminente público de filósofos y teólogos, describe a la humanidad como una vasta "manada humana" que sólo se diferencia del rebaño animal porque el hombre se cuida a sí mismo.Y lo cito:
"La característica de la época técnica y antropotécnica es que los hombres se encuentran cada vez más del lado de la selección activa o subjetiva, aun cuando no hayan querido imponerse en el papel del seleccionador (…) debemos apoderarnos del juego de manera activa y formular un código de las antropotécnicas (…) Pregunto ¿una futura antropotecnología llevará a una planificación explícita de los caracteres? ¿ Podrá toda la especie humana lograr pasar del fatalismo del nacimiento al nacimiento opcional y a la selección prenatal?
" El texto de Sloterdijk, publicado sin la menor advertencia acerca de los peligros de esta "selección", recordó de inmediato en Alemania las experiencias y proyectos nazis de creación de una raza aria superior. El filósofo Jurgen Habermas intervino en la prensa para advertir que Sloterdijk, nacido en 1947, "le echa tierra en los ojos a la gente cuando se presenta como un simple biomoralista inofensivo".Y le advierte que no debe olvidar lo ocurrido a la generación precedente.
Podríamos decir que estas son las últimas noticias acerca del debate ético en Europa, y en particular en uno de los países con una de las tecnologías más desarrolladas de la tierra. En Francia, un filósofo, Dominique Lecourt, echa mano de las figuras míticas de Prometeo, Fausto y Frankenstein, para analizar "los fundamentos imaginarios de la ética", el temor de que los descubrimientos de la biología moderna nos lleven a una suerte de "Hiroshima celular", con las sombrías manipulaciones que podemos imaginar. Prometeo, Fausto y Frankenstein aparecerían como encarnaciones de la desmesura humana. Lecourt nos regala de paso una bella definición de la realidad mítica como constituida por el conjunto de relatos que ponen en juego, y a prueba, las soluciones que el hombre, enfrentado con los grandes enigmas de su condición, debe inventar sin cesar para seguir viviendo.
En el caso nuestro, en quienes nos dedicamos a leer y a escribir para ganarnos "el pan coger", es evidente que las múltiples voces que nos hablan desde el fondo de los tiempos, no sólo en los libros sagrados sino en los textos literarios, terminan por unirse en un único murmullo que es nuestra persona, nuestro fuero interno, el ser que nos habita y nos guía tanto en la vida cotidiana como en la búsqueda, en este resolver enigmas que es la vida.
El daimon de Sócrates posee esa particularidad del mito que es el producir más lenguaje, nuevas interpretaciones. Ese "hijo bastardo" de la divinidad, cruce amoroso entre el dios y las madres, vendría a ser, según algunos estudiosos, "una deificación del instinto moral", "el fuero interno considerado como el santuario de la divinidad y el órgano de sus oráculos" o bien "un fenómeno interno que ocurre en la parte más noble de la razón, y la ilumina como una chispa de la razón divina".
Según Platon, el daimon, que en griego significa originalmente "la divinidad", "la potencia divina ", era el signo que advertía a Sócrates cuando iba a hacer algo malo. "Pero ese signo divino no era una cosa extraordinaria en la religión griega, puesto que se admitía que los dioses advertían a quienes ellos querían mediante oráculos, encuentros, augurios o de cualquier manera que les gustara", señala el profesor francés Emile Chambry, traductor de los diálogos. El diccionario griego nos informa que además de ser "la voluntad de los dioses", el daimon también podía definirse como "la suerte", "la fortuna", "el azar", "el destino". Y por extensión el alma, el espíritu, el genio de cada quien.
Cicerón (106 a.dC--46) de su lado, acepta la posibilidad de que los dioses hagan revelaciones a ciertas personas sobre las cosas futuras. "Aquel que se entrega al reposo con un espíritu bien dispuesto para la meditación y que sigue un régimen conveniente puede ver, en sus sueños, presagios verdaderos y de un efecto seguro; el hombre despierto, si cuida su alma, puede también hallar la verdad (…) es lo que repite Sócrates : esse divinum quiddam, quod Daemonium appellat, cui semper ipse paruerit, numquam impellenti, saepe revocanti".
