SOMOS ESTRELLAS. Vistazo Crítico a la obra de Fernando Pertuz.
“Mi cuerpo, topía despiadada”
Michel Foucault. Le corps utopique.
“El arte crítico, en su forma más general, se propone generar conciencia
de las mecánicas de la dominación para cambiar el espectador
en actor consciente de la transformación del mundo.”
Jacques Rancière. Malaise dans l’Esthétique.
“No soy artista,
soy un activista”.
Fernando Pertuz. Conversaciones en un vernissage cualquiera.
Se abrió al público, hace unos cuantos días en la Galería Santa Fe del Planetario Distrital la obra “Somos Estrellas” del artista Fernando Pertuz, nominado al V Premio Luis Caballero. Es una obra que genera muchas preguntas más que respuestas. Es una obra a la que no se puede “entrar” con un candado en la sensibilidad. “Y cuando digo sensibilidad –decía Antonin Artaud-, digo piel erizada.” “Insensibles abstenerse”, debería estar escrito en la entrada de la galería con grandes caracteres. Pero no, lo que encontramos a la entrada de la exposición son frases como esta:
“Somos Estrellas encuentra en las calles, en los barrios, en las manifestaciones, en las marchas y en los parques a esas personas que nos alimentan con sus intervenciones urbanas; ellos y ellas nos invitan a reflexionar sobre las problemáticas sociales locales y globales, muchos señalan la injusticia, otros buscan a sus familiares desaparecidos o muertos, mientras otros construyen acciones o improvisaciones para vender sus productos y entre todos nos cuestionan sobre el performance y la vida misma, reafirmando la relación arte-vida”.
Una vez vacunados contra la insensibilidad, los espectadores entran en la sala en semi-penumbra y se encuentran con una serie de proyecciones vídeo donde se pueden ver algunos personajes, que no queremos ver, que parecen ser invisibles, pero que persisten en ser visibles; unos personajes que parecen no tener voz, pero que son un verdadero grito en la conciencia, personajes estrellas, luminosas, fugaces que persisten en brillar pese al nubarrón social que cae sobre ellos: un hombre orquesta ha compuesto con bastante ironía una canción al “Canje Humanitario” donde cada ser humano se ha vuelto “unos objetos qué negociar” dice su canción.
Otro de esos personajes grita durante una marcha de protesta: “Sin libertad sexual no hay libertad política”; detrás de él un travesti vestido impecablemente de novia, lleva una enorme cruz a cuestas insistiendo en el papel inquisidor de aquellos que creen que la cruz es el único camino para llegar a la pasión. Aquí se cuestionan slogans publicitarios como “Colombia es pasión” donde se olvida la doble connotación de la palabra pasión. Pasión, relativo al amor o al sufrimiento en este caso el de Cristo. En el país del “Sagrado Corazón” es posible que se esté pensando en la segunda opción y no en la primera, pues muchos Calvarios tienen nuestras ciudades como prueba de esa antigua y nefasta tradición conservadora, donde el cuerpo es condenado al silencio, esperando ser redimido el día de la “Salvación” en un paraíso lejano, olvidando que el paraíso puede estar aquí y ahora mismo.
Un grupo familiar, desplazados por la violencia, se improvisa en grupo vallenato: acordeón, guacharaca, cencerro… la madre insiste en enseñarle al hijo menor a tocar el cencerro con ritmo… mientras el padre canta y los otros dos hijos “armonizan” la canción. Esa canción, muy triste por cierto, parece ser la única manera de hacerle frente al hambre y a la indiferencia de una sociedad que no ha querido entender, que estamos inmersos en un conflicto político y del cual solo se sale con una negociación política.
Vemos también a un súper héroe: “Súper DMG” quien defiende en una marcha de un primero de mayo (Día Internacional del Trabajo para los que no lo saben), al creador de un sistema de ahorro alternativo que fue diabolizado por el Gobierno, en un momento donde ya pocos creen en los Bancos, pues el 4 x 1000, y otras tazas financieras que caen sobre el que tiene sus ahorros en dichos bancos, se transforma en un verdadero atraco institucionalizado. Sin embargo, el súper héroe nos dice, en un mundo de contradicciones, que el villano es tomado como un héroe, que éste es mejor que el otro héroe, pues al menos aquél, hoy encerrado, “ayudaba pueblo”.
“Nosotros los afro-colombianos queremos la unidad y la organización…” dice un personaje vestido de negro frente a sus compañeros de marcha en la Plaza de Bolívar. Esas palabras resuenan una y otra vez entre otras que dice: racismo. ¿Colombia un país racista? Nos preguntaríamos indignados, sin embargo, bien sabemos que un país como el nuestro, con enormes taras ideológicas enraizadas en la época de la Colonia, el racismo es cosa natural y por ende la discriminación.
