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Al entrar en la sala de exposiciones donde está exhibida la obra “Condiciones aún por titular” nos encontramos frente a una mesa metálica con un orificio en unos de sus extremos que sirve de sifón. Esta mesa parece estar cubierta de un mantel y de hecho semeja una mesa dispuesta a un banquete. Pero inmediatamente pensamos en esas camillas que sirven para realizar las autopsias donde trabajan los médicos forenses, sobre todo cuando vemos descubierta la otra mitad. Pero ahí no hay cuerpos sino una gran tela negra conformada por retazos. En la tela hay varios matices de negro y grafismos propios del raspe y gane: un signo distintivo en la obra de Murillo. La tela está cuidadosamente doblada en sí misma tapando buena parte de la mesa-camilla y dejando al descubierto la otra mitad donde está el sifón. La lectura es más que clara y evidente: un cadáver, donde el negro como color predominante será sometido o ya lo fue a una autopsia. Las condiciones de lectura están dadas y condicionadas de entrada. Nosotros como espectadores no podemos hacer una lectura diferente a la asistir a espacio donde la necrología se relaciona con el arte, en este caso con la pintura pero al mismo tiempo con las tensiones culturales que nos atraviesan. ¿Cuál es el cadáver? ¿La pintura? ¿La condición de lo negro y lo oscuro como el color de incomprensión y que ha materializado una cierta idea del mal opuesto a la pureza y lo inmaculado de lo blanco, que ha simbolizado durante siglos la esencia de la exclusión racial y la esencia de la riqueza con las plantaciones de azúcar ? Por ahora es un poco aventurado responder estas preguntas, pero sigamos el recorrido que nos plantea el artista.
Volviendo a “Retirada”, vemos unos formularios de empleo de la empresa Colombina S.A. fábrica de dulces instalada particularmente en el Valle del Cauca, que se instala en 1968 en el Corregimiento de La Paila del Municipio de Zarzal en el Valle del Cauca, con población mayoritariamente negra. Población de donde proviene la familia de Murillo. Intervenidos con unas cuadriculas rojas, que aparecen con mucha frecuencia en la obra del artista. Ya es una constante si recordamos su intervención en la BIACI en Cartagena, cuando él dispuso unos pliegos de papel en el suelo sujetados en cada uno de sus extremos con masas de maíz. Ahí parecían esos grafismos que parecen baldosas, sacadas de un juego de ajedrez o damas chinas. La idea del raspe y gane como una especie de apología del juego de azar y del Chance, está aquí implícita, donde la suerte parece ser la única opción de futuro. Vemos una fotografía de una mujer negra y reconocemos a la madre del artista quien fuera empleada de esta empresa de dulces.
Recorrido por la exposición de Oscar Murillo en Vistazos Críticos:
OSCAR MURILLO: CONDICIONES AÚN POR TITULAR.
Museo de Arte de la
Universidad Nacional de Colombia.
Oscar
Murillo, artista colombo-británico expone su obra Condiciones aún por titular en Bogotá. Comisariada por María Belén
Sáez de Ibarra, esta exposición coincide casi simultáneamente con tres grandes
proyectos del artista: uno exhibido en el Centro Cultural Daoiz y Velarde en
Madrid durante la feria ARCO donde el artista demostró, con obra inédita “¿De marcha una rumba? No, sólo un desfile
con ética y estética”, que está muy conectado con las corrientes del arte
contemporáneo y estuvo realmente a la altura de la exigencias de este. El
segundo en el MOMA de New York, uno de los templos del arte contemporáneo,
donde Murillo muestra su obra titulada “Lessons in Aesthetics and Productivity”
dentro de la exposición colectiva “The Forever Now: Contemporary Painting”
curada por Laura Hoptman donde se hace un paneo de la pintura en el siglo XXI.