Plutarco (46-125) y Apuleyo (125-170) creen aún el daimon de Sócrates. "La palabra, vehículo del pensamiento humano, actúa sobre los pensamientos del otro, pero de una manera oscura, mientras que el pensamiento del daimon, luminoso, actúa rápido y profundo en nuestras almas; todos los hombres pueden oír esas palabras silenciosas, esas palabras mudas", dice Plutarco.
Apuleyo, el autor del "Asno de oro", escribió un opúsculo en latín llamado "De deo Socratis", que es la más bella apología de este sol interior que nos alumbra. "Entre los diferentes daimons tenemos el Amor y el Sueño, el uno nos mantiene despiertos y el otro nos hace dormir (…) A esa categoría de eminentes daimons pertenece, según Platon, el testigo y guardián atribuido a cada uno de nosotros durante su vida, un juez inseparable, un testigo inevitable (…) Si le acordamos toda la atención que requiere, si buscamos de todo corazón conocerlo y honrarlo piadosamente como Sócrates lo honró con un espíritu de justicia e inocencia, el daimon nos ofrecerá su previsión, su protección en el peligro, mediante sueños, u otros signos, e inclusive con su presencia cuando se necesita, para desviar el mal, hacer triunfar el bien, levantar lo que está por los suelos, sostener lo que vacila, aclarar lo que está oscuro, dirigir la buena Suerte, corregir la mala". Ni más ni menos ¿qué hermoso programa ético, cierto?
El demonio en una flor
Sócrates fue acusado de innovar en materia religiosa. Y aquí se me ocurre decir que todo asesinato es una guerra de religiones. El historiador francés Michelet en su libro "La sorcière" (La bruja) nos cuenta acerca de la muerte de los dioses griegos decretada por los llamados padres de la Iglesia, entre ellos Tertuliano (s. II) y Cipriano (s. III). "Ciertos autores nos aseguran que poco tiempo antes de la victoria del cristianismo, una voz misteriosa corría por las orillas del mar Egeo, diciendo: el gran dios Pan, el gran dios universal de la naturaleza, ha muerto (…) Al consultar los primeros monumentos cristianos encontramos en cada línea la esperanza de que la Naturaleza va a desaparecer, la vida apagarse, que por fin se acerca el fin del mundo (…) Los primeros cristianos maldecían la Naturaleza, la condenaban hasta ver el mal encarnado, el demonio en una flor".
Resumiendo, podría decirse que el daimon, la divinidad, pasó entonces a ser demonio cuando la Iglesia alzó la espada para defender su concepción del mundo. Como la historia de las religiones forma parte de la filosofía analizar, así sea por encima, la metamorfosis que sufrió el daimon socrático en "demonio" o ángel caído --según las visiones de los llamados "padres de la Iglesia"-- servirá para iluminar nuestro sincretismo, nuestra forma de ser en el mundo.
El daimón socrático, cruce de sueño, mito, religiosidad, voz de la conciencia, se transformará en el "demonio", que es la pesadilla, la razón monstruosa, la negación de lo humano, la incestuosidad mortuoria de la guerra.
Mito e historia, hermanos siameses
Mejor mitos que discursos --poiein mythos áll'oú lógous-- se le oye decir a Sócrates en el Fedón, y a partir de ahí nace ahora este deseo de echar un cuento acerca del saber y el devenir -- somos y ya no vamos siendo… ¿ somos o no somos? Somos! Como lograron convencerse los esclavos congos cuando comenzaron a liberarse y echar raíces, inventando nuevas costumbres, resistiendo, amando a las indias, adaptándose, perdonando, olvidando, para fundar nuevos pueblos mestizos en América, una nueva memoria de la humanidad, nosotros, en estas tierras de la Utopía, pese a que sus vidas no valían nada y estaban fuera del concepto de la Historia tal como lo expresaba Hegel en 1822 en La razón y la Historia : " hemos podido observar que el hombre africano ha sido siempre y es un salvaje y un bárbaro (…) el negro representa al hombre natural en toda su barbarie y su ausencia de disciplina (…) Los negros tienen un desprecio total por el hombre, y es ese desprecio lo que del punto de vista jurídico y ético, constituye su principal característica (…) la esclavitud ha contribuido a despertar un mayor sentido de la humanidad entre los negros (…) la esclavitud es en si misma un momento del progreso con respecto a la pura existencia aislada y sensible, un momento de la educación, una suerte de participación en una vida ética y cultural superior".
