REFLEXIONES PROFANAS. Respirar "al aire libre"
Esta pandemia deja ciertas cosas en claro: el virus mata, como todos los virus, pero las consecuencias reales sobre el impacto de la salud (mental y física) aun no se ha medido. Ya se ve el impacto sobre la economía, que obviamente no toca a los grandes capitales (bancos, empresarios, corporaciones transnacionales, etc), sino que toca al trabajador: la supresión de empleos es alarmante y dejara mas víctimas que el COVID-19, pues facturas impagables, créditos no amortizados, entre otros ya están dejando mucha gente en la calle. "Hay que activar la economía" cantan al unisono los tecnocratas jefes de Estado en clave neoliberal. Y los ciudadanos no emancipados salen a consumir a riesgo de caer víctimas del virus, al fin y al cabo "de algo hemos de morir".
Y ni hablemos del impacto en la salud mental que los medios masivos de "comunicación", incluso este donde usted esta leyendo, ocasionan en los seres aislados: nunca estuvimos tan conectados y al mismo tiempo nunca estuvimos tan desconectados . Nunca antes habíamos visto tantos rostros y tantas emisiones audiovisuales para mantenernos con la ilusión del afuera, pero nunca antes estuvimos tan encerrados con nuestros miedos que paradójicamente salen en un acto cartartico transformados en violencias, incluso contra quienes tenemos cerca. Las consecuencias e impacto en la salud mental y estado nervioso aun esta por medirse, tras exponerse a horas y horas a una pantalla luminosa.
Aquí en Francia luego de casi dos meses de desconfinamiento, vemos como la vida vuelve casi a su "normalidad". Pero qué es la normalidad? Ya Michel Foucault nos había dado claves sobre el limite delgado para entender la norma, que es no lo olvidemos un dispositivo de poder en el que se fundamenta las leyes. Las leyes que incluso nos llevan a normalizar el encerramiento.
Yo de mi parte insisto en lo importante que es volver a "respirar" así sea con cierta aprehensión. Desde que entendí que todo esto podría ser aprovechado por dispositivos de control para seguir inoculando miedo, fuente de violencias, pues, nunca antes la gente había soltado en redes sociales, twitter, Facebook, WhatsApp, tanta violencia acumulada violencia verbal que como bien lo decía Walter Benjamin en su estudio sobre lenguaje y violencia, esta en el origen de la incomprensión de los seres humanos. Cualquiera desea ser juez y verdugo del otro. Y eso a mi juicio, que he llamado lo propio de la teatralidad de la política, es muy preocupante.
Hay que volver salir, hay que volver a recuperar la calle, en todo el sentido político de lo que esto significa. Y si no se puede salir porque aun están en cuarentena, como en mi querida Bogota que por la ineptitud de su Alcaldesa, que politizando este asunto de la pandemia, le ha dado un manejo populista y tiránico.
Tenemos que volver a salir y recuperar el afuera, tenemos que volver a habitar la utopia, y dejar los miedos encerrados en la casa que paradójicamente se han transformado en verdaderas prisiones. Aqui en Europa la gente ya sale a las calles y se habla en las noticias del peligro latente de algunos brotes de contaminados. Pero lo único cierto que tenemos nosotros es que la vida es asumir riesgos y seguir adelante.
Una pregunta que debemos hacernos es sobre las futuras generaciones. Qué mundo le dejaremos? Cuando mis hijos me dicen mientras estamos en el tren: "papa, esta mascarilla, me cansa, no me deja respirar", pues es obligatorio su uso... veo que en esa constatación, hay ya varias preguntas. "I can't breathe", no solamente es el slogan de toda una sociedad que han sido asfixiados por la intolerancia, como en el caso de los negros americanos, sino también de esta época, donde incluso lo mas preciado, el aire, por contaminado que esté por la emisión de gases a efecto invernadero, es quizá, principio de enfermedad y muerte. Y no, les digo a mis hijos, hasta que no nos vendan el aire embotellado, como han hecho con el agua, seguiremos respirando sin temor, y tomaremos el aire a bocanadas, pues hasta ahora es lo único que no nos han cobrado. Y creo ya alguna mente perversa debe estar pensando en hacer negocio con aire embotellado que recargaremos como en una gasolinera para poder salir a la calle.
Pero creo siendo pesimistas que ustedes las nuevas generaciones, terminaran pagando ese preciado elemento, al menos que hagan algo para evitarlo: pagamos por la tierra para poder tener un techo, pagamos por el fuego para poder calentarnos en invierno y poder cocinar, pagamos por el agua que antes corría a nuestros pies y no tardaremos por pagar por aire de eso que no quepa la menor duda.
Mientras tanto disfrutaremos del sol y del festival de jazz "aire libre" en este verano parisino, si se puede, pues la vida sigue, no sin antes seguir pensando que nos tocara inventarnos nuevas formas de resistencia, pues asistimos al nacimiento de un nuevo orden mundial, donde respirar al aire libre será riesgoso, sospechoso e incluso subversivo, antes de ser monetizado y comercializado por la grandes corporaciones trasnacionales que son las que dominan el mundo.
Ricardo Arcos-Palma
Paris, 11 de julio del 2020.
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