NADÍN OSPINA: OTROS MUNDOS
La otredad fue una característica moderna, donde el Otro surge como aquel extraño, diferente, bizarro y exotizado. Ese otro es admirado y odiado, anhelado y temido. El otro encarna fascinación y terror a la vez. Esa tensión llevó a personajes como el poeta francés Arthur Rimbaud a enunciar una frase contundente: Je suis un autre. El poeta al autoafirmar su identidad frente a la otredad, está tendiendo un puente con ese otro que ya habita en nosotros mismos, con ese otro que deviene un extraño, un extranjero en su propio territorio de la identidad. En estos términos la otredad no es más que un territorio que ensancha nuestros propios límites. Esto mismo sucede con la obra de Nadín Ospina quien desde hace treinta y cuatro años de vida profesional, viene habitando varios mundos, donde la ensoñación y lo onírico, la memoria y la historia, la postura crítica frente al colonialismo y el racismo, lo lúdico y lo real, lo indígena y la cultura pop, el cine y la música, el comic y los juguetes, recrean esos mundos que hacen parte de nuestra cultura híbrida, abigarrada y mestiza.
OTROS MUNDOS es el título de la muestra de Nadín Ospina que se inaugurará el 24 de septiembre del 2015 en el espacio AH Fine Art en Medellín, espacio de vanguardia artística local. Esta ciudad es muy significativa para el artista, pues aquí arranca su carrera profesional en firme: al haber sido seleccionado y luego ganarse uno de los premios del salón Arturo y Rebeca Rabinovich en 1981, con sus “pinturas tridimensionales”, el artista incursiona con fuerza en el mundo del arte; además uno de los primeros curadores y críticos en reconocer su trabajo es Alberto Sierra. Medellín es entonces un lugar muy significativo para este artista quien expone por primera vez su obra en el Museo de Arte Moderno de Medellín y ahora su obra está en espacios públicos como el imponente “Superman Pensador”. Así esta exposición que recoge su obra más reciente y algunas piezas emblemáticas de su recorrido artístico rinde homenaje al artista y a la ciudad que entendió y acogió desde el inicio una de las obras más significativas del arte latinoamericano.
Yo soy otro tú. Museo Nacional de Antropología. Madrid 2020.
Resplandor, Críptidos, Otros Mundos son series que dan consistencia a la exposición. Los mundos extraños y fantasiosos que recrearon y exageraron con sus crónicas e imágenes los viajeros de los siglos XVI al XXI. Estos otros mundos extraños se recrean hoy con esas nuevas series de televisión donde los alienígenas del pasado vuelven y activan esos mitos antiguos donde el otro es monstruoso. Todo ese universo es fundamental para la obra de Nadín Ospina quien desde hace más de tres décadas viene dando cuenta de esas fascinantes fronteras existentes entre esos mundos donde el viaje da consistencia a su universo plástico: desde los viajes de los conquistadores y misioneros europeos que generan piezas como Caza de los putos (2013), inspirada en los grabados de Theodore de Bry, a los viajes intergalácticos de Star Trek que generan piezas como Encuentro (2015), en la que aparece el Señor Spock sentado al lado de una figura precolombina, en una banca de parque como si la teletransportación facilitara este encuentro imposible.
Sobre estos otros mundos Nadín Ospina nos recuerda que “en época de descubrimientos, existe una imagen de ese mundo por descubrir: un mundo lleno de presencias exóticas, extrañas, fabulosas: la imagen de América en particular, era una imagen distorsionada en muchos sentidos, políticamente manipulada. El caso particular del grabador flamenco Theodor de Bry es fascinante por su participación en la construcción de la leyenda blanca y la leyenda negra de España. Él era un hombre al servicio de la corona inglesa, muy prejuiciado y sus grabados comunicaban ese prejuicio: todo el retrato de la América descubierta por los ibéricos estaba imbuido de un aura de monstruosidad llena de personajes sospechosos, de todo tipo de cosas malignas, diabólicas. Este es un retrato que pervivió en el tiempo muy fuertemente en Europa y, que hoy frente a todas estas circunstancias sociales tan dramáticas, con la insurgencia de estas nuevas formas de encono con el extranjero, vuelven a tener una gran actualidad a mi modo de ver.[i]”
OTROS MUNDOS, traza entonces un recorrido a lo largo de piezas emblemáticas del proceso artística de Nadín Ospina, articuladas alrededor de su más reciente producción. La exposición está planteada como un regreso al origen, en este caso como ya lo anunciamos, de la obra misma que comienza su exposición pública en Medellín. Es un regreso al origen de manera circular, tal y como sucede con la obra Uróboros (2013), la cual nos recuerda el artista, siempre “vuelve al lugar donde está la fuete, el origen incorruptible”[ii]. La exposición es un recorrido a través de la producción artística de más de tres décadas. Esta mirada retrospectiva nos permite ver como existe una coherencia fascinante en la obra de Ospina. A partir de esa pieza se articula el proyecto expositivo que se reagrupa en varios mundos materializados por el artista de la siguiente manera:
Dialogo con el artista. Otros Mundos. Museo de Antioquia. Medellin 2015.