Tal vez en estas frases de uno de los más venerados pensadores alemanes se justifique la actitud esclavista del continente europeo de cuya filosofía nos nutrimos hasta ahora. Estudiar y " hacer " filosofía en América implica ir conociendo el " cronotopo " desde el cual pensamos y hablamos. Ahora existe el concepto de " bioética ", del cual seguro podremos discutir, como una protección contra las manipulaciones genéticas, pero ante la persistencia de la Guerra.
Mi iniciación al estudio de la ética comienza con la reinvención del daimon, inspirándome en esas visiones y voces que impedían a Sócrates realizar todos sus deseos, le impedían dejarse ir a la desmesura humana, a la " hybris" que la ética griega condenaba. Ese mito me sedujo y por eso le seguí la pista un poco, buscando lo que se dice sobre él hasta en el periódico de ayer. Una frase del Timeo inspiró el método y el mapa invisible de esta búsqueda : " es normal que hablemos un poco aquí al azar puesto que en buena medida nosotros mismos somos productos del azar ".
Como necesitamos esa reconstrucción, ese consuelo ético que nos depara conocer el pasado, la historia del mundo, para entender y superar nuestras neurosis, depresiones, fracasos, taras y errores, debemos saber también que para Hegel el Espíritu es sinónimo de " europeo ", gente que tiene una concepción superior de sí misma, y por eso las civilizaciones autóctonas en América " se derrumbaron al primer contacto con el Espíritu ". Los emigrantes aportaron a los indios, dice, " el tesoro de la cultura y el individualismo europeo ".
El consuelo ético que nos depara el estudio --como saber, por ejemplo, que Voltaire y Montesquieu fueron unos intelectuales progresistas, dos moralistas franceses del siglo de las luces, pero con intereses financieros en el tráfico de esclavos africanos hacia las Antillas-nos lleva a imaginarnos nuestra cultura presente como el producto de una violencia forjadora, esas dos corrientes antagónicas de pensamiento, el Espíritu de la razón civilizadora, conquistadora y aventurera de occidente, con sus espadas, sus evangelios, sus impuestos, y las astucias de los pueblos naturales, indios y negros sin Historia, para sufrirlos, adaptarse, amarlos, superar la negación y pretender ser y durar en nosotros, que nos percibimos como inacabados, con un progreso discontinuo, insatisfechos, en proceso, en devenir, con una esperanza no realizada aún… No sé si a nivel continental es válida esa ilusión de América como tierra de la Utopía que trataban de validar en los años 3O Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, pero si es seguro que el poderoso desarrollo de las comunicaciones -atributos del dios Hermes-ha hecho que nuestra conciencia, nuestra concepción del mundo, estalle, se agigante y se fragmente, sacando fuerza y creatividad de nuestra particularidad de seres hechos al azar, inacabados, gratuitos, que aspiran a vivir en comunidad…
Según el filósofo francés Paul Ricoeur hay una crisis de la tradición y una crisis de la utopía. Pienso que él habla desde su historia, desde sus años, porque los jóvenes creadores, los pintores, las bailarinas, los escritores, los cineastas, los filósofos políticos que, en nuestro país, para dar un ejemplo, han pasado a la acción -renunciando de alguna manera al sueño-tratan de construir ese lugar futuro en el que deseamos vivir. Toda aldea en paz , donde la gente ha logrado crear una comunidad armoniosa, realiza la utopía de la ética, de Aristóteles a Spinoza.
La filosofía, dicen, es mezcla de ciencia y poesía, es esta búsqueda compartida del sentido de la vida, de la razón de ser, aquí y ahora, en una contingencia que contiene lo absoluto y su búsqueda, lo infinito, lo innombrable, la utopía, las creencias en la chispa sagrada que nos sirve de motor , como lo demuestra el que inovoquemos al daimon socrático tantos siglos después, igual que si frotarámos la lámpara de Aladino para atraer a nuestro genio tutelar, al mensajero invisible que nos sopla las reflexiones, el que refleja en sus alas especulares el poder de la naturaleza en el trance de reconocerse y nombrarse, de transformarse en mito y en logos…
Irme tras ese personaje del daimon me sirve de hilo conductor, pues mi vocación me ha llevado a buscar más el mito que el concepto, más los cuentos que los discursos, más la poesía que la ciencia. La historia de la literatura, la historia del mito, es tan vasta como la de la filosofía, y muchas veces están entrelazadas. Si existe ese alfabeto mítico que permite redactar los diálogos platónicos, como un summun del poder de la escritura en el mundo, existe esa otra vertiente del saber callejero, empírico, oral, popular, no escrito, desaparecido, que está en las máscaras, en los bailes, en los rezos, en los proverbios, en los colores, en las leyendas, toda una tradición ancestral de vida más allá del reinado del padre incestuoso de la guerra.