Y por último en la próxima versión de la Bienal de Venecia comisariada por el
curador nigeriano Okui Enwzor quien ha estado al frente de importantes centros
y eventos culturales en Europa y Estados Unidos y quien recientemente elogió la
presencia de Murillo y su proyecto artístico “Frecuencias” desarrollado en
varias escuelas públicas alrededor del mundo principalmente en África y
Latinoamérica con la intervención directa de escolares en su telas. Aunque el
proyecto aún está en proceso hace prever un éxito anticipado en Venecia.
Con
esto se termina espero, de una vez por todas con el chisme, muy colombiano por
cierto, de que Murillo es un artista aparecido e inflado por los intereses de
un mercado local que no conoce del arte. Pues la prensa, blogs y las revistas
people al peor estilo sensacionalista (qué lastima que la Revista ARCADIA caiga en este tipo de periodismo) se centraron más en rumores sobre la figura
y al condición racial y su origen social del artista que en su obra misma; en
nuestro medio, de la mano de Halim Badawy, que aunque es un excelente
investigador e historiador, parece no estar muy sintonizado con lo que sucede
en el arte contemporáneo internacional y Lucas Ospina quien se ha destacado en
los últimos años más como un periodista cultural que como artista. Pero bueno
para no caer en ese mismo chismorreo y sensacionalismo banal que desplegó una
feroz seudo-crítica sobre la obra sin conocerla, reclamo profesional que exigí
desde el inicio del affaire Murillo
en Colombia, desarrollaremos este vistazo crítico destinado a ver y analizar la obra de uno de los artistas más importantes del momento. Pero antes hay
que aclarar algo, rigor profesional lo exige, que para realizar este vistazo crítico
fue necesario visitar la exposición al día siguiente de la inauguración, pues
todos sabemos que durante la inauguración y además de un artista tan mediatizado
como Murillo, atrajo mucho público dónde no faltaron los incautos espectadores
que confundieron su obra con la de la artista Vicky Neumann que inauguró también su obra al mismo momento.
Al entrar en la sala de exposiciones donde está exhibida la obra “Condiciones aún por titular” nos encontramos frente a una mesa metálica con un orificio en unos de sus extremos que sirve de sifón. Esta mesa parece estar cubierta de un mantel y de hecho semeja una mesa dispuesta a un banquete. Pero inmediatamente pensamos en esas camillas que sirven para realizar las autopsias donde trabajan los médicos forenses, sobre todo cuando vemos descubierta la otra mitad. Pero ahí no hay cuerpos sino una gran tela negra conformada por retazos. En la tela hay varios matices de negro y grafismos propios del raspe y gane: un signo distintivo en la obra de Murillo. La tela está cuidadosamente doblada en sí misma tapando buena parte de la mesa-camilla y dejando al descubierto la otra mitad donde está el sifón. La lectura es más que clara y evidente: un cadáver, donde el negro como color predominante será sometido o ya lo fue a una autopsia. Las condiciones de lectura están dadas y condicionadas de entrada. Nosotros como espectadores no podemos hacer una lectura diferente a la asistir a espacio donde la necrología se relaciona con el arte, en este caso con la pintura pero al mismo tiempo con las tensiones culturales que nos atraviesan. ¿Cuál es el cadáver? ¿La pintura? ¿La condición de lo negro y lo oscuro como el color de incomprensión y que ha materializado una cierta idea del mal opuesto a la pureza y lo inmaculado de lo blanco, que ha simbolizado durante siglos la esencia de la exclusión racial y la esencia de la riqueza con las plantaciones de azúcar ? Por ahora es un poco aventurado responder estas preguntas, pero sigamos el recorrido que nos plantea el artista.
Otra
camilla metálica soporta una tela similar a la anterior. A sus patas, en el
suelo, una gran tela negra plegada y doblada con cuidado, crea un diálogo entre
este objeto y el anterior que hemos descrito. Aparece una especie de proceso
lineal donde las telas van tomando la forma de pieles. Al fondo de la sala un
gran tela formada de retazos, igualmente conformada de matices de negro; con un
agujero rectangular recortado parece una especie de ventana. La tela está
suspendida del techo desde dos extremos. Aquí sobre todo en esta pieza, la
pintura deviene objetual casi escultórica. Podemos ver sus dos caras y los
pliegues que forma.
