Inextricable de Mariana Varela.
Durante varios días pudimos presenciar en la Sala de Exposiciones de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), Inextricable de Mariana Varela. Es una exposición que sorprende por varios motivos. Primero, a nivel técnico pues la artista continúa con el dibujo en un momento donde esta manera de hacer arte parece desaparecer. No hay que olvidar que fue justamente su maestría en esta técnica, la que hizo posible que se le reconociera nacional e internacionalmente durante los años setenta. Segundo a nivel conceptual, la violencia es tratada con algo que se aproxima a lo precario, a lo insustancial. Tomando como disculpa la fotografía, Varela nos propone una instalación compuesta por varias telas-papel, casi transparentes, en las cuales se encuentran plasmados una serie de dibujos que nos remiten a un escenario: las bananeras. Varios fragmentos de esta tela, son dispuestos sobre un muro, dejando entrever lo que son las palmas de banano. No hay presencia humana, solo palmas de banano.
En otro momento de la instalación, telas que penden del techo, unas de tras de otras, tienen dibujado en su superficie varios peces. Peces que parecen estar atrapados en una red. En otro rincón de la sala, vemos una serie de cajitas, que contienen una vez más los dibujos, pero esta vez la presencia humana está determinada por los objetos domésticos: una mesa, una silla, algunos zapatos,... como en estado de abandono. Sobre estas cajas e impidiendo ver con claridad tales dibujos se encuentran un papel, rasgado en ciertas partes, por las cuales podemos vislumbrar lo que hay de tras. El dibujo es inmediato al pensamiento. Quizá por eso su contundencia a nivel visual, cuando se domina esta técnica tal como lo hace la artista.
Tratar el tema de la violencia, puede convertirse en un cliché, en una sociedad violenta como la nuestra. Obras como la de Doris Salcedo demuestran todo lo contrario. Es justamente lo interesante en la obra de Mariana Varela: el tratamiento de dicho tema, lógicamente en otra perspectiva formal que el de Doris Salcedo. Sin recurrir a evidencias de tipo metafórico e incluso formal: gritos de cerditos al ser degollados, sangre por todos lados, la obra de Varela produce un cierto vacío. Vacío no solamente sugerido por la falta de colores, sino también por ese algo que falta en la sala: la presencia. Inextricable, nos sumerge en un vacío de tipo visual, en un lugar donde queda una leve imagen. Pues todos sabemos que después de la violencia queda justamente eso: el vacío.
Mariana Varela nos ha demostrado que para hacer obra, no siempre hay que especular con el material. Ella no nos muestra en realidad lo que es la violencia. Más bien nos insinúa lo que ella puede dejar: ese vacío indescriptible. Esa fue la sensación que me dejó la experiencia estética de tal exposición. Ahora cabe preguntarse si ¿la obra de Varela vale la pena tenerla en cuenta, en un momento como este, por el cuál estamos atravesando? La respuesta no me atrevería a darla aunque hay algunos que ya lo han hecho.
Ricardo Arcos-Palma,
Bogotà 15 de agosto del 2000.
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