En la sala de exposiciones de la Academia Superior de Artes de Bogotà (ASAB), se exhibe la muestra Disecciones Cartográficas del artista cubano Ibrahim Miranda. La muestra está compuesta por una serie obras que están elaboradas en técnica mixta. ESin embargo el dibujo es la tècnica recurrente en la obra de este artista. El grabado en madera o xilografìa también hace parte de la muestra ampliando el espectro artístico. Los trabajos dispuestos sobre la pared, en forma de bandas, crean en su conjunto una serie de imágenes compuestas por varios módulos. La obra en su conjunto está estructurada por una serie de líneas que se sobreponen una sobre otra creándo así una manera bastante interesante de disponer la obra. En síntesis la obra está compuesta por varios fragmentos, los cuales son en si mismos una obra.
Lo que no es una sorpresa, es que el tema es una vez más la isla de Cuba. La isla es representada como un ser vivo, que se transforma en una especie de mostruo marino con aletas que le salen de los costados. En ocasiones se nos muestra el esqueleto del animal-isla. En otras solamente la isla, reinventada en una nueva cartografìa. A estos dibujos pictóricos, se añaden unas imágenes realizadas en tinta de vasos que tienen en su interior algunos ojos. Quizá la referencia a alguna simbología netamente cubana producto del sincretismo cultural. También encontramos unas imágenes que simbolizan un bote... el mismo bote se repite una y otra vez, amalgamándose con los vasos y los mapas-vivientes de la isla. El bote que otros artistas han logrado utilizar en sus obras con mejor maestría como el caso de Tkho.
Si bien es cierto que el arte cubano tiene una gran representatividad dentro del panorama del arte contemporáneo, latinoamericano y mundial - pensemos en las obras de José Bedia, Ana Mendieta, Tkho, Tonel, Los carpinteros, Garaicoa, entre otros -, también es cierto que no siempre los artistas cubanos, tienen una obra contundente. Este es el caso de la obra de Miranda. A nivel formal, su obra no asume mayores riesgos. Y a nivel temático, ni hablar: una vez màs la isla de Cuba. Es cierto que no se puede ignorar la situaciòn de la isla. Pero esto se ha convertido en una fórmula perfecta para hacer arte y de una u otra manera se ha convertido en la posibilidad de parachutarse al contexto mundial del arte, lo que en si es bastante problemático: la violencia es para los artistas colombianos lo que es la perspectiva insular para los artistas cubanos.
Sabemos que los cubanos han tenido en los últimos quinze años un apoyo inmenso a nivel institucional del extranjero. Por ejemplo a comienzos de la década de los noventas en Colombia, Los hijos de Guillermo Tell (1991), exposición curada por el teòrico cubano Gerardo Mosquera, tubo un despliegue impresionante, dado el inmenso apoyo que obtenido por parte el Banco de la Repùblica. En su época la directora de la secciòn de Artes Plàsticas del la Bilbioteca Luis Angel Arango, Carolina Ponce de Leòn, no dudò un solo instante el abrirle sus puertas a la propuesta de Mosquera. De esta exposición, aquellos que la vimos por primera vez, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que se nos mostró cómo hacer una exposición tan bien respaldada, no solamente a nivel teórico sino también a nivel institucional.
Sin embargo, hoy deberíamos asumir una posición bastante crítica con la producción que viene luego del boom del arte cubano de los noventas. Pues es indudable que se ha encontrado una fórmula para hacer obra. Y no hay que olvidar, lo cubano tiene éxito hoy en día, no solamente por razones que nadie se atrevería a negar, como su desarrollo educativo y cultural - por ejemplo la Bienal de la Habana -, sino también porque lo cubano está de moda. Es decir estamos inmersos en una especie de cubanomanía. Estamos dispuestos a recibir con los brazos abiertos a todo lo que viene de Cuba pues, como decía esa canción de infancia: "de la Habana viene un barco cargado de...", no importa que cantidad de cosas, siempre serán bienvenidas, parecen decir nuestras instituciones culturales. Si el arte cubano, mientras tenga balsitas, velas y oytras cosillas, vende y bien caro.
En síntesis la exposición de Ibrahim Miranda, no nos muestra algo diferente a lo que estamos acostumbrados de ver de el arte cubano. Quizá si su obra se hubiese mostrado en las instalaciones del Banco de la República, su obra hubiese tenido otra lectura. Habría que analizar en otra ocasión cuál es el papel que juega la institución museal en la elaboración de la obra de arte. Ya en el vistazo crítico dedicado a Garaicoa habíamos insinuado algo
Ricardo Arcos-Palma. Bogotà, septiembre 3 del 2000.
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