Encontramos
otras telas colgadas de la pared. Una de ellas con más colorido que parece ser
una piel animal colgada del techo. Otras pinturas, similares a las negras del
suelo están colgadas o “mal colgadas” adrede. Lo que genera una especie de
cuestionamiento a la idea de pintura como objeto decorativo, los marcos y cuadros han desaparecido. Estas pinturas negras de Oscar Murillo,
crean una extraña coincidencia con las de Goya e insisten en un relato para nada
consensual y para nada agradable. Aquí hay una respuesta, un alegato que instala un verdadero disenso. No son
obras que desean seducir al espectador. Por el contrario hay una especie de
rechazo. Siniestro diría Freud sin lugar a dudas, es decir, extrañamente
familiar. Es en estos términos que la obra de Murillo se deja atrapar: nos
atrae porque encontramos en ella algo de “familiar” pero al mismo tiempo nos
rechaza pues es “extraña” en esos relatos de familia.
Otras
piezas como “Retirada” situada en el lado opuesto de la sala nos hablan de esas
historias de familias: por una lado la historia familiar de Murillo que es de
una u otra manera la historia de los trabajadores en Colombia descendientes de
esclavos e indígenas y la historia de otra familia los Caicedo descendientes
del Alférez Real de Cali que en 1600 eran dueños de grandes extensiones de
tierra con sus habitantes valga la pena recordarlo; los Caicedo obtuvieron en la época Republicana cédulas reales por
mayorazgo los que les hacía acreedores de la Hacienda La Paila que colindaba
con sus antiguas propiedades donde hoy están los municipios de Zarzal,
Bugalagrande, Andalucía, Caicedonía y Génova. En la época moderna, desaparecida buena parte de esa
heredad colonial el descendiente de los Caicedo aún con poder económico compra
grandes terrenos cercanos al Río Paila donde traslada su empresa Ríopaila que en
1931 conoce su primera huelga de trabajadores de cortadores de caña. Los
ingenios azucareros herederos de la economía colonial tenían y aún tienen hoy
fuertes lazos con el esclavismo. Resta ver las huelgas de trabajadores de
coteros de caña en la región que ya el artista Fabio Melecio Palacios había trabajado en su obra. De esta manera los Caicedo devienen los fundadores de una de las empresas más
exitosas en Colombia y el exterior fundada en plena hegemonía conservadora
en 1927, en la misma época en que José Eustasio Rivera escribiera La Vorágine
(1924), obra magistral que narra el problema del trabajador en las cuacherías selváticas y cuando el presidente conservador de Colombia Miguel Abadía Méndez se disponía a sofocar el movimiento obrero y cerrar los ojos frente una de
las represiones más feroces y atroces dentro de la lucha obrera en Colombia conocida como "La Masacre de las Bananeras" en Urabá (1928), es decir
en pleno periodo conocido como “La danza de los Millones", donde la propiedad privada desconoce los derechos fundamentales de los trabajadores.
Volviendo a “Retirada”, vemos unos formularios de empleo de la empresa Colombina S.A. fábrica de dulces instalada particularmente en el Valle del Cauca, que se instala en 1968 en el Corregimiento de La Paila del Municipio de Zarzal en el Valle del Cauca, con población mayoritariamente negra. Población de donde proviene la familia de Murillo. Intervenidos con unas cuadriculas rojas, que aparecen con mucha frecuencia en la obra del artista. Ya es una constante si recordamos su intervención en la BIACI en Cartagena, cuando él dispuso unos pliegos de papel en el suelo sujetados en cada uno de sus extremos con masas de maíz. Ahí parecían esos grafismos que parecen baldosas, sacadas de un juego de ajedrez o damas chinas. La idea del raspe y gane como una especie de apología del juego de azar y del Chance, está aquí implícita, donde la suerte parece ser la única opción de futuro. Vemos una fotografía de una mujer negra y reconocemos a la madre del artista quien fuera empleada de esta empresa de dulces.
