DEL SECRETO ENCANTO Y OTROS ENCANTAMIENTOS.
" Canción alegre
Para que gane el bien sobre el mal
No me despierten
Que esto parece un sueño real
Colombia, te quiero tanto
Que siempre me enamora tu encanto
Colombia, te quiero tanto
Te sigue bendiciendo tu encanto
Colombia
Encanto
Encanto
Encanto
Encanto"
Lin-Manuel Miranda. Colombia mi encanto.
Disney fue y es (quién sabe si será?) la fábrica ideológica más fuerte creada por la industria cinematográfica estadounidense que incluso ha llegado a afectar el urbanismo contemporáneo, creando una extraña amalgama entre patrimonio y turismo. Para la muestra una ciudad como Cartagena de Indias donde el proceso de gentrificación ha hecho del corralito de piedra y sus alrededores un verdadero parque de atracciones a lo Disney, donde sus gentes y sus habitantes de verdad y sus viviendas han desaparecido por completo expulsados por la especulación Inmobiliaria verdadera plaga contemporánea para ser reemplazados por artificiosos hoteles boutique, hostales y restaurantes. Basta con echar un vistazo a Getsemaní comuna de origen republicano que antes de que los pulpos inmobiliarios le echaran sus tentáculos encima, aún guardaba un cierto grado de autenticidad pese al deterioro y abandono de sus gobernantes. Ah entrañable Françoise Choay cuantas luces nos has dado al respecto.
Encanto es el reciente film animado de Disney que nos tiene acostumbrados a sus tour du monde que han caracterizado sus producciones de los últimos años por los cinco continentes (globalización obliga). Colombia es esta vez el pretexto y escenario perfecto. Vamos a echar un vistazo crítico a esa producción que tuve la suerte de ver antes de su gran salida al público. Algo que nos sorprende o al menos a mi no tanto es escuchar la voz de Carlos Vives, quejándose como una plañidera que desea ser sirena a quien se le oye repetir el estribillo con ritmo vallenato:
« Colombia.
Noche de fiesta, todos vienen a celebrar
Noche de fiesta, todos llegan para gozarSigue bailando, contento en mi paraíso
Y revelando milagros en cada piso
(Ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh)
Encanto (Ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh)
Encanto (Ah-eh-ah-eh-ah-eh-ah-eh)Colombia
Encanto
Encanto
Encanto
Encanto ».
Pues sí, Carlos Vives, el mismo que fue a la frontera con Venezuela a cantar el fin de "la tiranía castrochavista" y a los jóvenes guarimberos, que se enfrentaban a la policía bolivariana. El mismo samario que guardó un silencio servil y cómplice como Juanés, Maluma, Marbelle, Buenaventura y otros tantos "artistas" cortesanos, por los crímenes de este narcoestado cometidos contra la juventud en el pasado paro nacional y contra los líderes y lideresas asesinados cuyo número no cesa de aumentar.
Pero aquí le canta a Colombia o deberíamos decir Polombia como si fuera realmente un paraíso: « Colombia stays, my favorite place », dice un estribillo de la canción Colombia mi encanto y esta frase en inglés parece ser enunciada por una empresa multinacional de esas que se enriquecen en nuestro territorio y no pagan un solo peso de impuestos. Evidentemente Colombia es un paraíso para las multinacionales y no propiamente para sus habitantes en su Gran mayoría sumidos en una gran pobreza como consecuencia de la injusticia social que se graba cada día más, a causa de la corrupción de sus gobernantes de esta casta narcoparamilitar.
La metáfora de la casa en este film de animación es tan fuerte como en todas las películas de terror de Hollywood. No hay película de terror que no tenga como escenario la casa. El lugar de protección de confort donde se vive, se sueña se anhela se ama, el techo etc etc puede ser el lugar donde suceden las peores cosas y las pesadillas más horribles.
Los Madrigales son una familia que se mantiene en una casa mágica. Indudablemente esa casa es Colombia. Dicen por ahí, los más optimistas que los guionistas de esta película se inspiraron en Cien años de soledad de Garcia Marquez. Es posible solo que esa novela clasificada injustamente en un « realismo mágico » pues es realmente realista, habla de un contexto bélico e histórico muy preciso preciso: un siglo de ignominias donde la guerra es sin duda el trasfondo. Agustín Cueva nos recuerda en su magistral estudio marxista sobre Cien años de soledad que el llamado realismo mágico "el matriz libre y lúdico de esa matriz de verosimilitud no implica ningún intento de mistificación de la realidad, ni deviene a una puerta abierta como lo afirma su propio autor (Gabriel Garcia Marquez en conversación con Plinio Apuleyo Mendoza: "Con el tiempo descubrí... que uno no puede imaginar o inventar lo que a uno le da la gana, porque corre el riesgo de decir mentiras, y las mentiras son más graves en la literatura que en la vida real. Dentro de la mayor arbitrariedad aparente, hay leyes. Uno puede quitarse la hoja de parra racionalista, a condición de no caer en el caos, en el irracionalismo total...Porque creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin ningún asidero a la realidad, es lo más detestable que puede haber" (La espiral del subdesarrollo en las estructuras simbólicas del Coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad, 1989). En efecto Encanto es una película detestable, pues distorsiona por completo la realidad, y de paso enviando un mensaje oculto sobre el peligro que asedia a la casa metáfora del país.
