Cero
Galería. Bogotá.
Durante
el mes de abril el público en Bogotá pudo apreciar la exposición de Raquel
Glottman titulada “Participación Mystique”. La exposición curada por Estefanía
Sokoloff, es una literal inmersión en
el mundo onírico a través de la imagen fotográfica. La exposición que se divide
en dos partes y en dos pisos de la galería, propone una relación entre el mar y
el cuerpo, anudada por los sueños. En la primera parte la presencia del mar
extremadamente evidente, hace que el cuerpo (elemento fundamental en la obra de
Glottman) sea apenas sugerido: un cuerpo de una mujer vestida de rojo sumergida
en el agua, un cuerpo masculino, contorsionado que parece salir del mar luego
de una explosión como si se tratara de “un orgasmo” dice la artista y
finalmente la presencia de un cuerpo femenino recostado y el mar que parece
acariciarle.
En
esta parte de la exposición, si bien es muy sugerente e interesante, la que más
llamó mi atención es la segunda parte, que es donde encontramos toda la fuerza
de la obra de Glottman. Una serie de imágenes donde los cuerpos masculinos y
femeninos, vestidos de vaporosas telas blancas, rojas y transparentes, parecen
danzar al ritmo de un son místico que solamente es capaz de oír aquel que sabe
que el agua guarda los más profundos secretos del amor. Pero no un amor banal
sino un amor intenso donde el cuerpo y el alma son en verdad uno solo. Aquí los
cuerpos que se sumergen en una danza mística, dejan que el eros y el tanatos, se abran paso a lo largo de la imaginación.
En
efecto la obra de Raquel Glottman está llena de referentes psicoanalíticos: “el
agua lo relaciono con el mundo de los sueños” me confiesa la artista que no
niega la influencia de Carl Jung y su teoría de los arquetipos y de Alejandro
Jodoroski con su apuesta a la psicomagia. En este sentido, su obra es la
materialización de esa lejana e intensa relación entre vigilia y ensoñación que
nutre el imaginario colectivo. Esos cuerpos que danzan una y otra vez en el
agua, parecen revelarnos otra perspectiva del “desnudo que dialoga con el
cuerpo”, por eso –agrega la artista-, “mi trabajo es arquetipal, mis obras son
un puente entre unos sueños lúcidos y la vida misma”. Ese puente acuoso genera
una tensión entre la vida real y la imaginación donde lo erótico se torna
sagrado y adquiere una dimensión mística.
Tal
como sucede en los grandes relatos místicos donde el cuerpo, que parece ser un
obstáculo entre la divinidad y lo humano, se transmuta en una substancia que transciende
la materia para poder fundirse con la totalidad,
con la unisidad, con la divinidad así sea por una instante. Esto
es lo que llamó Gaston Bachelard “la unidad de elemento”: “Así el agua va a
aparecérsenos como un ser total: tiene un cuerpo, un alma, una voz. Quizá más
que cualquier otro elemento, el agua es una realidad poética completa. Una
poética del agua, a pesar de la variedad de sus espectáculos, tiene asegurada
su unidad”. Tal unidad entonces hace del cuerpo materia líquida, poesía pura.
Así las obras de Glottman muestran esa fusión entre el agua y el cuerpo donde
uno y otro se confunden.
Es
lo que podemos ver en imágenes como “Mystic
Love” (2013), donde dos luminosos cuerpos se aman en un profundo claroscuro
como si se tratara de un pintura del romanticismo. Él, con un lasillo rojo en
su muñeca sostiene el cuerpo de Ella, mientras sus rostros se pierden en la
unión de otros cuerpos que son reflejo de ellos mismos en esa danza amorosa. El
agua espejo, desdobla los cuerpos de los amantes, multiplicando el movimiento. Este
amor místico funde deseo y pasión en un solo instante: el éxtasis.
En
otra de sus imágenes vemos un cuerpo de mujer vestido de un vaporoso traje.
Ella parece flotar en medio de una oscuridad sin fin, sosteniendo contra su
pecho un gran libro. Su reflejo desdibujado se convierte en ese otro con el que
la mujer parece bailar. Aquí también el anonimato viene acentuado por el filo
cortante de la superficie que oculta el rostro y une el cuerpo y su propio
reflejo. Al respecto Raquel Glottman dice: “Cada alma tiene su libro, el
destino”. Ese libro que una vez abierto, deja pasar hoja tras hoja, acentuando
la idea que lo único que podemos hacer los mortales es leer nuestra propia
historia, que ya está escrita, y que solo terminará cuando el libro se cierre
después de un viaje, como en ese vídeo realizado por la artista, donde una mujer
camina en el mar con una maleta en sus manos hasta que una ola la empuja muy
lejos de ahí, mientras un ser querido ha dejado de existir en un país lejano.
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