Sueños y ensoñaciones.
Oniría (2010) reúne conjunto de piezas realizadas en bronce pintado, que nos recuerdan el mundo de los juguetes. Figurillas de un monaguillo, de un camera man, de un de carreras de autos, de un califa, de una monja, de un penitente, un buda sobre un búfalo, una dama que aprende a caminar elegantemente (marchante) con un vaso en su cabeza, agrandadas y pintadas con colores pop, nos recuerdan ese universo retro de los años sesenta donde lo kitsch es exaltado. Esta serie de objetos hace parte de un intento de exaltar ese mundo de la ensoñación que el infante y el artista necesitan para recrear el mundo acentuando esa fascinación de toda una generación por la revolución de los polímeros y sus colores sintéticos tal y como lo mostraban las revistas que influenciaron toda una generación nacida en la década de los sesenta Reader Digest y Life: lo kistch hace su presencia en el mundo de la representación artística.
Así dentro de esta serie destacamos las Marchantes (2007) esculturas en bronce pintado que insisten en la reproducción en serie: mujeres que aprendían a caminar elegantemente sin dejar de caer el vaso o florero que tenían en sus cabezas. Estas figuras están provistas esa carga conceptual que acerca a estos objetos a lo kistch, designando el cuestionamiento a lo original mediante la reproducción técnica.
Americanos (2010) es otra de las obras que hace parte de esta serie: el artista resalta en esta serie esa imagen del indio americano que alimentó el imaginario colectivo de los western en la que los vaqueros blancos son los buenos del asunto. Estas figuras igualmente inspiradas en el indio piel roja de plástico de los juegos infantiles. Este personaje pintado en colores que ya caracterizan a Nadín Ospina, es un guerrero que enarbola con valentía su arma. Con esta obra seriada, se pone de manifiesto una vez más, el asunto del juego y el sueño. Este grupo de obra resalta la ensoñación y lo lúdico como esa capacidad de recoger la memoria, en este caso individual y colectiva, y actualizarla no sin generar una cierta tensión sobre lo construcción identitaria de lo propio para resaltar esa pervivencia frente al olvido.
La pintura tridimensional o la escultura pintada.
La pintura en la década de los ochenta y los noventa entra en una especie de crisis de representación. Aunque ya artistas como Yves Klein, perteneciente al movimiento impulsado por el teórico Pierre Restany Los Nuevos Realistas, logran superar este momento de crisis creando nuevos lenguajes sobre lo pictórico. Sin lugar a dudas, obras como la de Yves Klein, sirven de soporte a los primeros trabajos plásticos del Ospina, quien decide seguir pintando pero problematizando el soporte pictórico. La pintura va mucho más allá de recuadro y comienza a tomar volumen, se vuelve tridimensional. Esta característica es muy frecuente en la búsqueda plástica del artista quien asume el volumen como un lugar donde la pintura se instala y se vuelve objetual. Es así como el asunto de pintar el volumen se transforma poco a poco en la esencia de pintar la escultura: La última cena (1984), juegos en el campanario (1984) y sobre todo Trampa para el sol (1981), muestran como este asunto es una reflexión sobre la forma de como se problematiza la pintura, más de cómo se pinta. En la primera obra vemos una especie de abstracción donde la referencia al tema religioso tanta veces representado, pasa a ser significativo por el intento de configurar una nueva manera concebir el espacio. Lo mismo sucede con la segunda obra donde una vez más el asunto religioso vuelve a estar presente. Quizá la formación académica en el colegio de jesuitas marca o influencia en esta proceso a Ospina. La tercera se aleja del asunto religioso para combinar un dispositivo de revestimiento de la pintura convertida en objeto además con una carga poética destacable en estas primeras obras. Los mismo va a suceder con Sísifo (1987) que es en principio una escultura realizada en resina de poliéster y recubierta de lienzo intervenida con a la manera del dripping pint. El soporte tradicional de la pintura ha desaparecido en el universo de Ospina: al pintura deviene verdaderamente objetual.