En la sala del Planetario Distrital, hay ocho estrellas, que al finalizar su discurso en una verdadera cacofonía donde se oye solamente un único grito, comienza a titilar mientras escuchamos la respiración agitada del artista que solamente aparece hasta este momento. Fernando Pertuz, como en sus obras más reciente está ausente. El solamente hace visible, aquellos que están invisibilizados por la insensibilidad de nuestra sociedad. Pertuz nos recuerda –colmo lo hizo Foucault-, que el cuerpo no solamente es algo orgánico de carne y hueso, sino también un topos o lugar común, y como tal, dicho lugar nos habla de un ahora.
Somos Estrellas es un sólo cuerpo entendido como lugar. Y es precisamente el lugar que está siendo cuestionado: el país, la capital, la sala de exposiciones, el mismo premio Luis Caballero. La exposición no se inauguró, no se abrió como las otras, porque “Para qué ir a tomar vino en un lugar como esté” dice el artista. El vino no siempre nos hace decir la verdad, que en esta ocasión salta a la vista, centelleante, luminosa, brillante e irónicamente a manera de marcha constante. Esas estrellas, no han parado de marchar pidiendo a gritos que cese la violencia, pide a gritos un espacio para la libertad sexual, que cese el racismo, que terminen las desapariciones, los desplazamientos. ¿Pero por qué el artista insiste en hacer visible algo que todos sabemos?
Si existe algo verdaderamente importante a tener en cuenta aquí, es que Fernando Pertuz, es evidente, bastante claro, una virtud algo rara en el arte contemporáneo, que persiste en hacer caer en la trampa al desprevenido espectador, en engañarlo, en burlarse de él. Aquí sucede todo lo contrario. La evidencia es luminosa, clara y diáfana. ¿Para qué seguir ocultando lo que debemos saber? Parece preguntarse el artista con esta obra.
El espectador puede votar en un dispositivo interactivo por una de esas estrellas, como también puede entrar en relación con una red de asociaciones, documentos y otros vínculos relacionados con acciones cívicas y políticas. La obra no se queda en la sala; se instala en la red, creando una comunidad que se construya a partir del siguiente portal Internet: Somos Estrellas http://www.somosestrellas.org/ En este sentido se evoca la participación colectiva como parte activa de la obra. La obra solamente tiene sentido con la red que se teja alrededor de ella.
Las estrellas forman constelaciones, como aquellas que se escriben a diario, desde que se abrió la exposición, frente a cada imagen-estrella en la pared opuesta, alrededor de unas preguntas como “¿Ha sido víctima de actos racistas?; “¿Conoce usted hechos de violación de derechos humanos? Entre otras preguntas que están íntimamente vinculadas a las imágenes. El “espectador emancipado” –por parafrasear a Rancière-, ahora es libre de escribir en el muro o salir corriendo de la sala gritando que esto no es arte. Y quizá tenga razón: lo que hemos escuchado, visto y sentido no es para nada un divertimento artístico de alguien que quiere ganarse el Premio Luis Caballero –lo que sería de hecho legítimo- sino más bien la visibilidad de la Vida misma, aquella que no queremos ver, aquella que es invisibilizada por los mass media, aquella que paradójicamente se niega a alejarse del arte, pues Arte y Vida se confunden. Ahora recuerdo una imagen: de hace prácticamente diez años ya: el artista en medio de un dispositivo maquinal que él mismo había construido, está completamente desnudo: la máquina lo lava, lo cepilla, lo asea… esta imagen de “Lavadora de Sociedades en Vía de Extinción” (1999) me llega a la mente en el mismo instante en que escribo este texto y que pienso que el cuerpo es en verdad un lugar, un topos, y como tal es puro conflicto y por ende político en esencia. Foucault tenía razón y el artista Pertuz confirma tal certeza: los cuerpos son políticos, pero solo aquellos que persisten en hacerse visibles, en un mundo de ciegos donde la “divina chispa a partido” decía Baudelaire en su poema Les aveugles, en pleno apogeo de una tiranía. Somos Estrellas, una obra que no olvidaremos nunca por su e-videncia. El resto es puro Show de las estrellas y de esas si hay bastantes, desafortunadamente.
Ricardo Arcos-Palma.
El 16 de agosto a 2800 metros más lejos de las estrellas (del show por supuesto).
Pd. En una ocasión haciendo eco a las palabras de Jorge Peñuela, yo instalaba una sospecha sobre la Administración de la Alzate Avendaño y el reducido número de nominados al premio Luis Caballero. Luego de revisar las actas y haber hablando con algunos de sus funcionarios, entendí que el asunto era decisión del jurado y no propiamente una directriz de la administración, por lo cual me retracto de mis palabras y ofrezco mis disculpas públicamente con la administración de esta institución.
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