REFLEXIONES PROFANAS. Del amor en los tiempos del coronavirus.

 Rene Magritte, Los amantes, 1928.

REFLEXIONES PROFANAS. Del amor en los tiempos del coronavirus. 
Los años sesenta abrieron una brecha en el muro de las « buenas costumbres » sociales: la consigna cristiana de « amaos los unos a los otros » se convirtió en un leiv motif que recordaba épocas paganas, y no era para más, el Cristianismo echa raíces en un paganismo en esencia. La palabra LOVE se puso de moda y todo giraba al rededor de ella. Incluso los pacifistas que se oponían al militarismo contra Vietnam escribían en los muros « Haz el amor y no la guerra ». El hippismo generó un movimiento sin precedentes donde el amor libre campeaba en cualquier lugar y el amor se volvió revolucionario. « Prohibido prohibir » se gritaba en cualquier calle y se hacía el amor en cualquier esquina. El amor fue desde entonces, libertario y libertino, es decir signo de libertad absoluta y en esencia anarquista. La contracepción (píldoras, dispositivos entre otros), propició el amor libre y el sexo se convirtió en su sinónimo. 
Hasta qué llegó el SIDA al final de la década de los ochenta. Surge como lo había vaticinado Antonin Artaud en 1947 un virus creado en un laboratorio (de eso hoy no cabe la menor duda), para, decía el poeta « inventar una nueva idea de Dios ». Y el amor y el sexo volvieron a ponerse en entre dicho y a guardarse en el closet de la moral. Allí donde no entra la luz de la razón pues reina la oscuridad del fanatismo. 
En los años noventa el amor se concentró ocasionalmente en fiestas rêves adosadas con música techno, que se tomaba con litros y litros de agua pues el « Extasis » en pastillitas secaba hasta la consciencia. Superado el final del milenio, que anunciaba con trompetas del Apocalipsis que el fin el mundo había de llegar, y que obviamente nunca llegó, se inauguró una nueva era que hacía prever el retorno del amor. 
Pero qué va! A dos décadas de esta nueva era, el amor parece ser ya cosa de disonaurios. Los milenians y los nostálgicos lo compran cada año durante el San Valentín, y lo tiran de nuevo pues en esta era del consumo desaforado y de la de construcción de las identidades el amor es, como no, desechable. 
¿Y el sexo? Pues cada vez parece improbable, al menos vinculado al amor. Los Sugar Dadi creen poseerlo con la ayuda de esa pildorita azul (y los bolsillos bien repletos), inventada por los comunistas del Caribe y otros lo hacen a través de una pantalla como si el clic clic del black miroir remplazará el roce de los cuerpos.
Y con la espectacular emergencia del movimiento Me Too, la cosa sí que se compuso. La guerra entre los sexos comenzó en Hollywood, si ahí donde se fabricó la historia de una nación como la gringa que nos puso a seguirlos al pie de la letra (lo que puede el cine) hasta el punto de creer que todo lo que se dice en y se muestra en esa gran fábrica de ficciones es verdad; la cosa entonces promete. 
Enfin para completar, llega el Corona Virus y la Ciudad De Dios (San Agustin), vuelve a estar a la moda. Todo contacto debe evitarse, el moralismo aséptico es lo que domina, esta sociedad del espectáculo. Ese oscuro armario ahora sí que no abrirá sus puertas. Quien se atreverá hoy a escribir en un muro « haz el amor y no la guerra » a riego de ser declarado inmoral o hacer una apología al contagio viral? Pues la guerra sí que está de moda y el amor es cosa de dinosaurios. Sería bueno volver a leer la Peste de Albert Camus y también El Teatro y la Peste de Antonin Artaud. Y quizá concluir que lo que resta en esta tragicomedia de la contemporaneidad, es salvar el amor y el sexo, cueste lo que cueste... pero acaso eso no fue lo que planteó Platón en su famoso Banquete? 

Ricardo Arcos-Palma
Paris, 9 de marzo del 2020. A pocos días del confinamiento.  
 

ps: Existen obras de arte que cobran mucha fuerza a destiempo. En su momento son contundentes sin lugar a dudas pero en ciertos momentos se vuelven muy significativas. Hace unos días en unas de mis reflexiones profanas les compartí esa imagen emblemática de Magritte titulada « Los amantes » (1928), donde vemos a una pareja besarse con pasión, pero con sus rostros cubiertos de una tela que no solo borra u oculta su identidad sino que también los « protege » y distancia al mismo tiempo. Gran paradoja que me permitió leer hoy algunos aspectos de lo que San Agustin llamo : « el cambio de las constumbres » a propósito de la Peste en su obra « La ciudad De Dios » (413-26). 
Hay otra obra realizada hace algunos años ya que en su momento me impresionó mucho por su virulencia crítica llena de humor e ironía. Me refiero a « Altruismo » (2011) de Ivan Argote: el artista se encuentra en un vagón del metro y comienza a lamer una barra de metal. Su rostro se refleja en la barra y el de manera narcisista comienza a « lamerse » el rostro. Lo interesante aquí y con lo que acontece hoy, a propósito del coronavirus, es que estos sitios públicos son los focos contaminantes por excelencia y donde con frecuencia se escucha una grabación que « invita » a protegerse del virus patogeno. Estas barras los pasajeros evitamos tocarlas pues sin duda son potencialmente transmisoras. Es así como en el transporte público particularmente en el metro, los pasajeros hemos adoptado nuevas destrezas de equilibrio, como surfistas profesionales. Esta obra a destiempo abre una brecha en la consciencia colectiva donde el otro (uno mismo) se convierte en un peligro inminente.

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