Hibridaciones precolombinas.
Otra de las claves para poder adentrarse en la obra de Ospina es el concepto de lo híbrido y lo mestizo. En la década de los noventa hace eco la idea de las “culturas híbridas” enunciadas por García Canclini. Él insistía que en la contemporaneidad existe una tendencia a borrar lo originario y basarse en lo mestizo y lo híbrido. Aquí el cruce de culturas y sus mutuas influencias crean nuevas formas de marcar el presente. Algo similar sucede en la obra de Ospina, donde existe una apuesta contundente de cuestionamiento de ciertos valores inamovibles sobre la pureza que bien se puede aplicar a exclusiones raciales y también a asuntos que atañen a las prácticas culturales. Bizarros y críticos es una serie que se expone cuestionando el asunto del “crítico monolítico”. Aquí aparece por primera vez el crítico de arte, materializado en Bart Simpson quien se exhibe con cierta rigidez. Aquí la estrella de la serie televisiva de dibujos animados, se amalgama con la estatuaria precolombina abriendo así un camino importante que deja sentado las bases de las serie El gran sueño americano, que reúnen una serie de obras provocadora donde personajes de la cultura pop y del comic como el ratón Mickey con los materiales y posturas de las figuras pre-colombinas.
De esta manera la hibridez cuestiona el asunto monolítico de la pureza que sobre todo en ese época hace que las fronteras sean superadas. Esto nuevos personajes nos dan la clave para entender que sucede con territorios que parecen inamovibles y establece un diálogo exaltando un cierto anacronismo (Didi-Huberman) donde el pasado se reactualiza con lo popular y lo pone a circular dentro de la cultura de masas despojando de aura la idea de los íconos sagrados.
Territorio y juego.
Colombialand, es el nombre de una serie que marca un campo muy interesante sobre lo que significa la idea de ser latinoamericano y particularmente ser colombiano. El cómo estos asuntos identitarios se ven representados perversamente por el primer mundo a través de juegos como Lego. En un encuentro fortuito en París con uno de estos juegos, Nadín Ospina ve como se representaba al indígena y al autóctono latinoamericano. Y ve con sorpresa que los clichés coloniales aún están presentes y peor aún en juegos con los que los niños europeos emplean. De estos juegos surgen obras como El Alacrán (2003); esta pintura al óleo retrata un personaje con pistola en mano en un paisaje muy latino con montañas anebladas al fondo y detrás de él un campo de amapolas. A sus pies un alacrán. Este personaje vestido de blanco, chaleco rojo, corbata y con sombrero tiene una mirada terrible de “malo”. Su rostro retoma esa idea cliché del mal, característica del mafioso latinoamericano. Sicario (2002) es otra de las pinturas de gran formato donde el personaje con la cara cortada, pelo en pecho y chuchillo en mano “posa” al lado de unas flores de amapola. El cielo azulado y con algunas nubes en una paisaje desolado reafirma el contexto colombiano donde estos asesinos a sueldo ahora hacen parte del imaginario Lego. Flores del Mal (2007), es una serie de pinturas que materializan una postura crítica sobre ese imaginario del mal que encarna el latinoamericano y el colombiano. Un campo de amapolas verdes y rojas son pintadas dentro de este universo del juego infantil que abre un terreno de reflexión sobre la construcción del otro exotizado y diabolizado. Lo mafiosos, los sicarios, las flores prohibidas como la amapola, entre otros se convierte en estos elementos con estética Logo que van a acentuar las perversidades del juego con el otro malvado. Objetos y pinturas se recrean para abrir un panorama diferente cuestionando la inocencia del juego y sus consecuencias perversas en asuntos de imperialismo cultural. El otro en Colombialand personifica el mal supremo.
Animalidades.
