SOBRE LA MUERTE DE LA PINTURA
Por Alonso Jimenez*
La existencia del hombre a la manera de una burbuja, expande su tensión superficial pareciendo estallar en cualquier momento, los advenimientos dentro de esa burbuja imaginaria llegan con un solo rótulo: depredación, Oswald de Andrade lo llamó antropofagia.
Queriendo llevar todo al límite, nos hemos arriesgado en terrenos peligrosos, bebiendo de patologías posmodernas cobijadas por la ética del consumo y el espectáculo on line, donde hacen presencia ciertos espectros anudados a la ficción; muchas de estas ficciones están haciendo metástasis en lo real y nos ponen en una encrucijada en la que el valor de la representación queda en entredicho. Para el efecto, consideremos en caso del caníbal alemán Arwin Meiwes y su socio de goce Bernd Jurgen y el clímax del acto bárbaro puesto en la red al servicio del goce o la imaginación aberrada; nada nuevo si volvemos la mirada a Treblinka, para ver el totalitarismo de una estética enajenada, gracias a la propaganda nazi.
Mucho de lo que conocíamos ha entrado en un momentum de excitación destructiva, en un panorama desolador, cada vez más xenófobo, donde razonar pareciera inútil y esperar tranquilamente todas las muertes predichas por gurús, en medio del desánimo y la angustia, entre ellas la del arte, sería la felicidad de aquellos.
La pintura atravesada por las mortificaciones humanas, no se escapa de este paisaje encerrado en nuestra burbuja, también ella está marcada por los malestares que afloran desde el oscuro sillón de los significantes amos y sus maquinarias ideológicas; repercutiendo en masas de artistas sutilmente acoplados a maniobras disparatadas. No implica esto que el malestar llevado a cuestas por el amo diabólico, tenga nido en la estructura total de la humanidad, prueba de ello es que el gran desajuste impersonal del que se han apropiado los legitimadores de la violencia como parte de su lenguaje, inevitablemente se esté agotando en propuestas subordinadas al porno visual con cadáveres o sadomasoquismo disfrazado de plástica.
Mientras muchos artistas como Bedia, Kuitca o Barceló producen en el campo de la pintura y se manifiestan a la par con nuevos medios, esta parece haber caído en el abismo tendiendo a perderse por carecer del rigor que aparentemente si posee la retórica contemporánea y la sofisticación del concepto puro, así este carezca de técnica. Otros por que no tienen el talento para pintar, se apresuran a construir un sarcófago, únicamente falta el tiro de gracia al viejo lenguaje moribundo, pero no aparece el verdugo.
Esta muerte, dada como un hecho inevitable en el arte, es temeraria; con la desaparición reciente de uno como Picasso, matar la pintura es extirpar el ojo de la memoria universal diagnosticándole erróneamente un cáncer que era conjuntivitis; pero antes de extender el sufragio hay que razonar para ver si la pintura es un simple cascarón estético sofocado por la imitación o si es un lenguaje empobrecido, cuya falsificación de las ideas muestra el desatino de la mirada y no se necesita o le estorba a la civilización del placer, el malestar o el disfrute on line, negada a los puentes ontológicos.
Si un lenguaje como la pintura se trivializara hasta reducirlo a arcaísmos, todo acto creativo sería introducido en una turbulencia de visiones aparentes y sin valor, los significados perderían el peso del sufrimiento humano hasta convertirnos en simples caricaturas de la naturaleza. Así, una aguja inventada por una artista odontoquerática de las cavernas no tendría ningún valor y más poderoso en términos simbólicos sería una aparato electrodoméstico adornado por el comercial de televisión con la modelo armada de silicona, visto en el mundo de ilusiones artificiales, de hipnosis y de hartazgo veloz, donde el efectismo no da cabida a una obra como La Crucifixión de Mathis Grunewald.
Pero ¿ cuál es la región inesperada de la pintura en el que hablar de su muerte resulta un grito mudo ? simplemente donde habita su nivel de autoconciencia y contenido total; allí donde ella misma crea la ecuación de su tiempo, así como Goya o Fuseli en una sola pesadilla resolvieron la obsesión y el desenfreno de su juicio. No es que la pintura muera, mueren las células artificiales, pero su carne engendrada en Altamira, sigue en el dispositivo de la imaginación.
La pintura pernoctará en el túnel de cada época, inagotable como el museo de Malraux, acomodada al lado de las creaciones de Galois, Pitágoras o Aimé Césaire, revelándose a quien tenga el corazón dispuesto. Ella es el continuo
“ REGRESO A” (1) de Picasso a Velásquez (2) o de Duchamp a Davinci (3). Siempre será la pintura la mirada seductora, el objeto con la dimensión del brillo en la obra de Pancho Goitia en México o de la artista sirvienta María Zambrano en Colombia. Indescriptible en sus contenidos más profundos, en el dramatismo de destrucción total de una forma o un símbolo, de cárcel del fantasma más cruel de la realidad, de vacío o de concreción de la muerte en un cuadro de Sívori.
Quien mata ha agotado la frontera de su capacidad e inteligencia, no olvidemos que el interesado en matar busca el placer en la no realización del otro, ansía la dominación por medio del mecanismo de la ausencia; por eso, superar la muerte es dar el paso supremo de lograrse a sí mismo, en definitiva es existir por encima de las frustraciones del verdugo y vivir sin las culpas que estos heredan. Por tanto, es inusitadamente extraño que la humanidad se paralice perpleja ante sus actos y con el tiempo misteriosamente recapacite tratando de descubrir lo que la razón le enseña como equívoco, no olvidemos a Cézanne o al legendario Henrick Abel.
Es la dimensión de la violencia la que angustia al hombre; angustia que no es miedo, sino el espejo del horror y el drama del que ha matado, pero todos no estamos sujetos a ese espejo, pues, muchos desde nuestra cosmogonía razonamos creativamente, como uno que se vio en los ojos del diablo y no sucumbió, PRIMO LEVY quien decía a propósito de una obra en la Llave Estrella:
“ En la ventaja que se supone poderse medir, el no depender de los demás en el medirse, el verse reflejado en la propia obra. En el placer de ver crecer una criatura tuya, plancha tras plancha y perno tras perno y una vez terminada la miras y piensas que tal vez viva más tiempo que tu, y que tal vez preste servicios a alguien que no conoces y no te conoce. A lo mejor puedes volver a verla de viejo, y te puede parecer bella, y que importa si sólo te parece bella a ti y te puedes decir a ti mismo: quizás otro no lo habría conseguido.”
notas: _____________________________________________________________
1. Término utilizado por Lacan para referirse a Freud, intervención en la Sociedad Francesa de Filosofía, 1969.
2. Las Meninas, Picasso, 1957
3. L.H.O.O.Q, Duchamp1919.
*antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de Arte en el Atelier Alfredo Mosella de Gotemburgo-Suecia, expone en Colombia y el extranjero desde 1990. Ha expuesto en la Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Bogotá y en Buenos Aires en el encuentro Latinoamericano de Psicoanálisis. Ha intervenido con su obra en varias publicaciones de la NEL-Bogotá, actualmente dirige las intervenciones plásticas del Proyecto Teatro de Esquina.
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