Al comienzo de la Odisea se nos aclara que si Ulises puede retornar a su casa después de tantos años de guerra y errancia es porque Poseidón --que lo llevaba en su ceño fruncido, entre ceja y ceja lo tenía, no le perdonaba que hubiese dejado ciego de dolor a su hijo el Cíclope, y lo había estado persiguiendo para vengarse-Poseidon se había ido al Africa, a Etiopía, al país de los rostros quemados, a banquetear, relajándose y olvidando su venganza. Se nos cuenta entonces que aprovechando su viaje hacia el país de los negros los otros dioses decidieron el retorno del viajero a Itaca. Occidente se funda entonces con la mitología de la guerra de Troya, como lo demostrará James Joyce en 1921, tantos siglos y guerras después, con su novela sobre el espíritu del héroe viajero, el hombre mismo, el descubridor, el soñador, el investigador de la vida cotidiana, la voz hecha mito y discurso, filosofía platónica y callejera, necesidad de amar, de durar.
Del viaje de Poseidón a Etiopía sólo se sabe ahora lo que ocurrió, la descendencia que dejó, el legado festivo que nos transmitió, sin textos, como un gran silencio, una oscuridad primigenia, una fuerte permanencia del ser después que el padre de la guerra se duerme ahíto tras su banquete civilizador. Es decir : " La Iliada " y " La Odisea " podrían verse como el supremo mito europeo, el libro de la naturaleza conquistadora y aventurera del Espíritu, el colonizador que busca retornar a la paz, a la casa, a Itaca después de haber navegado, pillado, incendiado, derrocado las estatuas de los santos ajenos en Troya. El ser busca perdurar, atravesar los mares del tiempo, haciéndose símbolo, dejándose guiar por un instinto todopoderoso, musical, coreográfico. Los grandes bailes en las sabanas y las plazas de los pueblos son la réplica dialéctica de las guerras pasadas. Nada tan universal, sin embargo, como las armas. No sólo muchos países africanos padecen ahora la endemia de la guerra sino que nosotros mismos la tenemos ahí al lado, en los montes y en el centro de las ciudades.
Sócrates nos aparece como el arquetipo del filósofo, del viejo sabio, del intelectual, del hombre a la hora de la verdad que prefiere la muerte a escaparse de la cárcel, como se lo pide Critias, porque de hacerlo desobedecería a la ley. Lo condenaron a morir por no reconocer los dioses del Estado, por introducir nuevas divinidades y seducir a los jóvenes con las nuevas y peligrosas doctrinas. Se le acusaba también de buscar con una indiscreta curiosidad las causas de los fenómenos que ocurren bajo la tierra y en el cielo.
El prefiere cumplir con la ley, fundamento de la vida en sociedad, que salvar su pellejo, así se lo aconsejó su daimon, y él le obedece a esa voz divina que anida bajo su vientre, esa barriga que él, como lo dice Xenofon en su Banquete, trata de no dejar crecer practicando la danza día a día. " ¿Soy vuestro hazmerreír porque quiero mejorar mi salud mediante el ejercicio o encontrar mayor placer en comer y en dormir ? ¿Se burlan ustedes porque siendo tan barrigón, quiero rebajar ? " En esos momentos fatales, antes de que amanezca y deje que su alma se escape con el canto del gallo para Asclepios, Sócrates se presenta como un poeta. " Alguien que de verdad quiere ser un poeta debe componer ficciones (mythos) y no discursos ", dice.
