Vistazo Crítico 144: Estefanía García Pineda y Cerro Matoso.



LATITUD CERRO MATOSO
Hacia una geografía corporal del conflicto

"Yo viajo para conocer mi
propia geografía ". 
Palabras de un "alienado" mental.

Es conocido el conflicto existente desde que las multinacionales llegaron con sus máquinas a extraer las riquezas del subsuelo en el país. La miseria, la explotación social, el nefasto impacto ecológico, la violación sistemática de los derechos laborales y de los derechos humanos, son tan solo algunos de los "beneficios" que han traído consigo las multinacionales al país. Córdoba en monte Líbano donde se instaló la multinacional australiana South 32 cuya empresa subdiaria es la compañía Cerro Matoso, es el punto de reflexión plástica de la obra de la artista Estefanía García Pineda. 

 

La obra, expuesta en las salas de l'Alliance Colombo-Française de Manizales-Caldas, está articulada por una historia personal donde la historia familiar de la artista que como la mayoría de colombianos llegaron a trabajar a esas empresas por faltas de oportunidades en otras regiones del país.  La empresa explotadora de niquel entre otros metales, nunca pagó regalías al estado, ni muchos menos a sus empleados sueldos dignos. Es decir que la multinacional no se contentaron explotar nuestro subsuelo sino también al trabajador. 




En un fragmento video de la obra, la artista da voz a sus padres quienes fueron trabajadores en esa empresa, mientras ella escuchando esos relatos se escribe en una de sus manos su propio cabello como si fuera hilo quirúrgico la palabra cerro matoso, como insistiendo que ese lugar que más se parecería al infierno dantesco, ya estaba inscrito en su propio cuerpo desde que ella nació. Sus relatos son verdaderamente conmovedores y se convierten en un testimonio de una herida aún abierta que muchos trabajadores han padecido a causa de estas multinacionales. 


Relatos de vida de sus padres, que podrían ser la de todos lo trabajadores de estas empresas, que dentro de la precariedad, lograban sobrevivir; estos se articulan con piezas que hablan del desplazamiento como pedazos de ferró-niquel. Todo esto dentro del conflicto armado donde paramilitares, militares y guerrilla, comprometían la estabilidad de la familia que ya tenía dos hijas entre ellas la artista misma. Es este contexto violento e insalubre por la contaminación de los primeros cinco años de Estefanía y su hermana, que la familia decide abandonar la región y volver a eje cafetero donde así no hubiese una estabilidad laboral, al menos habría más tranquilidad y menos contaminación. Era enero de 1994  cuando la familia se instala de nuevo en Manizales.

La obra es un gran autorretrato donde radiografías del cráneo de la artista, dientes, tierra, niquel, copias de actas de nacimiento, gasas, huellas de sus pies como testimonio de su nacimiento, video con testimonios de los padres, conforman una relato extremadamente contundente, que sitúa la obra de esta joven artista en un camino prometedor donde ya podemos incluirla dentro lo que he llamado los otros realistas, donde la relación entre arte y política logra abrir un terreno de reflexión sobre nuestra contexto, sobre todo hoy donde el asunto de la minería sigue siendo el problema crucial de poder entender buenas partes del conflicto social en el país. 


El día de la inauguración la artista se sentó con sus padres en el mismo espacio  de la exposición sobre un banco en blanco: el suelo estaba cubierto de tierra, insistiendo sobre el problema de la tierra en el país, origen de todos los conflictos sociales. Los espectadores se confrontaron a esa narración plástica, donde la palabra y el cuerpo de sus padres, el cuerpo de la artista y sus huellas que vuelven a insistir en el vínculo entre arte y ciencia, arte y política. En suma Estefanía García Pineda es un artista que ha logrado incursionar con fuerza en este  complejo mundo del arte contemporáneo con una obra que sin duda seguirá dando de qué hablar, más aún en un contexto del post-acuerdo, donde el conflicto social y político se agudizará en un ambiente democrático, esperemos todos, hasta que encontremos la tan anhelada justicia social.

Ricardo Arcos-Palma
Bogotá mayo 30 del 2017.





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