Carlos Garaicoa: entre la utopía y la ruína.
Por estos días en la Casa de la Moneda del Banco de la República, se exhibe la exposición La ruina; la utopía del joven artista cubano Carlos Garaicoa. Es una exposición de una serie de obras - en su mayoría instalaciones -, que tienen como fundamento la fotografía. Pero la fotografía que utiliza el artista, no es un simple registro, ni tampoco se queda en la superficialidad de su imagen, ni tampoco es esa "reportería poética en manos de un sensible creador", como lo afirmó recientemente Juan Camilo Sierra en el diario El Tiempo. Por el contrario es un verdadero pre-texto para hacer obra. La exposición tiene como fundamento temático la ciudad. Pero la ciudad de Garaicoa, es La Habana misma. Una ciudad que resiste al tiempo pero sin mayor oportunidad, pues bien lo sabemos, "todo lo sólido se desvanece en el aire" (Marx).
Si existe algo verdaderamente interesante en la exposición, es esa especie de reconstrucción a partir de la ruina. Los vestigios no son sino huellas de un suceso, de un acontecimiento. Suceso en Aguian, es una intervención del artista en La Habana. Mediante la instalación de una serie de fibras de color rojo, el artista hace evidente un lugar que comenzaba a dejar de serlo. Lo mismo sucede en otra de sus intervenciones Homenaje al Seis: aquí él decide pintar el número seis, como si se tratase de algo que merece tenerse en cuenta. Pero el seis es una disculpa para evidenciar su soporte, las columnas de los edificios en deterioro. Una y otra vez, la necesidad de reconstruir un pasado o de mostrarnos un presente que se basa en la ruina. Slopy Joe's Bar, es una instalación que reconstruye la barra del bar que tenía el mismo nombre. Una serie de fotografías dispuestas sobre la pared de la sala, nos dejan ver lo que es ese sitio en la actualidad, y lo que fue, creando una especie de simulación. En un rincón, una rocola con los discos de la época vinilo. Otra de las obras que llamó mi atención y retuvo mi interés, fue Abrahan Lincom y San Juan Bosco. En esta obra, el artista reconstruye ya no un lugar sino un hecho. Con los elementos comprados a un indigente en una calle de New York, el dispone en la pared una de sus mejores obras. La pequeña efigie del Santo es rodeada por un aura de monedas de centavo de dólar, naturalmente con la efigie de Lincom. Una foto nos da cuenta de la disposición del estado original de los elementos en la calle: una baso de plástico, con algunas monedas frente a la efigie de San Juan. Hasta esta obra, se ve aquello que hace interesante la propuesta de Garaicoa: ese presente con un insistente mirar hacia atrás; pero la reconstrucción de la que he hablado no es una actitud conservadora, sino más bien un volver a construir ese algo que ya no es, que ha dejado de ser. Es esto lo que el artista hereda de la fotografía. Además ese carácter irrefutable de evidencia (Baudrillard) que posee la fotografía, hace que tengamos frente a nuestros ojos una obra sólida. Eso mismo experimenté cuando vi por primera vez su obra, en la exposición colectiva Lo que significa ser cubano, en La Maison de L'Amerique Latine en París (1998). En esta ocasión dos fotografías cotejadas con objetos reales nos hacían pensar en esa relación entre lo que designamos como pasado (la foto en sí), y el presente (el objeto).
Luego el artista, decide emprender un mayor riesgo con obras creadas in situ: Jardín Japonés es la mejor lograda, pese a su exceso de escenificación: una pequeña puerta al estilo clásico japonés nos deja entrar a una gran espacio (jardín), en donde vestigios de construcciones se disponen adornando el lugar. Algunas frases discretamente anotadas en las paredes nos dan una lectura precisa. Las últimas salas - las más grandes del museo -, son llenas de poco un todo. Fotos en color del centro de Bogotá en la noche, pequeñas lámparas que semejan edificios, una instalación vídeo mediocre y finalmente el gran árbol que se marchita en el centro de la sala - semejante a lo que vimos durante la obertura del Centre Georges Pompidou a comienzos de este año pero no por el mismo artista -, en medio de un suelo de gravilla, mientras una imagen de vídeo nos muestra casi la misma escena en La Habana. Esto nos muestra una obra pensada en La Habana y a partir de ella. Y otra parte pensada in situ, con material de La Habana, de Bogotá, y sobre todo con estos grandes espacios de La Casa de la Moneda. El espacio es algo que los cubanos en la actualidad adolecen. Y cuando se les asigna un espacio tal... hay que estar bien preparado. Aquí podríamos decir que el espacio le quedó grande a Garaicoa. Exponer en Europa, a menos de ser una vedette, es sinónimo de aceptar lo que les den. Ni el propio Tcho otro artista cubano tuvo mejor suerte, pues una de sus balsas expuesta en el Musée Jeu de Paume estaba cerca de los baños en el sótano de este museo. De manera que en este hecho se ve el traspiés del artista.
Esto claro está no le resta la fuerza conceptual de su obra en general. Lo que verdaderamente es importante, es lo que demuestra y muestra a través de su proceso. Esa puesta en evidencia de ese no-lugar, de esa atopía a partir de la ruina. Como queriendo revelar aquello que ha permanecido oculto, ese no-sitio, esa isla ideal o de las ideas, que nos hace pensar en esa perspectiva insular a lo Thomás Moro, donde aún hay un espacio para la utopía. Así podríamos decir - utilizando las palabras de Wim Winders en su película Alicia en las ciudades -, "la fotografía nos muestra lo que nuestros ojos no ven".
Ricardo Arcos-Palma.
Bogotá, julio 28 del 2000.
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