Aquí el mal que va a destruir el encanto, la casa, no se sabe de donde proviene ni como es. Pero sí se sugiere:: un cancerbero guardián del infierno se enfrenta a la heroína quien de paso es la culpable de la ruina de la casa, por carecer de magia. El encanto se vincula al encantamiento algo tan especial en los cuentos infantiles que en realidad tal y como lo ha mostrado la psicología, muestran lo más siniestros del ser humano, es decir lo extrañamente familiar. Las películas de Disney son expertas en esas historias de encantamientos o hechizos que falsean la historia y hacen ver el mundo como un cuento de hadas. Donde el bien finalmente triunfa en una sinfonía o en este caso carnaval de colores. Pero cuál es el bien en este cuento de hadas? ese que desea mantener la casa intacta, una casa que es signo de esa herencia colonial que deseamos dejar atrás?
En épocas electorales sí que está película es tendenciosa. Y recordemos con Walter Benjamin el peligro que encierran este tipo de producciones destinadas no solamente a los niños que deben ir al cine acompañados de « adultos responsables » pues si fueran solos seguro sacarían mejor provecho de esta insulsa pero nada inocente película. Benjamin ya lo decía en los albores de la Segunda Guerra Mundial: « Si nos damos cuenta de las peligrosas tensiones que la técnica racional a engendrado en el seno de la economía capitalista devenida desde hace mucho tiempo irracional, reconoceremos por cierto, que esta misma técnica a creado, contra ciertas psicosis colectivas, los medios de inmunización, es decir ciertas películas (…) Las películas burlescas americanas y los dibujos animados de Disney [como Mickey Mouse], liberan una dinamita del inconsciente » (WB. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, 1935).
En efecto estas películas y más aún en tiempos pandémicos son verdaderos inmunizantes? Pero contra qué nos inmunizan? No propiamente contra el peligro real sino contra un mal imaginario: el castrochavismo que esta vez si destruirá ese paraíso del ENCANTO? O contra ese enemigo interno que desea destruir la familia, la propiedad y por lo tanto la herencia colonial? La casa (Polombia) se romperá en mil pedazos y hay que hacer hasta lo inimaginable para salvarla parece decirnos esta película.
« Estas películas -decía con justeza Benjamin-, presentan fantasmas sádicos e imágenes delirantes masoquistas de manera artificialmente forzadas [como los estigmas de Maribel que se pueden curar con una arepita de queso], previene la maduración natural de sus trastornos en las masas, particularmente expuestas en razón de las formas actuales de la economía [del neoliberalismo, agregaremos].
Maribel la heroína es la única que no posee dones mágicos dentro de la familia Madrigal. Y de hecho la abuela Alma le achaca la ruina de la casa a su falta de visión mágica pues no tiene la magia de la vela encendida. Cuando las grietas comienzan a fracturar esa casa colonial que se inserta en el espacio de la hacienda la abuela le dice a Maribel: « Hay que salvar la casa; hay que salvar la familia ». El mensaje está claro: el mal atenta contra los valores fundamentales de Encanto donde todos viven felices eso sí guardando el distanciamiento social que impide que el virus de los mamertos contamine a todo el mundo.
La película para niños en realidad está hecha para adultos de esos que aún creen en los siete enanitos como el monigote de presidente que tenemos Ivan Duque, quien inspirándose en la fábula no de los hermanos Grimm, pues su cerebro no da para tanto, sino en la de Walt Disney, nos mostró su ineptitud en un coloquio internacional de la UNESCO para hablar de economía en clave naranja: "La economía naranja tiene siete principios, como los siete enanitos". El ejemplo perfecto de lo que hace la hegemonía cultural en clave neoliberal.
Ese es el peligro de esta « inocente » película. Frente a tal estetizacion de la política resta seguir insistiendo en romper el encantamiento que tiene a Colombia como a la Bella Durmiente, inmersa en un soporífero sueño producto de una manzana envenenada que se llama fascismo y que impide ver la realidad: la policia esa misma que asesina jóvenes y les saca los ojos hace apología a los nazi, los gobernantes en clara alianza con los narcos son corruptos ya sin vergüenza alguna, la paz total es aun un espejismo en un país con grandes brechas sociales... El canto neoliberal de las sirenas, pueden encantarnos y hacer perder el horizonte ahora que necesitamos un verdadero pacto o contrato social que nos saque al fin de esa "horrible noche" que ya dura más de doscientos años.
Ricardo Arcos-Palma.
Bogota 27 de noviembre del 2021.
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