Y en eso estamos, les quiero hablar con la voz de mi daimon, quiero recordarles ese cuento, convencerlos de su existencia, pretendo hablar aquí como " hacedor " de ficciones que ha leído a Platón más que como filósofo profesional, aunque Montaigne nos recuerda, citando a Cicerón, que filosofar es aprender a morir , y diríamos aprender a vivir, que es de lo que trata la ética, las costumbres del vivir en sociedad, la ciencia de las costumbres vitales, del individuo a la ciudad, el experimento de tratar al otro como si fueras tu mismo…
Cuantas veces, al despedirse de nosotros, la persona amada nos mira a los ojos y nos dice : " ! cuídate ! ", que significa : oh dios, oh Alá, que vuelva, deseo volver a gozar con su regreso, deseo volver a mirarme en sus ojos. Son lazos sutiles… Sócrates nos advierte, casi como si estuviera en una cafetería de la universidad Nacional o la de Antioquia, " nadie que con valentía y firmeza quiera impedir en su ciudad las injusticias y lo contrario a la ley, puede salvarse. De modo que quien en verdad pretenda luchar por la justicia y conservar su vida, aunque sólo sea por poco tiempo, tiene que llevar una existencia exclusivamente privada y no intervenir en los negocios públicos " (Apología, 31d -32a). Ni más ni menos, a cuidarse.
La Etica a Eudeme de Aristóteles comienza con una predicción del Oráculo de Delfos, " lo bello es lo más justo, la salud lo mejor, obtener lo que se ama es la más dulce prenda para el corazón ". Es un mensaje que busca propiciar la buena suerte, es ya una voz razonable, para hombres que están fundando un pueblo, que son capaces de permanecer en libertad, de luchar por lo que desean ser, que son fuertes para poder defenderse. " El bien del individuo y el de la ciudad es el mismo ", nos recuerda Aristóteles…
Con lo de la salud defiendo lo del baile, que es lo contrario de la guerra, una actividad que propicia, de manera mágica , el encuentro entre hombres y mujeres, para la vida… por ello un Nietzche dionisiaco se niega a creer en un dios al que no le guste bailar ; Montaigne escribe en 1580 un ensayo elogioso sobre las costumbres de los indios Karib, los caníbales de las tierras recién descubiertas por Americo Vespucci, " todo los días se la pasan bailando ", aunque hay que reconocer que no les sirvió de mucho pues les impusieron otras costumbres…
El estudio del mundo griego nos ha hecho atender los mitos de pueblos más cercanos a nosotros en el tiempo. El alfabeto es modelo del orden, Grecia es el paradigma, ya se sabe que el mito es el lenguaje, la voz que se encarna y vibra en la duración, en la leyenda. Habrán algunos reconocido el título del libro del poeta de San Onofre (Sucre) Giovanni Quessep. Duración y Leyenda, donde algunos poemas logran el cometido de hacer hablar el ser, que es memoria, desde el olvido, desde la disolución del alfabeto. Digamos que una tarde el ruiseñor cantó sobre esta piedra porque al tocarla el tiempo no nos hiere, no todo es tuyo olvido.
El ser quiere durar y sólo la poesía alcanza a jugar con esa inmensidad, con esa eternidad de lo olvidado. La memoria y el olvido aparecen entrelazados, así como la vida y la muerte, el mito y la historia ; de sus interacciones, de su dialéctica, somos nosotros el resultado, lo que vamos siendo.
En el mito del daimon socrático aparece la voz de la conciencia, según algunos ; cada quien habla con su daimon porque éste se lo propone, lo habita, lo visita en sueños, lo guía, le va mostrando cómo vivir, cómo actuar, le va llenando las hojas en blanco para dejar trazas, huellas, muestras de su paso por esta tierra experimental, por este mundo historial , inmediato, donde se cometen errores mortales día a día, y en el que los filósofos tratan de mostrarnos el camino hacia " el cielo de la verdad " (lo Absoluto).
Vamos recordando esas voces, oyéndolas mediante el estudio, mediante la lectura, escapando a la era de la prosa, la era del dinero, gracias al arte, a la música, a la literatura. En una nota llamada " La supersticiosa ética del lector " Jorge Luis Borges nos aclara porqué nos gusta tanto ese mundo mítico de la literatura : " la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin ". Aquí reencontramos ese meneo dialéctico entre el deseo de recordar, de aprender, y el olvido, que nos es propio. Ese filosofar que es un aprender a morir surge como un desafío en una era como la nuestra -habitamos en el tiempo, somos la historia-dominada por el monicongo hambriento, el golem colombino, la sombra del progreso, los demonios del dinero-- de quienes en lugar de vivir con " el otro " prefieren arrancarle la vida, hablo de los asesinos que pretenden gobernar, de quienes matan campesinos y profesores, de quienes acaban con la vida de los defensores de los derechos humanos. Muchos son hijos de una ética putañera, quiero decir, del sin sentido que impera en la Historia como una culebra dormida entre los libros de leyes. Como en la Atenas del siglo IV antes de Cristo impera en nuestro mundo la injusticia, el deterioro de las costumbres de la vida en común, y en muchos lugares la no observancia o la violación impune de las leyes.
