Vistazo Critico Transversal 36: EL CODO, EN EPOCAS DEL COVID / Edgar Arcos Palma

 

EL CODO

En épocas del COVID

 

Es extraño por demás, acercarse en estos tiempos de pandemia a saludar a un amigo, un conocido, un familiar, un colega de trabajo y no sentir el cálido contacto de su palma diestra con los dedos en leve o fuerte presión, según su costumbre con la mano sino con un codo contra codo. ¡Hola! La voz atenuada por un obligado tapabocas esconde los labios y queda la sensación de haber perdido un elemento clave del saludo a manera de sonrisa, risa o mueca, según el estado de ánimo de quienes se topan. El rostro pasa a ser algo inexpresivo y los ojos toman la batuta del gesto para adornar el saludo, ya sea frío, cálido, efusivo, radiante, o un simple y anodino saludo. 

Si de contacto se habla en la salvedad del código de la prudente distancia, el codo se convierte en el reemplazo de la mano. ¡El codo! Las pirámides al revés, el absurdo contra la normativa. La socorrida sentencia de que ya nada será como antes ha permitido que el codo llegue a tal sitial, quizá para quedarse, parodiando las frases de cajón.

Al fin y al cabo ese accidente anatómico que tan fácil nos dibuja un ángulo recto tiene también mucho que contar. Testimonio de comparación con la lengua, sí, la lengua, el músculo aquel que ocupa gran parte de la boca: Hablamos hasta por los codos, decimos sandeces, no paramos de exagerar y la charlatanería es el culmen de esta mala práctica. Peroratas y no oratorias. Y no le anticipemos sesgos politiqueros a esta pequeña disertación.

Cómo expresar entonces que el codo tiene que ver con la confianza, atributo de seriedad y percepción de seguridad del hombre; y cómo un gesto contrario genera sorpresa y animadversión al punto de señalar con desazón a  ciertas personas a quienes se les da la mano y se cogen el codo. Otra vez los politiqueros rondando por aquí. 

Siguiendo con la línea de confianza que parece agarrarse de los codos en su contexto, qué decir de las personas que realizan buenas obras, se muestran como modelos a copiar, ganan respaldo por sus actos y de repente la gente frunce el ceño, se asombran y la incredulidad asoma ante lo que hace el otrora buen hombre. Carambas, dicen, lo que hizo con la mano lo borró con el codo. No, no se crean que estoy refiriéndome a los politiqueros, sobre todo a los bisoños quienes se inician en estas artes y luego se contaminan. Bueno, insisto, no me refiero a ellos.

Acucioso frente a un texto de Baldor, sudo frio y las páginas me devuelven signos, rayas horizontales, encima letras grandes y pequeñas, debajo más letra grandes y pequeñas separadas extrañamente por signos matemáticos -, +, x;  la desazón cunde cuando calculo el grosor del libro que se me antoja gigantesco y me digo parodiando una jerga española que esto como la Física o la Astrología es un verdadero “codo”; enseguida adopto mi posición decúbito prono en mi cama, me dispongo a una larga y pesada jornada, hinco mis codos sobre la cama y ataco el álgebra para cumplir la tarea. Signo de querer superarse.

Así, codo a codo con la prisa por resolver cualquier asunto y en franca lid, convertimos a este emergente componente del brazo en un acicate del estímulo, de la competencia, del afán por ser mejores y se rescata entonces una fortaleza del nuevo rey del saludo. Ni qué decir de la fortaleza física como sería el tropezar nuestra nariz con codo en flexión total. Ni les cuento el infinito dolor consecuencia de este desagradable encontronazo. Algo así como lo que hacen los politiqueros con sus votantes una vez pasadas las elecciones.

Acto de fortaleza de soldados en sus ejercicios de adiestramiento cuando intentan superar alambrados de púas casi a ras de piso, de rateros acechando a sus presas en descampado, de cazadores furtivos tras su presa en los bosques, de las víctimas y desplazados eludiendo las balas asesinas de paramilitares, disidencias y guerrillas. Uf.

Los gestos de desdén también hacen partícipe al codo, la cobardía es pintada con los codos en flexión tocando y alejándose de los flancos de quien los realiza en movimientos repetitivos y un cacareo de mofa completa la escena. 

Escribiendo de cosas más amables, un giro interesante como el mismo codo, es el nombre dado a una calle con su forma casi en ángulo de 90 grados, en Madrid, España, y con ello estamos rescatando su buen nombre. Esta calle ha sido mencionada en las Aventuras de Alatriste de Arturo Pérez Reverte y en una anécdota al pobre codo con el aparato urinario cuando el dramaturgo Francisco de Quevedo (Siglo de Oro), al pasar por esa oscura calle y después de haber libado algunas copas a lo mejor de buena sangría, escogió de costumbre una puerta para mear. Algún vecino habitante de esa calle, harto de ver la puerta con la huella amoniacal pintó una cruz en la puerta y escribió “no se mea donde hay una cruz”, a lo que replicó Quevedo sin dejar su ritual: “no se coloca una cruz donde se mea”.

Si alguna vez esta pandemia nos deja, procuraremos visitar esta famosa calle, no sin antes haber vaciado nuestras vejigas, y conocer los entornos históricos de las Plazas del Conde de Miranda y de La Villa que unen los dos extremos de la famosa calle, y la Hemeroteca Municipal, la Torre de Los Lujanes, La Real Sociedad Maritense de Amigos del País, La iglesia del Corpus Christi donde se encuentra el Convento de Las Carboneras.

Un poco de arte culinario para saborear con anticipado deleite un buen codillo de cerdo en salsa o sudado de codo, o codo al horno, tantas variedades de la rica cocina colombiana, y que conste que aquí la política tampoco juega un solo ápice de cuchara como no sea evocar al plácido marranito que obedece a rajatabla lo que le dictan sus tenebrosos mentores y que ha de recitar tarde a tarde de una epopeya que parece ser tan falaz y destructora como la misma pandemia. 

Entre tanto y antes de que los politiqueros, hoy inmersos en el circo sui-generis de un sub-presidente gobernando nuestra Colombia y de los cargos visibles manchados con el estigma de la corrupción, el paramilitarismo y el narcotráfico nos corten las manos; empinemos el codo con un buen aguardiente.   

 

EDGAR ARCOS PALMA

Médico Endocrino.

San Juan de Pasto 22 de junio de 2020

 

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