La presencia del animal en el universo plástico de Ospina es muy frecuente, tanto los animales humanizados de los comics americanos (Mickey, Donald, etc) así como aquellos que va a representar en la serie de los Críptidos, que retoman un cierto anacronismo materializando esa simbiosis perfecta entre el animal y lo humano. Pero esta presencia animal está poblada de tapires, ciervos y otros seres animales que pintados de manera monocroma se disponen en superficies sobre la pared o sobre pedestales. En otras ocasiones son fragmentos de animales que hacen pensar curiosamente en trofeos de caza. Aquí aparece una reminiscencia mitológica donde el animal así como el mito, se transforman en objetos en vía de extinción. Sin embargo no es únicamente el animal en sí lo que se representa, sino nuestra relación con la Animalidad, que está muy presente en artistas contemporáneos como Mattieu Barney, Renata Sussheim, Julian Salaud, Carlos Amorales, entre otros.
Yo soy otro tú. Museo Nacional de Antropología. Madrid. 2020.
Por ejemplo, Santuario es una serie que recoge esta experiencia creativa referente al animal. La obra Los románticos (1987) hace parte de esa serie que reflexiona sobre la Amazonía: esta muestra a un tapir, una figura pre-colombina y un torso femenino realizados en resina y pintados a la manera del action painting de Pollock. Éxtasis (1991), es una pieza de los años noventa donde vemos ciertas cabezas cuyos rostros tienen los ojos cerrados. De esas cabezas, insistiendo en las metamorfosis del sueño, surgen cabezas de venado, una figura precolombiana y un gato. Así estas esculturas en resina recubiertas de pintura mineral azul logran mostrar esa común-unión con el mundo de ensoñación y experiencia casi chamánica del sueño. De otra parte, El sueño de Acteón (1992) recuerda el mito griego y emblematiza la cabeza del siervo en resina también pintada de azul soportada por unos trípodes de bronce. El cazador metamorfoseado en siervo por Artemisa es devorado por sus cincuenta perros; aquí no hay perros, pero Actéon se ha multiplicado como insistiendo en la dicha de haber visto a la diosa desnuda. Estas esculturas le asignan un carácter sagrado al animal y despiertan en lo humano algo que permanecía oculto: la sensibilidad.
Retrato de familia. 2015. 32 x 47 x 17 cm. Bronce policromado
Monstruosidades de (en) la memoria.
Con la serie Resplandor, Nadín Ospina logra reflexionar sobre “la fantasía, el prejuicio y la vileza”[iii]. Aquí las construcciones imaginarias producto de las empresas coloniales europeas, generan un imaginario que reproduce monstruos y bestias imposibles a partir de relatos que se enriquecen de prejuicios raciales. El nuevo mundo, América y sus habitantes incluidos los animales, se ven distorsionados, creando otras realidades y nuevos mitos que producen temor a lo extraño. Lo diferente, el diferente nace aquí como un lugar donde confluyen todas las tensiones culturales. Así surge Críptidos, una obra donde los animales se amalgaman con lo humano alimentando esa pequeña historia de la animalidad[iv]: personajes impecablemente vestidos con cabeza animal recuerdan esas relaciones anacrónicas entre lo humano y lo animal. Aquí existe una reactualización de lo humano exaltando ese animalidad acallada durante siglos.
También aparecen obras como Caimán monstruo Americano (2013): un enorme caimán se defiende o es atacado por unos indígenas. Esta pieza escultórica en bronce a la cera perdida, es recreada a partir de los grabados del siglo XVII que insistían en distorsionar la realidad a partir de relatos fantasiosos. Este descomunal animal, casi como si fuera un dragón, encarna todos los temores del mundo civilizado europeo. Otra de las obras de Ospina es El Rinoceronte de Durero (2013): Esta pieza en bronce recuerda el grabado del siglo XVI realizado por Durero. La imposibilidad de conocer un animal de este tipo, solamente imaginado a partir de relatos de viajeros, hizo que el artista alemán ingeniera este magnífico animal que está provisto de una verdadera coraza. Ospina con el recurso de la cita y la apropiación retoma esta bella imagen y le da forma. El Rinoceronte animal que causó miedo y fascinación en esa época de colonias, encuentra su lugar en este bestiario contemporáneo. El soplo del oro (2013) es también una pieza escultórica muy significativa que representa el baño de oro de los caciques. Escenas rituales que se reproducían más en las leyendas que en la realidad, donde los altos dignatarios eran cubiertos de polvillo de oro para luego sumergirse en las aguas de una laguna sagrada.