Al entrar a la pequeña
sala contigua, vemos una serie de piezas que aluden a los trabajadores de la
empresa: overoles blancos colgados de ganchos de ropa en un ropero metálico. A
sus espalda vemos una imagen estampada que Murillo ha utilizado ya como un
símbolo muy propio: un corazón negro, con ojos rosa que parecen una máscara y un
corazoncito rojo cerca de uno de los ojos. Otros overoles están en el suelo,
cuidadosamente doblados como aludiendo a esos personajes “retirados” de sus empleos. Una serie de
dibujos y tiquetes enmarcados en vidrio de seguridad reposan en el suelo contra
la pared en un rincón de la sala: ahí vemos un chef de cocina negro en un
anuncio publicitario “Cream Wheat”, Cheesse Bread” “Moca". Retirada alude a la idea de la precariedad del empleo y a una salida precabida de una condición dificil.
Es
necesario ahora recordar la primera exposición individual de Oscar Murillo en New
York quien utilizando de manera muy inteligente a la empresa Colombina S.A. logró abrir su fábrica de
dulces en la galería del barrio Chelsea en Manhattan de David Zwirner. El artista llevó varios de los trabajadores de esta empresa que fabricaron los dulces que normalmente la compañía produce. Aquí
Murillo puso el dedo en la llaga y de ahí despertó amores y odios en su país de origen Colombia. Su obra desde el inicio es un
cuestionamiento al problema de la globalización, la precariedad del empleo y a las
condiciones lamentables de los trabajadores en el mundo y en particular en
nuestro país que aún están sujetos como objetos dentro de una economía feudal
que remonta a la idea de la propiedad privada con fuertes raíces coloniales. Al instalar esa fábrica en el corazón del arte y en el centro del mundo capitalista, Murillo abre una puerta sobre el asunto del consumo en una sociedad donde aún los placeres de unos vienen mediados por la precariedad y el malestar de otros. Esto no lo entendió el famoso crítico de arte Jerry Saltz, aunque su esposa Roberta Smith fue un poco más complaciente con esta obra. Pero lejos de los testimonios de los eminentes críticos del arte newyorkinos, que no se dieron cuenta que el sabor (de la explotación) es infinito; por lo tanto la obra de Murillo continuó despertando mucho interés y particularmente en mí.
“Condiciones aún por titular” es una
bofetada a una sociedad “racista y clasista” como la colombiana tal y como lo
dijo el artista el día de la inauguración de su exposición. Por lo tanto es comprensible
que sea una obra incomoda, difícil de digerir
y aún difícil de asimilar y “convencer”. Hay una imagen enmarcada por
una ventana en la sala de exposiciones: una reproducción de un cuadro que
representa a un niño negro que sostiene un planto lleno de pescado. Esta imagen
Murillo la encontró, según sus propias palabras, en una lugar burgués al norte
de la ciudad. Y se convirtió en el detonante de esta exposición, que es una de
las más contundentes políticamente hablando de este comienzo de año en Colombia
y quizá de los últimos tiempos junto a obras de José Alejandro Restrepo por
supuesto y de la generación posterior como Fernando Pertuz, Nadia Granados,
Germán Arrubla, José Orlando Salgado y Álvaro García Ordoñez. Ahora si quizá
usted lector, pueda responder las preguntas que enuncié al final de tercer párrafo de
este vistazo crítico u otras que usted mismo se haga. Para concluir, esta exposición es una excelente reflexión plástica sobre el estatus de la pintura contemporánea y con una fuerte carga conceptual en la relación arte y política.
Ricardo
Arcos-Palma
Bogotá,
14 de marzo del 2015.
Recorrido por la exposición de Oscar Murillo en Vistazos Críticos:
Una novela mercántil.
Comentarios
Y para los que digan que si hay contenido y mensaje en la obra de Murillo (mas allá del estético) les aclaro, el hecho de escribir un artist statement o una reseña a manera de wish-list y poner allí una serie de ideas no hace que la obra las contenga.