Vistazo Crítico 109: MATRIMONIO Cultural: ¿la pesadilla del PATRIMONIO histórico?



MATRIMONIO Cultural: ¿la pesadilla del PATRIMONIO histórico?
El caso del Teatro Colón.


Cuando la cultura se confunde con un negocio (llamémosla industria cultural), cuando la historia no le importa a los que administran la cultura, el resultado es lo que denuncia Juan Luis Rodríguez en su columna. Solamente una acción popular podría frenar esto, pero ¿realmente a la gente, al común de la gente le interesa el Teatro Colón como para emprender una acción popular?  


Lo que sí sería interesante es analizar como en un claro interés por "revivir nuestro pasado glorioso" esta administración decide restaurar algunos bienes patrimoniales muy específicos de la época de la Regeneración del siglo XIX. Habrá que ver cuál es el interés de esto, pero este no es el espacio para analizarlo. ¿Núñez estaría contento con este proyecto, no solamente porque su casa ha sido restaurada sino también el elitista Teatro Colón? Quién sabe, a lo mejor estaría furioso.

Teatro Colón con el Telón de Anibal Gatti.


Anécdota al margen, Rafael Núñez se puso furioso cuando Anibal Gatti pintor florentino intentó plasmar en el telón algunos personajes populares (en su mayoría campesinos e indígenas) que admiraban unas figuras propias de la historia de la Opera. Los personajes desaparecieron del telón y se impuso figuras de "mejor gusto" muy acorde con el proyecto civilizatorio que pretendía educar a estos "bárbaros" de la naciente nación colombiana a través de la cultura, de élite por cierto: ese era el sueño de Rafael Núñez. 


Pero bueno nosotros tenemos la historia que nos merecemos. En un país como Francia, la Opera Garnier se conserva tal cual, y jamás se ha pensado en demoler sus alrededores para ampliarla, por obvias razones pues fue bien concebida desde sus inicios. En 1989, se construye la nueva Opera de la Bastilla de Carlos Ott, que sin duda implicó varias demoliciones de las edificaciones del barrio de Bastilla. Hoy ese espacio es muy visitado y nadie se acuerda de las casas que si bien eran “bellas” ya no servían para mayor cosa.


Biblioteca Luis Angel Arango en el barrio histórico de la Candelaria.


Cuando se construyó la Biblioteca Luis Ángel Arango y su posterior ampliación que toma toda una manzana, o cuando se construyó el Centro Gabriel García Márquez (uno de los últimos proyectos de Rogelio Salmona) en el Barrio la Candelaria a nadie pareció importarle y hoy varios de nosotros disfrutamos de esos espacios que son lugares públicos. En el lugar donde queda el centro cultural mexicano consagrado a nuestro premio nobel, creo que quedaba el convento de la Enseñanza, y luego la antigua Escuela Nacional de Bellas Artes. Ahí ya no hay monjas y tampoco aprendices de artistas con los modelos caducos europeos. Ahora, más allá de disfrutar visualmente las casas que ahí estaban, nadie o muy pocos podían entrar allí.



Centro Gabriel García Márquez siglo XXI y Convento de la Enseñanza siglo XIX.

Dejando de lado mi espíritu conservador que por cierto duerme en lo más profundo de mí, podemos pensar que si el nuevo proyecto del Teatro Colón, sirve para sacarlo de su carácter elitista y hacerlo funcionar mejor hacia un público cada vez más amplio, yo le apostaría sin temor a ese proyecto y a una ciudad menos fachada que es heredera de un pasado glorioso cierto, pero que está lejos, muy lejos de las funciones reales de toda ciudad contemporánea. Esas casas de la calle 11 con cra 5ª, así sean como de carta postal, no cumplen una real función, sino la de recordarnos ese pasado glorioso. La ciudad de Rafael Nuñez y su proyecto civilizatorio no va acorde a nuestra realidad social y mucho menos después de haber reformado su constitución que rigió poco más de un siglo. La arquitectura creo yo, es reflejo de una época y de la sociedad en la que estamos inmersos. Y hasta donde sé no se trata de demoler el Colón sino ampliarlo, aunque ello implique la demolición de algunas casas. Sería bueno conocer el proyecto para tener elementos de juicio.


Teatro Maldonado, 1840.

Y bueno para que el Colón sea el Teatro Colón sin duda hubo que demoler unas cuantas casas coloniales y republicanas: del teatro Coliseo Ramírez construido en 1772 por Don Tomás Ramírez y Dionisio del Villar y el posterior Teatro Maldonado construido en 1871, surge el teatro Cristobal Colón en los terrenos expropiados por Nuñez luego de la decadencia de este teatro a causa de la guerra civil que el propio Nuñez puso en marcha. 


Ahora bien, no solamente hay que agrandar el teatro, sino también cambiarle de nombre: como Bogotá que ya no se llama Santa Fe de Bogotá recordando ese pasado inquisitorio colonial,  el teatro debería llevar el nombre de Lucho Bermúdez o Toto la Momposina. Bueno esto si es una herejía que ni la Ministra de Cultura ni la Secretaria de Cultura del Distrito aceptarían; mejor no digo nada más, he ido demasiado lejos.

Ricardo Arcos-Palma.
Bogotá 21 de agosto del 2012.

Comentarios

anonimo dijo…
Si bien asociar este teatro a la elite es propio de edificios como estos, vale la pena recordar que el concierto ensayo de la sinfónica no pasaba la boleta de los 1000 pesos, y muchas veces los vigilantes eran cómplices que regalaban boletas para funciones de teatro de temporadas experimentales. De acuerdo, es urgente que la crítica se refleje en propuestas que apunten a su sana intervención. Lo de los cambios de nombre es más usanza del distrito...
Anónimo dijo…
Ricardo tiene razon en su apreciacion "socialpositivista" , pero lo que quiero hacerle saber es que los comentarios en algunas partes parecen tomados de ub libreto de Pirry... Con todo respeto y cariño.