EL PERFORMANCE O CUANDO EL ARTE DESBORDA LA VIDA.
El asesinato de la artista Pipa Bacca.
En octubre del año pasado, durante la Bienal SIART que se desarrolló en La Paz-Bolivia, asistí como parte del jurado a un performance denominado “Hasta que la muerte nos separe”. Performance del artista boliviano Deribera Bluebox y la artista chilena Daniela Meneses. En este perfomance que fue bastante controvertido, por haber puesto en discusión el ritual del matrimonio, se puso algo de manifiesto: la performancia desborda el terreno de la ficción y se inscribe en la vida misma. Los dos artistas decidieron contraer matrimonio siendo ella lesbiana y él gay. En esta ceremonia que se llevó a cabo en una iglesia de un prestigioso sector de la capital boliviana, se puso de relieve la idea, que la vida puede ser una obra de arte(1). Esta insistencia, que hace que los artistas y sus obras salgan de los lugares convencionales destinados al arte, para actuar y "transformar" así sea por un instante, el mundo que les rodea.
De esto puede dar cuenta la obra de una de las artistas latinoaméricana más importante: Ana Mendienta. Sus famosas “siluetas” que dan forma a su obra, se funden extrañamente con su propia vida, al punto de no existir un límite entre el arte y la existencia. Recordemos que su muerte, trágica por cierto -su caída accidental de la terraza de un edificio-, terminó asimilándose terriblemente a sus obras donde la idea de muerte y vida era supremamente evidente.
Muchas obras performáticas siempre han interrogado la muerte de cerca; la obra de Gina Pane por ejemplo, quien se hacía una serie de heridas en su cuerpo, o la de Michel Journiac quien se hería de muerte con un arma de fuego, al hacerse disparar, o el mismo Pinocceli quien en una de las pasadas versiones del Festival de Performance en Cali-Colombia, se quitó de un hachazo uno de sus dedos, para presionar por la liberación de Ingrit Betancourt o Raúl Naranjo quien hace ya unos diez años en su perfomance “Cruzado” presentado durante la exposición “Actos de fabulación”, curada por la filósofa Consuelo Pabón para el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, se hiere su pecho con una flecha la cual luego es lanzada hacia una matriz de la que cae sangre. Otros tantos ejemplos, podríamos aquí enumerar donde la vida y la muerte parecen tocarse en el performance.
Hoy el mundo del arte está conmocionado por la muerte de la artista italiana Guiseppina Pascualino conocida como Pipa Bacca. En su última performance “Brides on tour” la joven artista de 33 años decide emprender un viaje junto a otra artista Silvia Moro, a través de una región extremadamente conflictiva: partiendo de su ciudad natal Milán hasta Jerusalén, pasando por Serbia, Croacia y Turquía. Precisamente es en este último país donde su obra se detiene así como su propia vida.
la artista vestida de novia, completamente de blanco, pretendía develar la idea de una unión fundamental, precisamente donde la desunión ha generado un odio intestino, entre las comunidades de musulmanes, judíos, curdos y cristianos. Su obra consistía en recoger una serie de testimonios, principalmente fotográficos del recorrido, para luego ser expuestos en la galería Byblos de Verona. El recorrido era posible gracias al autostop, donde ella podía viajar y establecer una alianza con desconocidos. Práctica que ella ya había utilizado en otros performances. Hasta hace poco menos de dos semanas, cuando ella abordó el automóvil de quien sería su victimario. Su performace basado en la confianza hacia el otro, devela en sí mismo, lo trágico de esta intención, sobre todo en pueblos donde la desconfianza hacia el otro, es algo grande y donde el papel de la mujer es extremadamente denigrable.
Una obra que deja un claro sabor amargo; sin embargo, ese tipo de obras que cuestionan la existencia misma, no pueden tener otro tipo de final que la tragedia misma. Claro, esto no justifica para nada el asesinato de la artista, luego de haber sido abusada sexualmente pour un individuo sin empleo quien hace poco reconoció su culpa, tras haber sido detenido por las autoridades. La artista seguía persistiendo en esa confianza, frágil por cierto, que seguimos perdiendo, desde hace ya mucho tiempo. Quizá ahí radica la fuerza de su propia obra, créer en la utopía de aquello que es intangible, pero que da al mismo tiempo, solidez a la hermandad y a la solidaridad.
Su viaje que pretendía desbordar las fronteras, “desterritorializándo” toda posiblidad de tensión, llega a un final terrible. Quizá hubiese sido interesante pensar en su llegada a Jerusalen, dirigiéndose al muro de las lamentaciones, inmaculadamente vestida de blanco, lista para la ceremonia, pero sin novio. Todos los que hacen performances lo saben: cuando comienza el performance. Pero nadie sabe en qué momento preciso termina. Y así es en la vida misma, valga la pena decirlo; sin duda eso pensó alguna vez Joseph Beuys para quien, la vida y el arte eran una sola y misma cosa, una especie de matrimonio estético, entre lo aparentemente inconciliable.
Ricardo Arcos-Palma.
Bogotá, 15 de abril del 2008.
Notas:
(1). Este tema lo he desarrollado ampliamente en el texto "Foucault y Deleuze: la existencia como una obra de arte" En, Foucault 80 años. Belo Horizonte: 2006.
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