En muchos pueblos del mundo la gente sabe que tiene que sobrevivir como sea, " !como sea ! Y eso está cambiando la ética de la gente ", como dice de su país el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez.
Los estados europeos democráticos , avanzados en tecnologías, sufrieron ya sus grandes crisis guerreras y por eso ahora trabajan en prolongar la esperanza de vida, crean comités de bioética o apoyan la defensa de los derechos humanos, aunque siguen vendiendo armas a los estados esclavizados. Tienen una prensa libre y raras veces mandan a matar o encarcelan a alguien por una opinión.
Y sin embargo en Francia, hace un siglo, el novelista Emile Zola tuvo que exiliarse en Inglaterra porque lo iban a poner preso tras redactar su célebre carta " Yo acuso " defendiendo a un oficial del ejército francés, Alfred Dreyfus, de familia judía, encarcelado en la Isla del Diablo tras haber sido acusado de manera injusta y calumniosa de traición. " Qué pánico nos da la luz terrible que arroja el caso Dreyfus, ese sacrificio humano de un desgraciado, de un 'sucio judío'. Cuánta locura y estupidez, cuánta loca imaginación y prácticas de policía rastrera, de costumbres de inquisición y de tiranía se agitan en este caso (…) Es un crimen explotar el patriotismo con obras de odio, y es también un crimen hacer del sable el dios moderno, cuando toda la ciencia humana trabaja en pro de la verdad y la justicia ", dice Zola en su documento acusando al ejército francés, publicado el 13 de enero de 1898, fecha que puede considerarse como la primera " arma intelectual ", el primer manifiesto de protesta moderno publicado en un diario.
Etica reconstructiva
La mediación del concepto nos reposa de lo inmediato, nos permite vivir más allá de la contingencia, de los mensajes pervertidos que echan a perder los experimentos vitales de los dioses, esas fuerzas bautizadas en cada era o puñado de generaciones por los poetas con nombres diferentes.
Los lazos entre el mito (poesía, teatro, literatura), las creencias religiosas y la filosofía son los cimientos de esta reflexión sobre la ética aquí y ahora, sobre el ser histórico heredero de las mil y una enciclopedias del saber que pueden consultarse en aras de seguir inventando las leyes morales necesarias para que no desaparezca la vida en sociedad. Saber de dónde venimos nos ayuda.
La antropología, ciencia que tiene menos de un siglo, logra, en tanto que estudio de las costumbres de sociedades no europeas, darle un corpus diferente, sin libros, a la " cabezona " filosofía redactada por europeos durante siglos. No pienso establecer una clasificación filosófica por continentes, pero lo cierto es que cuando se habla de filosofía se dice " la filosofía de Occidente ", y el novelista y filósofo colombiano Freddy Téllez da en el clavo cuando habla del intelectual que sólo es cabeza. " Ese problema del cabezón es el de la desmistificación o la crítica a una cierta filosofía que no ha hecho sino tomar la cabeza en serio y dejar el cuerpo. También la reflexión de la escritura como respondiendo al cuerpo y no sólo a la cabeza ; es un intento por desmistificar la cabeza ", dice Téllez, identificándose con los escépticos griegos, los sofistas, Montaigne, Nietzsche…
El fracaso de la razón es la guerra. Y en este siglo la segunda guerra mundial, y en especial el episodio de Heidegger durante su rectoría y sus ideas nacionalsocialistas. Sin embargo la misma razón busca siempre la paz y la justicia y ahora Europa…
Las aldeas que viven en paz inventan las nuevas teorías éticas, descubren los nuevos conceptos filosóficos para la leyenda de la duración. Ahora hay comités de bioética, etc…
Paul Ricoeur, ha dado paso a una corriente muy productiva llamada " la ética reconstructiva " que se basa en el interés por la historia, un interés de conocimiento, como medio de introducir la noción de reconstrucción en tanto que operación intelectual. Ese interés nos inicia a la necesidad de un proceso, entender nuestro destino, saber si tenemos sentido, razones de ser. " En la tradición de la Estética clásica, de Aristóteles a Hegel, esa necesidad sería la del destino. El interés por el conocimiento o la comprensión del destino anima también, fundamentalmente, la práctica psicoanalítica ".