Este tipo de escenas, alimentó el mito de El Dorado, que tanto hizo alucinar a los conquistadores y tantos males trajo a estas tierras. La caza de los putos (2013) pone de manifiesto una vez más un relato visual de Theodore de Bry real o fantasioso que muestra a “Balboa emperrando indígenas sodomitas”. Esta atroz escena es recreada por el artista en un bronce de gran tamaño que volumen a esta escena terrible donde perros muerden el rostro, las extremidades, y los cuerpos de individuos desnudos que se debaten sin lograr sobrevivir a tan terribles mordeduras bajo la mirada impasible y complaciente de los arcabuceros y mosqueteros españoles del ejercito de Balboa. Esto también generó en Europa un rechazo a las prácticas de los conquistadores españoles que como bien sabemos no eran del aprecio del grabador. El Etnógrafo (2013) es también una pieza muy interesante, pues se inspira de un grabado del siglo XIX: “indio cargando al amo blanco”. Un indígena porta a sus espaldas un explorador que va sentado cómodamente en una silla mientras este cruza descalzo un paisaje difícil de transitar en condiciones climáticas difíciles.
Existe también un Retrato de familia (2015) inspirado en un daguerrotipo de la familia de Ospina que había permanecido oculto por muchos años. Cuando el artista descubre esta imagen, ve a un personaje de otras tierras (descubre que es su bisabuelo de origen alemán) quien posa con su familia. En el centro una hermosa mujer élegamente vestida con rasgos indígenas. Era su abuela. Este descubrimiento para el artista es muy significativo pues retoma o más bien sintetiza de una u otra de una u otra manera su proceso creativo.
Resplandor, recoge temas como la monstruosidad, el sueño y la pesadilla que alimentaron el imaginario colectivo y en ocasiones acentuaron realidades distintas y en otras hicieron visibles terribles realidades. Con esta obra Nadín Ospina señala un asunto que aún pervive frente a la construcción de imágenes clichés que acentúan la exclusión y el racismo.
Alienígenas ancestrales.
Encuentro (2015) es una pieza magistral que abre paso a la producción artística más reciente de Nadín Ospina. Las series de televisión, la cultura visual popular, recoge de un u otra manera esos viejos temores y fascinaciones que ya existían en épocas coloniales del siglo XVI al XIX tratados por el artista. Los viajeros en esta ocasión son viajeros intergalácticos que nos permiten centrarnos, con mucho humor e ironía en encuentros imposibles “del tercer tipo”: el Señor Spock se encuentra plácidamente sentado sobre una banca de parque teléfono celular en mano, al lado de una personaje pre-colombino. La tele-transportación en este caso ha posibilitado el viaje intergaláctico a través del tiempo, generando un encuentro poco usual. Con esta pieza Nadín expone al parecer una solución a todas las tensiones de estos mundos: el encuentro en este caso se da en una aparente tranquilidad dejando al descubierto un relato por construirse. Lo mismo sucede “Del otro mundo” (2015) que se realiza a manera de pintura mural en el espacio público bogotano donde Estas figuras precolombinas se ven rodeadas de los personajes de Toy Story donde el extraterrestre de tres ojos es el gran protagonista. El artista sigue incursionando en esos mundos posibles(Voltaire) que construyen nuevas perspectivas frente al identidad que no es rígida, ni inamovible por el contrario, híbrida y mestiza.
Otros Mundos de Nadín Ospina es una exposición que cuenta con la complicidad de Alberto Hugo de AH Fine Art y que sin lugar a dudas hará historia dentro de la plástica nacional e internacional, una ocasión para que el público pueda ver de cerca y comprender un proceso creativo coherente como muy pocos.
Ricardo Arcos-Palma
Medellín-Bogotá, septiembre del 2015.
[i] Conversaciones con Nadín Ospina. Agosto del 2015.
[ii] Nadín Ospina. La suerte del color. Ediciones El Museo. Bogotá, enero 2014.
[iii] Idem.
[iv] Arcos-Palma, Ricardo. Animalités. Inter, Art Actuel. Quebec, 2013.
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