Se trata de comprender, mediante la narración o la argumentación, nuestro destino, tal como ocurre en la práctica sicoanalítica. " La reconstrucción posee un valor ético en la medida en que está interesada prácticamente en comprender la causalidad de un destino, causalidad fatal de la vida herida, que se erige ella misma en una fuerza hostil ", dice Jean-Marc Ferry, uno de los discípulos de Ricoeur, quien cita a su vez a Nietzche señalando que para éste la única historia es la historia crítica, única instancia contra el peso del pasado, " un correctivo para lo que he llamado deuda hacia los muertos ", afirmando la vida por encima de todo, revelándose " contra esa tela de araña muy funeraria y anticuada que viene del pasado ". El hombre es un ser destinado a vivir en sociedad, sí, pero la guerra es su padre, qué mito tan poderoso nos enrostra Heráclito :
" La guerra es padre y rey de todas las cosas, a unos los hace dioses, a otros hombres, a unos esclavos, a otros hombres libres "
El ser nuestro, la filosofía de occidente -nosotros en América somos el extremo occidente-fracasó en Alemania con la segunda guerra ; la filosofía, las razones del ser, tuvieron que luchar para reconstruir el tejido vital, la dialéctica busca la paz. Esa segunda guerra mundial abrió el telón a nuestra era, o lo desgarró, y televisión y prensa, en el desayuno hegeliano, nos muestran ahora un escenario abierto a las tremendas fuerzas que obran día a día para encarnarse e imponer un espíritu, el conflicto productor , el vendedor de armas, el gran consumidor.
Ese gran monstruo engendrado por Europa, el continente de la razón, pudo ser la trata de negros para poblar América, o el nazismo, donde " el otro " , fue cosificado, quemado. El ser que pervive y desea vivir después de ese gran fracaso es producto de fuerzas : voluntad secreta y sagrada de nacer, creatividad y lógica del mestizo, hijo del conquistador vasco y la princesa mandinga, memoria, adaptación, resistencia, olvido, memoria…
Primo Levi, en su libro " Si ésto es un hombre ", cuenta que en el campo de concentración donde lo encerraron los nazis los que más sufrían eran los intelectuales " porque no sabían hacer nada con las manos ".
Spinoza, que pulía vidrios para telescopios en el s. XVIII, nos recomienda ejercer un oficio práctico para ser independientes. Los actores, por ejemplo, se ganan la vida con sus cuerpos. Esquilo llegó a "plantear" su Prometeo meditando muy a fondo acerca de las tradiciones de su tierra, en Macedonia y la actual península de los Balcanes, como nos lo recuerda Ismail Kadaré en su libro "Esquilo, el gran perdedor"; lo llama así porque se perdieron otras decenas de obras suyas y sólo nos quedaron las siete que conocemos. El saber se comparte. Buscamos, junto a los otros, aprender a convencernos de la inmortalidad del alma, la manera de saber permanecer en vida, de ser conscientes, de créer que vale la pena fundar pueblos, tener hijos, evitar la guerra, las enfermedades. Queremos contribuir a calmar los espíritus, entonces nos viene, se nos aparece el poético concepto del daimon, una fuerza que nos cohesiona, que nos permite crear, el genio que guía nuestros pasos, una chispa divina, una voluntad de música, de darnos la mano en las encrucijadas.
Refugiados en las academias, a veces los aires malsanos de los apestados por la sangre derramada, las Erinias bebedoras de sangre, llegan hasta nosotros para recordarnos que la vida en comunidad, en sociedad, en la polis, está amenazada siempre por la desmesura, estamos amenazados por el caos, y por eso educamos a nuestro daimon para que no use el fuego sólo como arma para quemar a su hermano vecino.
*Julio Olaciregui nació en Barranquilla en 1951, ha publicado Vestido de Bestia (poemas en prosa), Los domingos de Charito (novela) y Trapos al sol (relatos) entre otros.
Archivo Vistazos marzo 1 del 2005
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